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Transgénicos prosperan entre pragmatismo y daños colaterales

Los publicistas de la corporación suiza Syngenta estaban inspirados en 2003 cuando bautizaron al Cono Sur americano (Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay) como la “República Unida de la Soja”. En esta “república” hay más de 46 millones de hectáreas de monocultivos de soja transgénica, fumigadas con 600 millones de litros de glifosato y responsables […]

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Un niño observa una marcha de rechazo a Monsanto en la localidad cordobesa Malvinas Argentinas. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS

Por Fabiana Frayssinet
BUENOS AIRES, May 19 2014 (IPS)

Los publicistas de la corporación suiza Syngenta estaban inspirados en 2003 cuando bautizaron al Cono Sur americano (Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay) como la “República Unida de la Soja”.

En esta “república” hay más de 46 millones de hectáreas de monocultivos de soja transgénica, fumigadas con 600 millones de litros de glifosato y responsables en gran medida de una deforestación anual de 500.000 hectáreas en la última década, según estimaciones de la organización no gubernamental GRAIN.

La expansión de la biotecnología agrícola privada en América del Sur se da de la mano de gobiernos catalogados como progresistas, y aviva un debate entre quienes la ven como un avance científico y económico y quienes resaltan sus daños sociales, ambientales y políticos.

El gran despliegue de las empresas mundiales del sector comenzó en 2003 y se reafirmó en 2012, cuando gran parte de los países del Cono Sur tenían gobiernos formalmente críticos del neoliberalismo y promotores de la injerencia del Estado en aspectos sociales, educativos, sanitarios y económicos.

Pero en las dos potencias agrícolas de la zona, Argentina y Brasil, hay una implantación masiva de cultivos transgénicos, con un alto uso de pesticidas.

Esto se relaciona “con la creencia ciega de sectores progresistas en los avances de la ciencia y la tecnología como proveedores de bienestar y progreso”, dijo a Tierramérica el portavoz de GRAIN Latinoamérica, Carlos Vicente.

“No se cuestiona el poder corporativo que las impulsa, ni se analizan sus impactos socioambientales”, añadió.

Se suma un factor “pragmático”, es decir “la alianza con el agronegocio para mantener la gobernabilidad”, especialmente en Argentina, donde los impuestos a las suculentas “exportaciones de soja son una importante fuente de ingreso para el Estado”, opinó Vicente.
Soja concentrada