Un estudio realizado en Estados Unidos y publicado por el American Journal of Preventive Medicine, señala que la pobreza y las dificultades económicas están fuertemente asociadas con un empeoramiento de la función cognitiva en personas relativamente jóvenes; por lo que podrían ser factores contribuyentes al envejecimiento prematuro en poblaciones desfavorecidas.
Investigaciones previas ya habían señalado que la exposición a condiciones socioeconómicas pobres durante la infancia está asociada a un déficit cognitivo, pues tienen efectos negativos en el desarrollo del cerebro. En consecuencia, los niños que padecen esta condición pueden tener problemas de depresión durante toda su vida y un rendimiento académico más bajo.
Otros estudios sobre población adulta y pobreza, han incluido sobre todo a adultos de edad avanzada, por lo que sus resultados podrían estar relacionados no solo con dicha pobreza, sino también con las consecuencias directas del paso de la tiempo.
Por eso, en el presente estudio se ha seguido otra vía de análisis: el sueldo de los individuos estudiados. «El sueldo es dinámico y la mayoría de las personas, especialmente al principio de la edad adulta, sufren muchos cambios salariales», explica Adina Zeki Al Hazzouri, directora de la investigación y doctora especializada en epidemiología del departamento de Ciencias de la Salud Pública de la Universidad de Miami.
Lo que han hecho los científicos ha sido, por tanto, supervisar los cambios en los ingresos y las dificultades económicas durante un largo periodo de tiempo; y cómo esto influía en la salud cognitiva de la gente.
Muestra poblacional
Zeki Al Hazzouri y sus colaboradores observaron más concretamente los efectos de la pobreza sostenida y la dificultad percibida sobre la función cognitiva en aproximadamente 3.400 adultos, cuyos datos fueron tomados del estudio CARDIA (Coronary Atey Risk Developement in Young Adults).
Este estudio incluía a mujeres y hombres de entre 18 y 30 años de edad, y comenzó en 1985 y 1986. En él se recogieron datos de dichas personas seis veces, entre 1985 y 2010; y se definió la «pobreza sostenida» como el porcentaje de tiempo en que los miembros de un hogar habían percibido ingresos inferiores al 200% del nivel de pobreza federal.
Los participantes fueron divididos en cuatro grupos: los que no habían padecido nunca la pobreza; los que sí durante menos de un tercio del tiempo estudiado; de un tercio a casi la totalidad del tiempo; y los que y siempre habían estado de pobreza.
El corte del 200% de pobreza federal para un domicilio con 4 ocupantes estaba en 26.718 dólares en 1990, 28.670 dólares en 1992, 31.138 dólares en 1995, 35.206 dólares en 2000, 39.945 dólares en 2005 y 44.630 dólares en 2010.
Tests realizados
En 2010, a una edad media de 50 años, los participantes realizaron tres tests relacionados con el envejecimiento cognitivo. Se trata del «Rey Auditory-Verbal Learning Test«, que mide la memoria verbal y la asocia a la habilidad para memorizar y recitar palabras; del test «Digit Symbol Substitution«, que mide daños cerebrales, demencia, envejecimiento y depresión; y el test Stroop, que mide la cantidad de procesamiento adicional necesario para responder a un estímulo mientras se suprime otro.
Estos tests revelaron fuertes asociaciones entre la exposición a las dificultades económicas y el empeoramiento de las funciones cognitivas, sobre todo de la velocidad de procesamiento de información. De estos resultados los investigadores concluyen que la pobreza y las dificultades económicas percibidas pueden ser importantes contribuyentes al envejecimiento cognitivo.
Las personas que se encontraban siempre en situación de pobreza mostraron resultados mucho peores que los que nunca se encontraron en situaciones de pobreza. Se observaron además los mismos resultados entre las personas que tenían dificultades económicas.
«El mantenimiento de las habilidades cognitivas es una de las claves de la salud», comenta El Hazzouri. «Los hallazgos de este estudio abren una vía hacia el estudio del envejecimiento cognitivo. Es importante controlar cómo las tendencias en los ingresos y otros parámetros sociales y económicos influyen en los resultados de salud en este campo», concluye la investigadora.
Previamente, también se había demostrado que las desigualdades económicas provocan un aumento de los trastornos mentales e incluso reduce la memoria de trabajo.
Referencia bibliográfica:
Adina Zeki Al Hazzouri et al. Sustained Economic Hardship and Cognitive Function: The Coronary Artery Risk Development in Young Adults Study. American Journal of Preventive Medicine (2016). DOI: 10.1016/j.amepre.2016.08.009.
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