Científicos del Grupo de Emergencia del Metano en el Ártico (AMEG por sus siglas en inglés) aseguran que la masiva liberación de este gas a la atmósfera ‘encerrado’ en la masa de hielo del Ártico constituye una situación de “emergencia planetaria” por los efectos negativos sobre el calentamiento global.
En una reunión mantenida en el Parlamento británico han propuesto como solución la instalación de unas torres que generen unas nubes que condensen esta concentración de metano.
Stephen Salter, uno de los participantes, ha asegurado a a la BBC que el bombeo del agua de mar hacia la atmósfera podría contribuir a enfriar el planeta, y ha propuesto a los parlamentarios que una solución a corto plazo pasría por la construcción de unas torres en las islas Feroe y en otros islotes del estrecho de Bering que generaran unas nubes que condensaran esa liberación de metano.
Oídos sordos de la comunidad internacional
Los expertos estiman que para frenar el calentamiento en el Ártico serían necesarias instalar unas cien torres, cuyo coste ronda los 300.000 dólares por unidad.
Actualmente, ningun gobierno ni institución internacional ha mostrado interés en financiar ni estos dispositivos ni la construcción de barcos que bombearan agua a la atmósfera (costaría unos 30 millones de dólares); por lo que el trabajo de estos prototipos se limitan a los laboratorios.
De no adoptarse medidas de urgencia, en opinión de este panel de científicos e ingenieros, en los próximos años «con estas emisiones de gases de efecto invernadero podría haber un calentamiento de 9 o 10ºC en el Ártico». Un hecho que, a su vez, aceleraría el deshielo de esta zona del planeta y se liberaría todo el metano que se ha ido almacenando a lo largo de miles de años.
Emisiones que se producirán en alta mar y en gran parte de tierra firme, lo que contribuiría a subir la temperatura de toda la Tierra con unas consecuencias difícilmente calculables.
De hecho, las emisiones abruptas del metano encerrado en los hielos fueron uno de los detonantes de dos de las grandes extinciones de especies que se produjeron hace 55 y 251 millones de años.
El metano es un gas de efecto invernadero casi veinte veces mayor que la que tiene el dióxido de carbono, aunque no permanece tanto tiempo en la atmósfera como este.
Disminución de la capa de hielo
La capa de hielo que cubre el océano Ártico se ha redudido de manera significativa en las últimas décadas, fruto del aumento de la temperatura del aire y del mar. En septiembre se realizan mediciones de su grosor.
Un estudio realizado por la Universidad de Washington (Seattle) sugiere que, de no invertirse la tendencia actual, en breve nos enfrentaremos a meses de septiembre sin hielo en el Ártico.
El metano es un gas que, del mismo modo que el petróleo o el gas natural, se va acumulando en el subsuelo debido a la descomposición de materia orgánica, vegetales o animales muertos. Se fue acumulando en las capas más profunda de los hielos a lo largo de miles o millones de años en el permafrost.
En las profundidades del mar o de la tierra permanecía oculta y protegida de los rayos de Sol. Pero los sucesivos adelgazamientos del hielo, poco a poco va sacando estas bolsas a la superficie, -se han hecho ‘visibles’- y su contenido se va liberando a la atmósfera.
Según declaró a la BBC en 2007 Peter Wadhams, profesor de física oceánica de la Universidad de Cambridge, el agua [frente al norte de Siberia] se calentó aproximadamente cinco grados centígrados en el verano, y esto se extiende hasta el fondo del mar, lo que derrite el permafrost de alta mar».
Y, si falta hielo, se va a “acelerar la liberación de metano que actualmente está atrapado en el fondo del mar, en las aguas poco profundas de la costa norte de Siberia, Canadá y Alaska”.
El problema con el que se topa la comunidad científica es que no existen medidas de cuánto metano se ha liberado a la atmósfera en décadas pasadas y, por lo tanto, carecen de elementos comparativos para calibrar el peligro real que suponen las emisiones de este gas que se han producido en los últimos diez años.
Las investigaciones científicas confirman esta tendencia
Uno de los útimos estudios publicados por el equipo de Katey Walter Antthony, de la Universidad de Alaska, ha confirmado esta tendencia.
Comenzaron comprabando que existia una relación en las columnas de gas metano que lanzaban gas en determinados lagos de Alaska y Groenlandia con el deshielo de la capa de permafrost.
En total, se realizó una inspección de casi 7.000 lagos desde el aire e identificaron hasta 77 de ellos como lugares donde se estaba produciendo liberación de metano. La recogida de muestras y su análisis determinaron que la fuente del gas era geológica.
El equipo calcula que, solo en Alaska, el metano extra que llega a la atmósfera es de 250.000 millones de toneladas extra al año. Una cantidad que puede no parecer excesiva si tenemos en cuenta el metano que se produce por descomposición orgánica cada temporada -tres veces más-, pero como subrayan los autores del informe, sus cifras no contabilizan otro tipo de microescapes que se están produciendo y no han podido cuantificar.
Otro estudio reciente publicado en Sciencie demuestra que el clima del Ártico ha experimentado variaciones de su temperatura al margen de la temperatura del planeta y que se deben a cambios en la Antártida.
Martin Melles, autor principal del estudio e investigador en el Instituto de Geología y Mineralogía de la Universidad de Colonia (Alemania) ha sugeriod en una entrevista a SINC que “en la actualidad, se está produciendo un declive en la capa de hielo del oeste antártico y es posible que se acelere en el futuro” y que este variación en la capa del hielo puede provocar “impactos climáticos fuertes en otras partes del planeta”.
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