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Fernando Griffith: «Sin esperanza es difícil tener una visión correcta de la realidad»

«La cultura es el motor del desarrollo de los pueblos, es su destino, su alma y su esencia. No es lo que hacemos sino lo que somos, nuestras creencias fundamentales», señala Fernando Griffith, actual Ministro de Cultura de la República de Paraguay, Presidente de la Comisión Interamericana de Cultura de la OEA y Presidente de Ia Comisión de Diversidad Cultural de la UNESCO.

Por esta razón, nos dice Griffith, modificar las creencias de un pueblo puede tener un efecto positivo en el desarrollo de su consciencia y, en consecuencia, en sus condiciones: puede ayudar a construir una sociedad más justa y próspera, basada en el reconocimiento total de la dignidad humana.

Griffith participará en el Congreso Internacional Consciencia y Desarrollo que se celebra en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Granada el próximo 24 de febrero de 2018, organizado por la Fundación para el Desarrollo de la Consciencia y la Cátedra Consciencia y Desarrollo de la Universidad de Granada. Lo hará con una conferencia sobre el valor de la consciencia en el mundo, con la que se clausurará el programa del Congreso.

Actualmente, usted ostenta, entre otros cargos, el de Ministro de Cultura de la República de Paraguay al que, ha dicho la prensa, llegó gracias al proyecto educativo “Paraguay poderoso”. ¿Nos podría explicar en qué consistía este proyecto y a qué niveles se ha desarrollado? 

Paraguay Poderoso se inicia en 2008 como proyecto de investigación, a título personal y sin financiación externa. De propósito, las 52 conclusiones empiezan a difundirse en las redes sociales, hasta que el Banco Interamericano de Desarrollo me convoca y sugiere formalizar la difusión de tales conclusiones por medio de 20 conferencias en universidades y cinco cortos audiovisuales durante seis meses.

Al finalizar, nuevamente a título personal, continuo por varios años difundiendo la valiosa información dando 230 conferencias más y cambiando de algún modo la visión que los propios paraguayos que asistían a ellas tenían de su país y de sí mismos. Un análisis bastante más profundo y multidisciplinario contestó preguntas nunca hechas sobre el pasado, el presente y el futuro del Paraguay, dándole esperanza a mucha gente.

El gobierno de mi país consideró importante este mensaje estimando que podría influenciar positivamente y así soy nombrado Ministro de Cultura, si bien el Proyecto ya no existe formalmente. Se transformó más bien en una forma de vida o una filosofía, que básicamente promueve el desarrollo del pensamiento ético, la consciencia y la dignidad humana como ejes de la cultura. Lo demás llegó por añadidura.
 
Da mucha importancia a la recuperación de la cultura paraguaya como vía para la modificación de la propia imagen de su país, ¿qué papel cree que juega la cultura en este sentido?

La cultura es el motor del desarrollo de los pueblos, es su destino, su alma y su esencia. No es lo que hacemos sino lo que somos, nuestras creencias fundamentales, incluidos los valores que consideramos como propios  y valiosos, los que generan costumbres y dejan una huella en la historia.

Las artes y letras no son sino consecuencia de la cultura y quizás su expresión más excelsa. Sin embargo, el termino cultura se utiliza a veces para nombrar a una élite que consume habitualmente el arte, la literatura y otras manifestaciones olvidando que donde hay seres humanos, hay cultura indefectiblemente.

En Paraguay, la cultura tiene ausencias y contaminaciones, a pesar de su diversidad y fortaleza extraordinarias. Una de esas ausencias es el conocimiento de la propia historia del país, que en el siglo XIX sufrió una catástrofe humanitaria sin precedentes para una nación cuando, en una guerra contra sus vecinos Brasil, Argentina y Uruguay, pierde el 80% de su población -concretamente el 96% de su población masculina- y un tercio de su territorio.

A ello se le añade un profundo dolor social, la destrucción total de sus instituciones y el inicio de una etapa de inestabilidad política y amnesia social respecto a la historia previa a la guerra e incluso de los detalles del propio conflicto. Otras ausencias son tanto más preocupantes, como la cultura del respeto, la cultura de la responsabilidad o la cultura del orden desde el punto de vista de la capacidad de apegarse al diseño o recurrir a uno para solucionar problemas concretos. Identificamos más de 25 de esas ausencias.

Como estudioso de la historia paraguaya, ¿cómo diría que afectan los relatos históricos a la evolución o a los procesos de un país?  

Afectan mucho, pues la conducta social está basada en las creencias, en la forma como el grupo se ve a sí mismo, a sus valores y lo que estiman posible, correcto, verdadero y factible. Esas creencias son fundamentales a la hora de construir ciudadanía, fortalecer instituciones y desarrollar una visión de país a futuro.

En Paraguay la gente perdió la esperanza una y otra vez. A la guerra le sucedieron revoluciones, asonadas, cuartelazos, magnicidios, dictaduras y una nueva guerra con Bolivia. Roa Bastos, el premio Cervantes paraguayo escribió alguna vez: “El infortunio se enamoró del Paraguay”, para describir la tribulación sin pausa y sin ejemplo en otro lugar de América.

Sin esperanza es difícil tener una visión correcta de la realidad debido a nuestra naturaleza emocional. Para que algo sea posible, hay que creer que es posible. El problema es que ni la historia de la guerra, ni los años previos fueron tenidos en cuenta. Las glorias del Paraguay quedaron sepultadas bajo montañas de ignominias, falsas creencias promovidas por los vencedores que ocuparon el Paraguay por muchos años e incluso por el silencio.

Hoy, sin caer en el chovinismo irracional e irrespetuoso, proponemos reconstruir en la cultura de los paraguayos los valores que nos caracterizaban como grupo social antes de la guerra, según los documentos históricos, e incluso construir desde cero aquellos que nunca hubieran existido, pero que puedan cooperar con la creación de un país justo, próspero y cuyo eje cultural sea el reconocimiento irrestricto de la dignidad humana, aquel concepto que dice que todos los seres humanos tenemos el mismo valor, el máximo.

¿Es posible, por tanto, modificar la conducta por medio de la modificación de las creencias?
 
Desde luego que sí. De hecho, la conducta está totalmente asociada a las ideas que han sido tomadas como válidas en nuestra consciencia. Un problema de conducta es un problema de creencia, más precisamente de la opinión fundamental que todos tenemos sobre nosotros mismos y que vamos construyendo a medida que crecemos, la identidad.
 
Es la forma como nos vemos lo que más influye en lo que decidimos hacer o dejar de hacer. Es una necesidad básica, según la psicología de hoy, y es modificable debido a que nuestra naturaleza no solo es profundamente emocional, sino que además es subjetiva. Podemos conocer la diferencia entre el bien y el mal, ser capaces de describir perfectamente sus rasgos y ejemplos, y aún así no tener la capacidad de hacer el bien.
 
La capacidad de hacer el bien, de ser íntegros, de vivir de acuerdo con los valores éticos y no simplemente hablar de ellos, viene de la imagen que tenemos de nosotros mismos, de nuestra identidad.
 
Y si la identidad es una creencia, y además somos subjetivos, es perfectamente modificable. El problema es que un individuo casi nunca tiene la capacidad de auto-examinarse para buscar evidencias que le ayuden a construir su identidad. Es allí precisamente donde dependemos unos de otros, en especial de las personas que establecen nuestra educación, maestros y padres en primer lugar.
 
Aquellos que buscan talentos en nosotros y nos construyen a partir de ellos provocan un efecto positivo, profundo y determinante en nuestro futuro. Desgraciadamente, también provocan un efecto profundo en nosotros -y en este caso devastador- aquellos que buscan, exhiben y revelan nuestras debilidades y errores una y otra vez.
 
¿Cómo cree que se relacionan cultura y consciencia?

La esencia de la cultura son las creencias que los grupos sociales validan, viven, promueven y valoran. Si bien los niveles de consciencia son distintos en cada individuo, hay ideas validadas por el grupo social, que pueden ser más o menos profundas, pero que sin duda son rasgos que los distinguen y determinan su futuro.
 
Una consciencia elevada, es aquella que considera a los seres humanos como valiosos. Si una sociedad valora al ser humano de este modo, sus leyes, sus costumbres y sus modos serán altamente empáticos, tolerantes a las diferencias, respetuosos, responsables y honrosos. Esta valoración produce un efecto indiscutible en el desarrollo de los pueblos.
 
Según usted, ¿qué valor tiene la consciencia en el mundo?
 
Es muy frustrante ver cómo no existe aún un mundo consciente. Incluso en los países desarrollados es posible adivinar que los niveles de consciencia en general no son altos. Latinoamérica representa el 8,6% de la población mundial, pero comete el 50% de los feminicidios. De los 20 países más violentos del mundo, 14 pertenecen a esta región y los regímenes antidemocráticos aún existen. La violencia revela el bajo nivel de consciencia y el desarrollo del pensamiento moral debe ser una prioridad para erradicar esa violencia. Por eso la consciencia es tan valiosa; donde hay consciencia no hay violencia, hay desarrollo, paz, justicia y bienestar.
 
¿Cómo se podría potenciar e impulsar la consciencia humana, a nivel individual y colectivo?
 
En mi opinión, en lo que más debe invertir una persona es en la elevación o el desarrollo de su propia consciencia. Lastimosamente ese desarrollo es personal, voluntario, progresivo y autogestionado, pues la reflexión es un proceso individual. Nada tiene que ver con la acumulación de conocimientos, sino con la creación de nuevas conexiones nerviosas, producto de procesos metacognitivos que desarrollan el pensamiento crítico, que no consiste en desarrollar la capacidad de criticar sino de analizar las ideas profundamente para reconocer su veracidad, factibilidad, potencial y valor para solucionar problemas prácticos.
 
A nivel colectivo, deberemos recurrir a la creatividad y el potencial que existe en las tecnologías de la información y las redes sociales para provocar la reflexión a los grupos humanos.
 
En este sentido, ¿cree que hay una labor por hacer de colaboración entre los pueblos?
 
Así como las corrientes de pensamiento han migrado de una región a otra de la Tierra, así también esperamos que el desarrollo de la consciencia se produzca como producto de la migración de las ideas que promueven la reflexión antes que las ideas que intentan imponer pensamientos que otros han elaborado y han sido tomados como verdades por las masas irreflexivas.
 
Es mejor usar el método socrático y sus preguntas retóricas que decir lo que pensamos intentando imponer nuestras ideas. Desde la perspectiva de las neurociencias aplicadas a la educación del siglo XXI, el desarrollo cognitivo y posterior desarrollo de la consciencia se produce por las preguntas y no por las respuestas. Los pueblos pueden colaborar entre sí para provocar ese desarrollo en todo el mundo por medio del intercambio y promoción de programas enfocados al desarrollo de esas capacidades cognitivas en todas las franjas etarias y no solo en el sistema educativo formal.
 
¿Se están abriendo caminos hacia una colaboración en esta dirección entre España y Paraguay?
 
Creo que esto es el inicio del proceso de cooperación entre ambos países en este sentido. En Paraguay, así como en casi todos los países del mundo el desarrollo de la consciencia tendrá un gran efecto en la cultura y, por consecuencia, en el desarrollo. Cambios sociales políticos positivos y profundos se dan en los grupos sociales que han apostado al desarrollo de la consciencia. Lastimosamente hasta hoy, los saltos cuánticos de este tipo se han producido en comunidades, barrios y ciudades más que en naciones enteras. Creemos que Paraguay podría ser una de las primeras.
 
Su presencia en el Congreso internacional Consciencia y Desarrollo que se celebrará el próximo 24 de febrero en el Palacio de Exposiciones y Congresos de Granada, organizado por la Fundación para el Desarrollo de la Consciencia y la Cátedra Consciencia y Desarrollo de la UGR, ¿es un avance en esta dirección?
 
Sin duda. Es un honor para nosotros participar de este Congreso. Creemos que de algún modo estamos participando de encuentros históricos que producirán efectos históricos. Las palabras que se construyen desde espacios de consciencia pasan a ser eternas y proféticas pues están cargadas de profundidad, trascendencia y altos propósitos.