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Un film discutible desde el ateismo, el agnosticismo y el cristianismo

En otro artículo de tendencias21 se da cuenta de las circunstancias y contenido de la interesante película What the Bleep do we know, que ha sido exhibida también en salas comerciales españolas en versión subtitulada Y tú, ¿qué sabes?.

Se trata de una película reportaje montada sobre un ligero argumento que da pie a la presentación de resultados científicos, principalmente mecánica cuántica, pero también biología, neurología y cosmología, que son establecidos como fundamento a favor de la espiritualidad del New Age en sus dos polos de libertad creativa y unidad cósmica, con perfiles de teología budista y teología del proceso.

Realizado con muchos medios, el film presenta un montaje dinámico que arrastra momentos de reflexión bien introducidos en las entrevistas a científicos y muy buenos efectos especiales, pero es un film que será discutido tanto por aquellos que se sitúan en la increencia (tal es el caso de muchos científicos) como por quienes viven sus creencias desde las grandes iglesias cristianas, bien sean católicos, anglicanos, luteranos, baptistas, etc.

El argumento de la película es muy sencillo, aunque compleja su lectura de fondo. La historia sigue tramos de la vida cotidiana de Amanda, protagonista del film, personaje con aparente sordomudez leve, atormentado y que vive su vida en la pesadumbre interior de la oscuridad y del sin sentido.

Visiones de la realidad

Pero, de forma impuesta como por un Gran Maestro que gobierna el curso de sus imágenes, van apareciendo ante Amanda una serie de visiones en que la realidad se transfigura para conducirla poco a poco a una iluminación (enlightment) que responde al sentido de la vida en el New Age.

Intercalándose en esta narrativa van introduciéndose declaraciones breves de científicos que tratan de explicar o dar la clave de las en apariencia cuasi-virtuales visiones de Amanda. Pero las explicaciones no están dirigidas a Amanda, sino al público que sigue desde fuera la película.

La pregunta de que se parte y que Amanda se formula de entre las sombras de su mente atormentada es directa: ¿qué es la realidad? Esta se percibe de una forma superficial que induce a sentirnos atrapados en ella de una forma determinista y opresora, ante la que no podemos reaccionar.

Esta sensación es una parte del hundimiento psicológico que Amanda sufre. Sin embargo, el primer paso para la iluminación liberadora es advertir que la realidad no es nada, sino pura posibilidad o posibilidades cuya constitución depende del observador. Este puede así liberarse creando su propia realidad.

Esta insustanciación de la realidad (de ecos indudablemente budistas) conduce a entender la vida como un proceso creador de posibilidades por la libertad. Es precisamente la imagen del mundo en la mecánica cuántica la que nos hace hoy comprender, según la ideología del film, que la realidad no es nada sin el observador, que de esta forma se constituye en creador o configurador libre de la realidad.

Libertad creativa e indeterminación cuántica

Frente al universo mecánico-determinista de la física clásica (que fue en último término el universo de Einstein) parece comúnmente admitido que la mecánica cuántica nos ha hecho entrar en niveles más hondos de conocimiento que, también para muchos, permiten un marco físico más favorable para entender la indeterminación de la conducta animal y humana (en definitiva, la libertad del hombre).

¿Por qué esto es así? No todos lo ven igual. Pero, ciertamente, la forma en que el film presenta (ya que no la argumenta) la imagen del mundo en la mecánica cuántica es, al menos, muy discutible: hasta el punto de que la mayoría pensarían que no responde al modelo estándar del mundo real en la física moderna.

El punto fundamental es que la realidad no exista sin el observador. La física distingue hoy dos niveles de realidad: el microfísico fundamental y el macrofísico de nuestra experiencia cotidiana. Cómo el segundo se produce desde el primero sigue siendo todavía hoy un problema para la física.

En el mundo microfísico la materia tiene propiedades extrañas, como son la coherencia y la superposición cuánticas (véanse los artículos de Mario Toboso en Tendencias21 del 12/05/06 y del 20/05/06.

Digamos sólo que la “coherencia” es la capacidad de que las partículas se fusionen en un campo vibratorio único y que la “superposición” es la propiedad de que la materia esté al mismo tiempo en una multitud de estados posibles o “superpuestos”.

Pero ciertas condiciones producen que uno de esos estados quede “colapsado” (colapso de la función de ondas). La evolución no sólo ha producido la materia primitiva (o bosónica), sino la materia llamada fermiónica (como protones y electrones) en que no se produce la coherencia cuántica. Los fermiones han producido el mundo macroscópico que vemos: se estructuran sin fusionarse organizando la coexistencia de orbitales propios para las partículas de los átomos o moléculas.

Una realidad sin observador

La física moderna nos hace entender que una roca de granito en la montaña existe independientemente de que haya o no un observador, si bien en los orbitales de los electrones que forman su estructura las partículas estén quizá en superposición cuántica y no podamos afirmar su identidad en el tiempo. Cuando un excursionista llegue a esa roca y la observe, entonces su percepción nacerá de la interacción sujeto-objeto: la percepción de la roca será creada por el sujeto, pero no su realidad.

La teoría de John A. Wheeler sobre el papel del observador (conciencia) en la mecánica cuántica no ha pasado de ser una extravagancia teórica de un gran científico. Argumentos como los del médico Joe Dispenza en la película, aduciendo el hecho de que la activación de las áreas neuronales en tiempo real y en el recuerdo sean las mismas para probar que la realidad sólo existe o es creada en nuestras mentes, es otra extravagancia teorética muy difícil de admitir.

Desde el big bang se ha producido, pues, un mundo macroscópico que existió durante miles de millones de años sin observadores. Es un mundo de eventos microfísicos indeterminados entreverados en la persistencia de las estructuras macroscópicas en evolución. Además, en este mundo clásico macroscópico quedan abiertos ámbitos de caos e indeterminación clásica que podrán suceder o no.

Las posibilidades de botar la pelota en una cancha de baloncesto (como la que sale en el film) son infinitas: pero sólo se cumplirán las que decidan la voluntad de los jugadores.

Origen cuántico de la libertad creativa

Los seres humanos tienen un cuerpo producido en la evolución del mundo macroscópico clásico, y sometido a sus ámbitos de necesidad determinista inevitables. Sin embargo, si la hipótesis Hameroff-Penrose fuera correcta, entonces la vida habría ido creando ciertos lugares o, digamos, espacios cuánticos (microtúbulos) donde la materia bosónica entraría en coherencia cuántica y donde estaría también en estados de superposición cuántica.

La conciencia y la actividad psíquica consciente iría unida al proceso de “reducción objetiva” (Penrose), en el que el estado de superposición colapsaría en un estado concreto. La conexión bottom up del mundo clásico actuando sobre el nivel cuántico, y viceversa, o sea top down, es hoy una hipótesis abierta, heurística, que podría conducir a entender mejor el soporte físico que permitiría explicar tanto el indeterminismo-libertad de la conducta animal-humana, como el holismo de la experiencia psíquica (por ejemplo, la visión en un campo o patrón de luz).

Sólo en este sentido la mecánica cuántica permite abrir nuevas vías heurísticas para entender cómo el mundo del psiquismo pudiera haberse producido. Pero la libertad creativa (que ciertamente permite que el hombre modele sus posibilidades y cree su propia vida en libertad) está irremediablemente sometida a las constricciones del mundo macroscópico real regido por la determinación, aunque dejando abiertos “bucles” internos de indeterminación.

La libertad creativa del hombre está muy limitada. No es el “reino de jauja”, del que pretende hablarnos la película haciéndonos entrar en un mundo literario-sugerente de ficción que, si induce a gente a creérselo como real, podría ser un fraude (aunque con la mejor intención).

En una escena se habla de cómo la bendición de un monje budista cambió la estructura molecular interna del agua. En varios momentos del film se repite la pregunta de fondo: si esto pasó con el agua, ¿qué no podrá hacer tu pensamiento con tu cuerpo si el ochenta por ciento del cuerpo es agua?

Este tipo de consideraciones son ciertamente extravagantes para la ciencia física estándar y, a la mayoría, no le sonarán a “serias” (ver la web del Dr. Masaru Emoto y la del profeta Ramtha, cuyo “medium” interviene en la película)

Holismo cósmico y religión

La primera parte del filme está dedicada a argumentar la libertad creativa desde la mecánica cuántica. La segunda se centra en presentar una visión holística del universo: ésta es una unidad de la que el hombre brota y se integra armónicamente, hasta el punto de que la plenitud de la vida sólo se consigue si somos capaces de liberar nuestras elecciones para que estas se dejen llevar hacia esta unidad y goce de las posibilidades que ofrece la vida cósmica en armonía. Vislumbrar esta felicidad es la “iluminación”.

El mal consiste en todo aquello que corta nuestras opciones hacia esas posibilidades enriquecedoras de unión cósmica. El film explica a su manera qué son las “adicciones” como la forma más grave de desorientar nuestras opciones.

El ejemplo estelar de adicciones se ofrece en la escena de la boda polaca, donde esos “buenos jóvenes católicos” se presentan presa de la adicción tanto a un pensamiento arcaico como a impulsos primitivos (hasta el novio en el mismo banquete nupcial no puede reprimir “trabajarse” a una de las damas de honor del séquito de la novia).

¿Qué es entonces la religión? ¿Quién es Dios? Dios, la religión, la misma espiritualidad, no son otra cosa que el dejarse llevar por el goce de esta unidad cósmica. Todos somos Dios, llega a decir el guión: a través de la opción de posibilidades creativas en nuestra vida formamos parte de un Dios que es proceso (tal como considera la filosofía y teología del proceso americana, derivada del pensamiento de Alfred N. Whitehead).

Un film discutible

Es claro que el New Age tiene derecho a presentar su ideología religiosa; también es claro que no puede exigirse un nivel profundo de explicación a un film de esta naturaleza, aunque incluya entrevistas a científicos.

Muchas de sus afirmaciones tienen un contexto más profundo en teología budista o en los autores de la teología del proceso; no cabe duda de ello. Pero no es menos claro que sus tesis estarán en seria desintonía tanto con el ateísmo o el agnosticismo, como con el cristianismo.

La coherencia o la superposición cuántica, así como sus fenómenos holísticos, que pudieran facilitar la explicación científica del soporte físico de propiedades psíquicas como la libertad o la experiencia holística, son algo muy serio. Es verdad que dan una visión del universo más cercana al pensamiento religioso. Pero la imagen cuántica del universo puede ser integrada también en una interpretación atea o agnóstica del universo.

El cristianismo no considera que la vida sea un camino de rosas en que sólo la adicción cierre el camino a la integración en la unidad del Cosmos. El mal no es sólo la adicción, sino la ontología de un mundo macroscópico determinista que oprime al hombre, limita sus posibilidades hasta producir finalmente la enfermedad y la muerte.

La apertura a la liberación final en la unidad del universo, en la religión cristiana, depende de la apertura a un Dios personal y transcendente, oculto y en silencio ante el mal de un mundo que arrastra una determinación que oprime al hombre, pero del que se espera una liberación más allá de la historia.

Cristianismo es siempre, en todas las grandes confesiones cristianas, la apertura a la plenitud a través de la admisión del misterio de Cristo (ver el artículo La teología de la ciencia, nueva propuesta para la comprensión del mundo: su muerte (anonadamiento ante el mundo) y su resurrección (la liberación futura).

La película no menciona a Cristo: sólo en un momento menciona a “los Jesús” en el mismo nivel de “los buda”. Y en este sentido no ofrece ningún elemento para considerarla un film cristiano. Es un film, como hemos señalado, de esa espiritualidad difusa y cósmica que se conoce hoy como el New Age. Pero como espiritualidad libre y creativa debe ser respetable por todos, y mucho más por los creyentes y por los cristianos.

Guillermo Armengol es miembro de la Cátedra CTR.