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Una nueva ciencia, la neuroeconomía, estudia las decisiones económicas humanas

El ser humano no actúa ni racional ni eficientemente cuando se trata de dinero. Sus decisiones financieras no se basan en la razón, sino que en ellas suelen entrar en juego elementos más incontrolables como son los sentimientos o las intuiciones.

Estas “fragilidades” humanas son absolutamente impredecibles y, hasta el momento, no se habían tenido en cuenta a la hora de analizar los procesos económicos. Últimamente, sin embargo, algunos neurocientíficos están centrando sus investigaciones precisamente en esos sentimientos o intuiciones, dando lugar a un nuevo campo de estudio llamado “neuroeconomía”.

La neuroeconomía estudia el cerebro humano mientras toma decisiones de carácter económico y, basándose en las fluctuaciones de las neuronas, entre otras cosas, expresa sus descubrimientos en ecuaciones susceptibles de ser usadas por los economistas.

Esta nueva disciplina, que ya es considerada una auténtica revolución, debería proporcionarnos una teoría al respecto de cómo la gente actúa ante situaciones económicas.

La caja negra

La mayor parte de los economistas no basan sus teorías en comportamientos reales de las personas, sino que estudian versiones idealizadas del comportamiento humano. Nuestro cerebro, sin embargo, es una auténtica “caja negra” en la que estarían algunas de las claves de cómo funciona la economía a escala global.

Para explorar la toma de decisiones económicas, los investigadores estudian los cerebros de la gente mientras éstos juegan a varios ejercicios desarrollados por economistas experimentales. Estos ejercicios se centran en la confianza o el riesgo.

Los investigadores, en lugar de observar el comportamiento del sujeto, usan tecnologías de la imagen (resonancia magnética) para ver que zonas del cerebro están activas durante esos experimentos.

Uno de los juegos es el del “ultimátum” y ha sido estudiado por el Dr. Jonathan D. Cohen, profesor de neurociencia cognitiva en la universidad de Princeton, Estados Unidos. Los resultados de este estudio han sido publicados recientemente por la revista Science.

El juego de los 10 dólares

El Dr. Cohen y su equipo tomaban imágenes del cerebro de la gente que lo jugaba. El juego consiste en lo siguiente: el jugador A tiene 10 dólares y puede ofrecer la cantidad que quiera al jugador B. Si el jugador B acepta el ofrecimiento, el dinero se reparte, pero si no es así ninguno de los dos jugadores obtendrá nada.

La mayoría de los jugadores que encarnaba el papel B rechazaban ofertas de dos y tres dólares, prefiriendo penalizar al jugador A antes que sentirse engañado. Esto, evidentemente, va en contra de la lógica económica, que diría que es mejor quedarse con algo que perderlo todo, afirma el Dr. Cohen a The New York Times.

Las imágenes del cerebro mostraban que, cuando los jugadores aceptaban, un circuito situado en la parte frontal de su cerebro, que soporta el pensamiento deliberativo, se ponía en funcionamiento.

Sin embargo, cuando rechazaban la oferta, la ínsula –que vigila los estados del cuerpo, incluido el disgusto- dominaba el circuito frontal. Cuanto más fuerte era ese dominio, con más rapidez el jugador rechazaba la oferta.

Juegos en red para estudiar miles de cerebros

[Los economistas pueden usar este descubrimiento para cuantificar la contribución de la emoción y la deliberación en la toma de decisiones]i, asegura el Dr. Cohen.

Por el momento los descubrimientos de la neuroeconomía dicen más respecto a individuos o pequeños grupos de personas que respecto a mercados o economías. Sin embargo, ya hay iniciativas para estudiar muchos cerebros en escáneres unidos a través de Internet mientras juegan a uno de estos juegos económicos.

Es, por lo menos, la idea del Dr. Colin Camerer, un economista del Instituto Tecnológico de California, autor del libro “Behavioral Game Theory” y de un completo artículo que resume en qué consiste y el estado actual de este nuevo campo de estudio.

La toma de decisiones en la bolsa, por ejemplo, está hecha por millones de cerebros. Eventualmente, sería posible estudiar grupos de cerebros para analizar, por ejemplo, el misterio de la formación y destrucción de una “burbuja” financiera o las razones por las que un inversor sigue gastando dinero aunque la bolsa esté bajando.

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