Tendencias21

¿Por qué están perdiendo los dioses?

La falta de fe religiosa rivaliza actualmente con las grandes religiones en número de adeptos e influencia, aseguran Gregory Paul (investigador de diversos campos) y Phil Zuckerman (psicólogo y autor entre otros libros de Invitation to the Sociology of Religion. Nunca antes las religiones hubieron de enfrentarse a tan altos niveles de incrédulos ni tuvieron la necesidad de luchar por recuperar la confianza de las masas, señalan Paul y Zuckerman.

En un artículo titulado Why the Gods are not winning (Por qué no ganan los dioses), publicado por la Fundación Edge, que promueve la discusión de mentes pensantes sobre temas intelectuales, filosóficos, artísticos y literarios, ambos autores afirman además que la religión carece en la actualidad de una estrategia efectiva que le vaya a permitir derrotar esta ausencia de fe a lo largo del siglo XXI.

Por un lado, hay un mito que va ganando terreno y que parece plausible: después de la propuesta del siglo XX de la muerte de Dios, Él ha regresado a lo grande, y multitudes de personas están teniendo un reencuentro con la fe. Sin embargo, la situación actual tiene poco que ver con este mito, que algunos mantienen: es mucho más compleja y se caracteriza por algo que nunca se había visto en la historia y que representa un serio peligro para la fe.

Decadencia de las grandes religiones

Está ampliamente documentado que la cristiandad ha decaído dramáticamente en Europa, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Japón. Esta decadencia, en concreto en Occidente, ha sido denunciada de manera regular por los líderes protestantes. En muchos lugares del mundo, las iglesias han sido convertidas en bibliotecas, lavanderías y pubs, aseguran Zuckerman y Paul, al mismo tiempo que la teoría de la evolución, contestada en algunos círculos religiosos conservadores, es aceptada en la mayoría de los países seculares.

Por otro lado, los no-creyentes han demostrado ser la mayor parte de la población, según las encuestas, en países como Escandinavia, Francia o Japón, y los centros de culto se enfrentan al peligro de llegar a un punto de decadencia sin retorno en el Reino Unido, según el sociólogo británico Steve Bruce, autor de libros como God is Dead: secularization on the West (Dios está muerto: la secularización en Occidente).

Sin embargo, otros autores, como Samuel Shah y Monica Duffy Toft, han señalado que, si bien se suponía que la religión desaparecería con la expansión de la globalización y la libertad, en lugar de eso se está experimentando un fuerte auge religioso en todo el mundo, con frecuencia determinando los candidatos ganadores de las elecciones. Para ellos, la democracia está dando voz a los pueblos, que quieren hablar de Dios cada vez más.

Religión y secularismo en el mundo

Cierto es, señalan Zuckermann y Paul, que la revisión de las WCE, o estadísticas de la religión a nivel mundial, pueden tener diversas lecturas, pero también que reflejan que, en el siglo XX, el número de personas no-religiosas aumentó de los 3,2 millones de 1900 a los 697 millones de 1970 y los 918 millones en 2000. Igual de meteórica ha sido la expansión del secularismo: agnósticos y ateos pasaron de un 0,2% de la población mundial a crecer en 8,5 millones de nuevos adeptos anualmente, hasta alcanzar los mil millones.

Según estos autores, el florecimiento de las grandes religiones es un mero espejismo, salvo en el caso del Islam, que parece que, de ser la religión de una octava parte de la población, llegará a convertirse en la fe de una quinta parte de la población mundial en 2050. Para Paul y Zuckerman, esto es debido a que los países musulmanes carecen en general de sistemas democráticos y siguen creciendo demográficamente más que los países laicos.

Por otro lado, China nunca ha sido especialmente religiosa, y se convirtió en atea con el comunismo. Esta tendencia se ha acentuado con el actual desarrollo del consumismo en sus fronteras, por lo que la población religiosa (en su mayoría budistas y taoístas) es actualmente menos de un tercio de la población adulta.

Tercer mundo

En países en vías de desarrollo y en el tercer mundo, la devoción religiosa de las masas aún es fuerte, pero incluso allí existe la preocupación teísta. México, por ejemplo, se liberaliza cada vez más, con nuevas leyes pro-abortistas y por los derechos civiles de los homosexuales, mientras salen a la luz los escándalos ocurridos en el interior de algunas confesiones.

En cuanto al Islam, un tercio de los turcos creen que la religión no tiene una gran importancia en sus vidas, y los iraníes jóvenes de las ciudades se han ido secularizando en respuesta a la corrupción de los Mulás. En Asia, el 40% de los ciudadanos de una próspera Corea del Sur no creen en Dios, y sólo una cuarta parte de la población (en su mayoría cristianos evangelistas) se considera muy religioso.

El contrate es Estados Unidos, único país occidental donde dos tercios de la población cree en Dios y nueve de cada diez individuos creen en algún tipo de poder superior. Pero, incluso aquí, el fenómeno de las grandes iglesias es ilusorio, creen Zuckerman y Paul, porque se utilizan métodos como poner cruces en los estadios deportivos, construir iglesias que cuentan con tecnología punta y se hacen esfuerzos desesperados por satisfacer a las audiencias de los medios de comunicación.

De cualquier forma, en este país, los ateos son actualmente 30 millones de personas, la mayor parte con alto nivel educativo y altas rentas, y superan en número a los judíos, musulmanes y mormones americanos juntos. Hay mucho más ateos que baptistas y se “reclutan” más escépticos que evangélicos.

Fe y miedo

La extensión del racionalismo norteamericano se nota en los éxitos editoriales recopilados por libros radicalmente ateos como el de Sam Harris (The End of Faith o de Richard Dawkins «The God Delusion», al que ya le hemos dedicado un [artículo.

En definitiva, ninguna de las grandes religiones alcanza actualmente, según Paul y Zuckerman, una expansión generalizada, y la falta de fe en lo sobrenatural sólo podría alcanzar tasas extraordinarias de superación a través de la conversión voluntaria de la gente.

Según estos autores, se espera que en los países del segundo y tercer mundo, donde la riqueza se concentra en una élite y las masas se empobrecen cada vez más, la población se siga refugiando en el consuelo de la fe.

En el primer mundo, en cambio, en el que la población disfruta de diversas ventajas, como el acceso a la sanidad y la educación, esta situación reduce dramáticamente la necesidad de los individuos en creer en fuerzas naturales que los protejan de las calamidades de la vida.

No es el caso de Estados Unidos, donde, a pesar de tener una extensa clase media, educada, y que vive en el confort, la fe sigue presente, independientemente del importante número de ateos. Paul y Zuckerman señalan que esta población aún se siente en peligro a pesar de sus circunstancias: los despidos arbitrarios de trabajos fijos, la pérdida de los seguros médicos (las facturas médicas son la principal causa de ruina en las familias norteamericanas), las deudas excesivas derivadas de la lucha por la riqueza, etc. son razones para vivir asustados.

En conclusión, afirman los autores, la motivación para creer o no creer depende más de la economía que de la reflexión deliberada. Cuanto más proporciona un país seguridad física y financiera a sus ciudadanos, menos devotos religiosos parece tener. Las fuerzas sobrenaturales alivian sus ansiedades y miedos. Es probable que algo se pueda hacer para modificar este patrón humano fundamental.