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El aura puede ser un fenómeno cerebral

El aura es un reflejo de luz y color que supuestamente desprenden los cuerpos, apreciable a simple vista sólo por algunas personas. Sobre el aura no existe una evidencia científica concluyente, si bien diversos artículos han relatado en los últimos años experimentos, realizados con instrumentos especialmente sensibles, en los que se habrían detectado indicios de campos energéticos diminutos alrededor del cuerpo humano.

Sin embargo, una investigación realizada ahora por un equipo de investigadores del University College londinense, dirigido por el doctor Jamie Ward, ha establecido que la visión de halos o auras alrededor de los cuerpos humanos, puede deberse a un simple fenómeno de sinestesia o de mezcla de los sentidos.

Según esta investigación, publicada en Cognitive Neuropsychology, la percepción de auras de luz y colores en torno a los objetos no tiene que ver necesariamente con supuestos "campos de energía", sino que puede estar relacionada también con una enfermedad que provoca confusión de los sentidos y que lleva a algunas personas a "ver" sonidos, "escuchar" colores o "saborear" formas.

La sinestesia es una enfermedad neurológica reconocida como tal desde 1970 que se caracteriza por un disfuncionamiento de los sentidos, particularmente de la visión. Entre otras manifestaciones, esta enfermedad lleva a las personas a ver halos de color emanando de los cuerpos humanos, de los objetos e incluso de las palabras impresas sobre un papel.

Campos energéticos… o no

Lo que ha establecido el estudio británico, tal como se explica en un comunicado del University College, es que las personas sinestésicas pueden ver colores en respuesta a personas a las que conocen o como reacción a palabras como "amor" u "odio". Por lo tanto, esos colores no reflejan siempre los supuestos campos energéticos que emiten los organismos, sino que son creados por el cerebro de la persona que ve el halo.

El estudio describe el caso de una joven, identificada sólo por sus iniciales (GW), que veía diferentes colores como reacción a personas que ya conocía. Oír sus nombres ya era suficiente para tener esa sensación.

Los nombres provocaban la aparición de un color que cubría todo el campo de visión de GW, y las personas en cuestión parecían irradiar un aura coloreada. Las palabras asociadas a emociones positivas provocaban la aparición de colores como el rosa, el naranja o el verde, mientras que las que evocaban algo negativo suscitaban otros colores como el negro, el marrón o el gris.

Según estudios que datan de 1966, una de cada dos mil personas es sinestésica, aunque algunos sondeos indican una proliferación mucho mayor de ese fenómeno, ya que muchas personas pueden padecer esta enfermedad y no reconocerla como tal al pensar que los demás ven lo mismo que ellas.

Sinestesia y creatividad

Algunos científicos, como Vilayanur Ramachandran, de la Universidad de California en San Diego, creen que la sinestesia está relacionada directamente con la creatividad, ya sea en la poesía, las artes plásticas o la literatura, tal como explican Ramachandran y E.M. Hubbard en el artículo Synaesthesia—AWindow Into Perception, Thought and Language.

En su opinión, la habilidad humana para relacionar sonidos y objetos puede estar en la base del lenguaje: consideran que la relación entre los sentidos del oído y de la visión pudo haber constituido un paso importante hacia la creación verbal.

Los intentos por explicar los episodios de sinestesia han sido numerosos, si bien no se ha alcanzado todavía ninguna conclusión definitiva. La Universidad de Granada, en España, desarrolla una importante labor de investigación sobre la sinestesia, que también relaciona la visión de colores con la naturaleza de las emociones percibidas.

La revista Nature cita al neurólogo de Washington, Richard Cytowic, autor de un libro sobre sinestesia, para señalar también que la emoción, tal como indican sus colegas británicos y españoles, forma parte realmente de los fenómenos de sinestesia. Cytowic aclara que, si bien la sinestesia puede explicar la percepción del aura, esta suposición no agota otras posibles explicaciones, aunque no deja de ser a sus ojos una propuesta interesante.

Conexiones neuronales defectuosas

Por lo general, los neurólogos relacionan la sinestesia con una serie de conexiones neuronales defectuosas que se habrían originado en la infancia. Dos zonas del cerebro próximas entre sí aparecen relacionadas con esta enfermedad: la parte del córtex asociada a las emociones y la región denominada V4, que descarga sus células cuando está expuesta a colores diferentes.

Sin embargo, las causas de la sinestesia siguen siendo desconocidas y su estudio resulta muy complicado, ya que es imposible medir lo que una persona asegura que está viendo.

La pista genética es otra posible explicación. Phil Merikle, del centro de investigaciones sobre la sinestesia de la Universidad de Waterloo (Ontario), considera que todos somos sinestésicos al nacer, pero que esas supuestas conexiones neuronales defectuosas se resuelven con la edad, a medida que el niño va realizando asociaciones.

En cualquier caso, la investigación británica viene a sumarse a este esfuerzo por conocer si realmente existe un campo energético en torno a los cuerpos y si la percepción de este campo que algunas personas manifiestan, es real o una mera creación subjetiva.

Persisten las dudas

La investigación británica es frágil y necesitará de nuevas comprobaciones, si bien debe ser considerada como una referencia básica para profundizar en el conocimiento del cerebro y de sus mecanismos, así como para el estudio sobre los posibles campos energéticos que supuestamente rodean a los cuerpos.

Estas investigaciones se remontan a mediados del siglo XX. El campo biomagnético del corazón fue medido por primera vez en Nueva York en 1963. Gerhard Baule y Richard McFee, del Departamento de Ingeniería Eléctrica del la Universidad de Syracuse, detectaron el campo biomagnético proyectado por el corazón humano.

Para conseguirlo usaron dos rollos de hilo metálico, cada uno con 2 millones de vueltas, conectados a un amplificador, tal como explicaron en su emblemático trabajo “Detection of the magnetic field of the Heart” (Am Heart J. 1963;66:95-96), referenciado posteriormente por todas las investigaciones desarrolladas sobre los cambos biomagnéticos.

Por la misma época, un descubrimento llevó a Brian Josephson a conseguir el premio Nóbel: con la ayuda del SQUID Magnetomer, un invento suyo, Josephson fue capaz de detectar diminutos campos biomagnéticos asociados con las actividades fisiológicas en el cuerpo. Su trabajo está magníficamente recogido en el Physics Now elaborado por eminentes físicos del International Union of Pure and Applied Physics.

En 1970, David Cohen, Associate Professor of Radiology de la Harvard Medical School, usando también un medidor SQUID magnetometer, confirmo los resultados. Un total de 16 científicos han sido galardonados hasta ahora con el Premio Nobel por sus contribuciones al conocimiento del biomagnetismo.

Campos eléctricos

Por otro lado, se sabe desde hace años que las células y los tejidos tienen propiedades eléctricas que pueden ser detectadas. Entre los años 1920 y 1930, un investigador en la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale, Harold Saxon Burr, propuso en su libro “The Fields of Life: Our Links With the Universe” (New York: Ballantine Books, 1972) la teoría de que incluso las enfermedades podían ser detectadas en el campo energético del cuerpo antes de que se manifestaran físicamente.

En Rusia, la investigación científica acerca del campo biomagnético ha conducido a algunos descubrimientos, no exentos de polémica. Uno de ellos es la Cámara Kirlian, que supuestamente capta este campo cuando una parte del cuerpo entra en contacto con una placa fotográfica, la Gas Discharge Visualisation machine (GDV), inventada por el Dr, K. Korotkov. Sobre las posteriores repercusiones de estos trabajos puede verse el Bulletin of the Georgian Academy of Sciences.