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El resurgimiento religioso tiene su origen en la crisis de nuestra civilización

Alexander Saxton, antiguo profesor de historia de la universidad de California, en los Ángeles, y autor de diversos libros sobre religión y sociedad como The Rise and Fall of the White Republic: Class Politics and Mass Culture in Nineteenth-Century America , acaba de publicar un nuevo titulo Religion and the Human Prospect en el que analiza la polarización religiosa masiva a nivel mundial del último cuarto de siglo.

Con esta motivo, Saxton ha sido entrevistado por la también escritora Roxanne Dubar-Ortiz para la revista MRZINE. En esta entrevista, Saxton señala que entre la aparición de la Ilustración en el siglo XVIII y el final de la Segunda Guerra Mundial se dio una etapa de secularismo o laicismo en el mundo, reflejado en el marxismo, en las políticas socialistas, el cientificismo etc., que pareció haber dejado atrás las ideas religiosas de la sociedad.

Sin embargo, añade, las ideas religiosas permanecieron latentes, más entre las clases trabajadoras que entre las clases sociales altas, que se adaptaron mejor al escepticismo y al cientificismo característicos de esos años, a pesar de que también ayudaron a mantener las jerarquías eclesiásticas que propagaban la religión entre las clases bajas.

¿Por qué se ha producido entonces una explosión de la fe en el mundo moderno? Según Saxton, en términos históricos, la devastación y el sufrimiento causados por la Segunda Guerra Mundial, la Gran Depresión estadounidense y las fuertes crisis sociales consecutivas, han llevado a la gente a pensar que el “progreso” secular y tecnológico no nos conducirá a otra cosa que al desastre.

Ante esta situación, el ser humano puede escoger dos vías: o bien culpar al capitalismo de todos los problemas y tratar de mejorar las cosas desde la política, o bien atribuir los males del mundo moderno al secularismo y a la falta de fe, buscando una dirección más “espiritual”.

Tanto las instituciones religiosas y las jerarquías eclesiásticas, como las clases sociales altas del capitalismo, tienden a estar a favor de esta segunda alternativa, según Saxton. Por el contrario, la élite científica intenta asimilar la experiencia religiosa a la experiencia empírica, tratando así de igualarlas.

Una necesidad religiosa que no es nueva

Saxton señala que este “despertar” religioso no es nuevo, sino que lleva al menos medio siglo gestándose. Poco tiempo en comparación con la etapa de secularismo anterior, que duró dos siglos, pero esos cincuenta años de “preparación” señalan que el resurgimiento de la religión no es un fenómeno superficial, sino un aspecto de un cambio histórico profundo.

Pero existe una diferencia entre el antes y el después de este “despertar”: en la década de los cincuenta, sucedieron cosas como la Teología de la Liberación en Latinoamérica, el movimiento por los derechos civiles del protestantismo afroamericano, o la heroica dedicación que terminaría con el apartheid en Sudáfrica.

Estos movimientos con base religiosa fueron políticamente progresistas, pero, en la actualidad, los “despertares religiosos” de la primera década del siglo XXI parecen todo lo contrario: movimientos represivos, fundamentalismo protestante e islámico, etc, que según Saxton demuestran que la religión puede oprimir o liberar.

La fe y la capacidad de adaptación

¿Por qué los fundamentalismos religiosos de nuestra época? Saxton explica que los fundamentalismos actuales no proceden del simple hecho de que se tenga fe en un solo Dios, sino más bien de pensar que los credos particulares de cada religión proceden de una revelación divina última, absoluta y eterna, esto es, inamovible.

En este punto la religión choca frontalmente con la ciencia, que continuamente ha de revisar sus propios supuestos. Se da por eso una especie de “dicotomía entre ciencia y religión” que, para Saxton, no explica cómo han funcionado realmente las creencias religiosas a lo largo de la historia de la humanidad, ni porqué éstas son no-razonables y no-científicas.

Según Saxton, cualquier estudioso de la religión debe explicar cuál es su origen y por qué se vuelve universal. Es una labor difícil, porque su origen se remonta a mucho antes de las primeras evidencias históricas de su aparición, pero se pueden construir hipótesis, la más persuasiva de ellas, en opinión del autor, es la que señala que los humanos, definidos como simples animales con conciencia, debemos, a diferencia de otros seres, confrontar la muerte como permanente intruso. El terror a la muerte parece para Saxton la principal causa de la aparición de la necesidad religiosa.

Esta explicación no es nueva, pero en nuestra época gana de nuevo vigencia por la idea de la biología evolucionista de la “capacidad de adaptación”. El acceso privilegiado a un poder sobrenatural –simplemente la fe- aumentaría las posibilidades de supervivencia para los creyentes, considera Saxton.

Guerras santas y catástrofe global

Esto parece contradecir la violencia arrasadora típica de los fundamentalismos, pero Saxton señala que la fe se aplica también para alcanzar la dominación, que serviría para salvar y conseguir que sobreviva la parte que ataca. Por razones de evolución cultural, los enemigos siempre son percibidos como el demonio, asegura Saxton. El resultado: disputas económicas y políticas en nombre de guerras sagradas y cruzadas.

Saxton concluye que el cambio en las creencias religiosas es irreversible porque la religión no puede realizar más una función meramente adaptativa de la especie humana. De hecho, se está volviendo destructiva por razones de peso: a partir de la Segunda Guerra Mundial, se sabe que las armas de destrucción masiva pueden acabar con la vida en la Tierra. Además, los recursos terrestres se agotan, nuestra posibilidad de supervivencia se tambalea… y las religiones se vuelven disfuncionales.

Según se van consumiendo los recursos, la lucha por ellos se intensifica. La religión, bajo la consigna de la lucha contra el “Eje del Mal” (en realidad, aquellos que tienen lo que deseamos tener para poder sobrevivir), legitima el uso de armas de destrucción masiva. Mientras tanto, los esfuerzos científicos se centran en salvar nuestro planeta a partir de la cooperación internacional y la expansión de nuevas fuentes de energía.

Saxton ha intentado con su obra señalar, en primer lugar, la necesidad de explicar a los no creyentes por qué la religión se percibe como destructiva y disfuncional actualmente. En segundo lugar, destaca que no importa vencer en el debate sobre las religiones, sino asegurar la supervivencia humana y la del resto de las especies terrestres.

En tercer término, hay que intentar que cualquier creyente o no creyente se convierta en un cooperador: los creyentes no están más a salvo que los ateos de las consecuencias de nuestros actos sobre el mundo. Sólo teniendo en cuenta que la supervivencia depende ahora de la cooperación, no de la lucha, podremos afrontar la crisis del siglo XXI, la catástrofe global que se avecina.