Tendencias21

Elogio de la estupidez

Ficha Técnica

Título: Elogio de la estupidez
Autor: Jean Paul Richter
Edita: Sequitur. Madrid, 2012
Colección: Clásicos
Traducción: Agustín Temes
Formato: 11 x 17
Número de páginas: 112 págs.
Encuadernación: Rústica
ISBN: 978-84-95363-98-5
PVP: 9,00 €

Para presentar Elogio de la estupidez no creo encontrar mejores palabras que las de su propio autor Jean Paul Richter el cual, con su aguda prosa y su inteligente ironía, nos destapa las propias trampas y las ajenas; aquellas que nos hace creer en el hecho de que una vez alcanzado una parcela de conocimiento, ésta nos sitúa en algún lugar desde donde mirar con lejanía los otros lugares en los que se han posado otros, tomando la apariencia de lo que nos acerca los sentidos, como absoluta verdad.

“Yo la estupidez, para mostrarme a los hombres con mi mejor aspecto lo mismo adopto la apariencia más respetable que cualquier otra. Aunque, a decir verdad, no complazco en cada momento más que aquellos que me ven con su propia forma.

Unas veces brillo en el adulador de buenos modales que, como en un cuadro, lleva todas sus cualidades en la parte externa, recibe su entendimiento como una costumbre y al elogiar los defectos del poderoso obtiene una recompensa por los suyos.

Otras veces me deslizo por el oscuro cerebro de un filósofo de escuela, propicio el nacimiento de sectas a causa de mi carácter incomprensible, demuestro el absurdo mediante conclusiones y parágrafos, y suplo con la profundidad de espíritu en el rostro la ausencia de ésta en el cerebro.

También todo prestado el bello cuerpo de una mujer; y me dejo admirar, suplicar, describirme en un poema y administrar todos los dones del espíritu que habitualmente se conceden a las bellas como contraprestación al disfrute de su hermosura.

Lo mismo canto con los gestos lánguidos de un poeta que halaga a su protector en su aniversario –con una serie de alabanzas que no le había dedicado el año anterior-, que soy el protector mismo, que paga al idiota el elogio de la Estupidez.

En otras ocasiones, voy por las alturas y desciendo sobre un eclesiástico del que, sin embargo, no revisto forma más que el domingo, a semejanza de los que se ponen ese día sus vestidos de fiesta.

Pero todas estas metamorfosis sólo me procuran, en cada ocasión, admiradores diferentes sin que ello suponga aumento en su número. Y a fin de evitar este salto continuo del elogio a la reprobación quiero demostrar en un discurso que soy la benefactora de la mayor parte de los hombres, y que es la misma estupidez la que suspira en la agonía de la santa al final de sus días que la del poeta de moda; la que exhibe el viejo teólogo cuando demuestra la sinrazón por medio de sentencias, o el pedante de escuela cuando lo hace con razonamientos, y la que experimenta la persona del candidato cuando recibe las funciones que ella distribuye en la persona del protector. ¡Ojalá que cada uno pueda dedicar a la Estupidez la admiración más grande y el más grande amor después de los que muestra hacia sí mismo! Sería yo así tan grande como Temístocles, al que cada uno de sus guerreros tenía por el más valiente después de sí mismo.”

(…) “Tal vez sorprenda que la Estupidez se haga escritora; pero seguramente sería más llamativo que la Sabiduría hiciera lo mismo.

No quisiera, por último, hacer de este prefacio una humilde plegaria expiatoria dirigida a los jueces literarios; pues en tanto que Estupidez soy aún lo suficientemente rica como para no tener que comprar, en las tiendas que venden indulgencias intelectuales, el perdón por mis pecados pasados y futuros.

Aún diría otras muchas cosas que se saldrían del tema que nos ocupa; de manera que me limitaré a lo que en realidad es el objeto de mi discurso, el cual me permito recomendar a toda la república de las letras.” Firmado, La Estupidez

Índice

Sobre Jean Paul. Hermann Hesse

Prefacio

Elogio de la estupidez

Datos del autor

Jean Paul Richter (1763-1825). El padre de Jean Paul fue un tipo serio, maestro y organista en Winsiyllandel. En 1765 se convirtió en pastor en Joditz; en 1776 consiguió un puesto mejor en Schwarzenbach an der Saale. La atmósfera protestante en casa del padre de Jean Paul marcó su infancia. Se empezó a familiarizar con las ideas de la Ilustración a través de un preminente maestro y del párroco Erhard Friedrich Vogel, proveniente de la localidad vecina de Rehau, más que a través de su padre conservador. Apartado de los centros político-literarios de su época, Jean Paul se formó de manera autodidacta, y ya a la edad de 15 poesía un amplio conocimiento sobre libros que recogió en cuadernos monográficos. En 1779 Jean Paul se cambió al gymnasium de Hof, donde conoció a su amigo íntimo Johann Bernhard Hermann, quien sería arquetipo de muchos de los personajes de sus novelas, como por ejemplo Leibgeber en Siebenkäs. Pocos meses después murió su padre, lo que propició que la familia se hundiera en una grave crisis económica.

En mayo de 1781 Jean Paul ingresó en la universidad de Leipzig, pero cursó sus estudios de teología con mucha apatía. Sin embargo, en esa época comenzó a descubrirse como escritor: después de sus primeros experimentos literarios, escribió principalmente sátiras al estilo de Jonathan Swift y de Ludwig Liscow, las cuales fueron reunidas en forma impresa en 1783 bajo el nombre de Grönländische Prozesse (Procesos groenlandeses). Sin embargo, a esta primera publicación no le siguieron éxitos posteriores. En 1784 Jean Paul tuvo que huir de sus acreedores y regresó a la casa de su madre en Hof en calidad de «fracasado». La forma cómo se sentía en esa época se puede atestiguar en su novela tardía Siebenkäs. A la pobreza opresiva de aquellos años vino a sumarse la muerte de un amigo en 1786 y el suicidio de su hermano Heinrich en 1789. Sólo cuando Jean Paul comenzó a percibir un ingreso como profesor particular a partir de 1787, su desdicha comenzó a ceder lentamente.

Jean Paul Richter, dice Hermman Hesse fue un espíritu libre y ligero, un autor genial que iba y venía vivaz entre los antagonismos, llegando, en esta tarea, más lejos que la mayoría de los autores alemanes. Fue un gran humorista cuyo humor descansaba en gran parte en una conciencia secreta de las propias debilidades, en un conocimiento profundo de la polaridad.