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Elecciones europeas: La ciudadanía demanda un cambio ético

Se aproximan las fechas de otra convocatoria electoral, esta vez para elegir representantes europeos.

Las campañas organizadas por los partidos del arco parlamentario nacional no parecen animar lo suficiente a la población como para prever una participación importante.

Por otro lado, las candidaturas promovidas desde los nuevos partidos, los movimientos sociales, las plataformas de lucha reivindicativa etc. tienen en su contra el casi desconocimiento -para la población en general- de sus miembros más activos, la falta de recursos para darse a conocer, y el desencanto que el propio sistema genera en la población. Este será muy difícil de superar, dado que los medios de comunicación están entretenidos con las puestas en escena de los partidos mayoritarios.

Se aclaran las posiciones

Las posiciones desde las que se organizan las probabilidades de ganar o perder las elecciones europeas son distintas, según se ocupe un espacio institucionalizado o un lugar sin apenas respaldo oficial.

El partido en el poder y los partidos en la oposición pretenden fidelizar a su electorado tradicional y aumentar la representación en el parlamento europeo, luchando todos por arrebatarles a los adversarios sus electores; destapando las contradicciones de los otros y ofertando soluciones en nombre de unos programas que dicen responder a las preocupaciones de los ciudadanos, pero que no innovan nada frente a los problemas de hoy. Solo tratan de corregir las tendencias dentro de un modelo de desarrollo y de convivencia que está demostrando, día tras día, su agotamiento.

Por otra parte, las nuevas organizaciones políticas, culturales, sociales o simplemente reivindicativas, emergidas de las movilizaciones ciudadanas de los últimos años, -nuevos partidos políticos, plataformas, mareas, redes, asambleas, marchas indignadas, mesas especializadas, observatorios, coordinadoras, etc.- quieren aprovechar la oportunidad de esta convocatoria para dar un giro a las políticas europeas, desde otras perspectivas y con otras prioridades, y proporcionar respuesta a las necesidades sentidas por todos los ciudadanos.

La perspectiva de los ciudadanos

Y, ¿qué pasa con los ciudadanos a los que se quiere movilizar para las europeas? Un porcentaje alto de la población, con derecho a voto, ve dicha convocatoria totalmente ajena a la realidad de sus vidas, de sus necesidades y de sus preocupaciones.

Para gran parte de la sociedad, la vida política es un espacio extraño que ocupa en exceso los medios de comunicación y que está alejado de lo real.

La población ve como diariamente, en sus discursos, los políticos se niegan a considerar la gravedad de los problemas que la ciudadanía padece, se esconden detrás de indicadores económicos cuantitativos que no incluyen los datos subjetivos sobre el bienestar y el nivel de felicidad de los ciudadanos.

Por otro lado, si bien se denuncian los fraudes económicos, esto se hace solo cuando está implicado el adversario, negando saber, cuando son interrogados, de los delitos que en sus organizaciones o en sus administraciones se producen.

Para esos casos abusarán de subterfugios legales hasta agotar el tiempo de la vigencia de los delitos, defendiendo o atacando las sentencias de los tribunales, según peligren o no sus intereses.

Mientras no escuchan las voces de los ciudadanos que salen a la calle con sus reivindicaciones y propuestas, se atreven a sacrificar, dicen “por el momento”, los derechos universales (buena alimentación, vivienda digna, educación y sanidad de calidad para toda la población autóctona o no, servicios sociales para los más débiles), hasta que el viento caprichoso de la economía de mercado dé otra oportunidad.

Posibilidades

Ante este panorama, hemos constatado como se va extendiendo entre muchos de los ciudadanos, por una parte, la decisión de no dar el voto a ninguno de los dos partidos con mayor número de escaños (yo no los llamaría “más representativos”, pues la frustración que originan en la ciudadanía también está instalada en sus filas, entre sus militantes); y, por otra, la de buscar otras propuestas.

Las expectativas que se tienen al respecto no son tanto en base a dar con unos candidatos que promuevan un programa, como que sus propuestas estén alentadas por una nueva ética para transformar las relaciones en los ámbitos de lo social, lo político, y lo económico.

El problema con el que se encuentran, en esta búsqueda, es la fragmentación o atomización que existe, aún, en el proceso de maduración del movimiento ciudadano vigente, a la que se añade la falta de conocimiento sobre la identidad y las cualidades que reúnen aquellos candidatos que las representan.

Dicho movimiento, variopinto y plural como es la propia sociedad, ha servido para configurar las prioridades de una sociedad más justa y equitativa, pero se enfrenta a un modelo de elección de representantes caduco, incapaz de adaptarse a los cambios que se están registrando en la propia sociedad y que tendrían que ser, esos cambios, los que inspiren las prioridades de las políticas

La democracia es transformación

El Movimiento de los Indignados –como se engloba a todo lo que lo representa- es una importante iniciativa desde abajo, desde la horizontalidad de la sociedad, que profundiza en las formas democráticas, naciendo y creciendo, como resultado de la maduración en ellas, a lo largo de 40 años de práctica en los que se adquirieron las formas. Hoy exige que estas formas no se institucionalicen rígidamente, convirtiéndose en un nuevo corsé dogmático y autoritario.

La propia naturaleza de la democracia encierra la capacidad de transformarse, en la misma medida que madura y ayuda a madurar en la libertad, la igualdad y la fraternidad a los miembros de la sociedad que la adoptan como base de su convivencia.

La conciencia cada vez mayor, en cada ciudadano y ciudadana, es que la participación política es un derecho a exigir y a ejercer permanentemente, no solo cada cuatro años.

Derecho que implica la posibilidad de participar e influir en todas las decisiones que le afecten, pues los elegidos están al servicio de sus derechos, y no se pueden apropiar de la autoridad que pertenece al pueblo.

En esta época, de un intenso desarrollo de las tecnologías de la comunicación, no existe impedimento alguno para que los ciudadanos no ejerzan el control del gobierno que elige y sobre las decisiones que toma.

Si bien las elecciones europeas puede que no den, en esta ocasión, muchas sorpresas, sí que es verdad que asistimos a un panorama bien distinto al de las anteriores convocatorias.

El análisis de sus resultados no ha de caer en la valoración según los escaños de cada uno de los partidos con más posibilidades dentro de este modelo de elecciones, sino del comportamiento que tenga la sociedad de cada Estado miembro, en cuanto a la calidad de su participación o de su abstención y en cuanto al protagonismo posterior que adopten sus ciudadanos.

Porque, a pesar de su importancia, las elecciones europeas no son más trascendentales que el proceso de maduración de la conciencia ciudadana y de su papel protagonista. En este sentido, y en lo que respecta a nuestro país, tal vez sea la convocatoria del 25 de mayo una oportunidad más para la consolidación de ese protagonismo, con vistas a las Generales de 2015 en España.