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El ser humano sigue siendo una criatura religiosa

Nicholas Wade, periodista científico del New York Times, acaba de publicar un libro titulado “The Faith Instinct” (El instinto de la fe), en el que, según el propio autor, se presenta un “novedoso enfoque sobre la religión”.

La obra explora los orígenes evolutivos del comportamiento religioso en los humanos primitivos y traza el desarrollo cultural de la religión desde sus orígenes hasta la actualidad, explica Wade en su blog.

Sin opinar sobre la presencia o la ausencia de fe o sobre la existencia de Dios, el libro se centra, por tanto, en analizar el comportamiento religioso humano y, en especial, el valor de éste en las primeras sociedades humanas, y también en las sociedades posteriores.

Por otro lado, en su obra, Wade analiza cuál sería el futuro posible de las religiones en el contexto de las sociedades modernas.

Ventaja para la supervivencia

Las argumentaciones del libro están basadas en las evidencias empíricas sobre la religiosidad humana, recogidas hasta el momento por la antropología, la arqueología y la genética.

A partir de dichas evidencias, señala Wade, la obra concluye que el comportamiento religioso –cuyo origen se remonta a hace 50.000 años o quizá mucho más- habría sido favorecido inicialmente por la selección natural, dado que constituyó una ventaja para la supervivencia, en los primeros grupos humanos.

Wade explica que la religiosidad de los humanos primitivos, que vivían como cazadores y recolectores, experimentó una profunda transformación cultural a medida que se fueron formando los primeros asentamientos sociales de nuestra especie.

Entonces, los ritos religiosos se transformaron, pasando de las danzas comunitarias que duraban varias jornadas, a las celebraciones de la primavera y de las cosechas de las antiguas sociedades agrícolas. Posteriormente, fueron llegando formas de religiosidad más similares a las actuales.

Moralidad y religión

“The Faith Instinct” traza el contexto histórico en que surge el judaísmo, el cristianismo y el Islam, y analiza cómo la religión ha mantenido muchos de sus antiguos cometidos, incluso en las sociedades modernas.

Uno de estos cometidos, compartido con la moralidad, es el de proporcionar un orden y una cohesión sociales, en ausencia de leyes o de gobierno.

La razón: cuanto mayor era el orden social en las sociedades primitivas, mayor era la posibilidad de supervivencia y de procreación, explica Wade.

Otro de los cometidos de la religión habría sido incialmente el de propiciar que los individuos de la sociedad cooperasen por el bien de ésta, fortaleciéndola frente a otros grupos humanos potencialmente peligrosos o frente al entorno, gracias al temor y el respeto a dioses punitivos.

En una reseña del libro publicada por NRO, se explica que Wade sugiere que el desarrollo de la inteligencia humana llevó al desarrollo de la creencia en agentes sobrenaturales que podían castigar y recompensar, estas formas de fe aseguraban el orden social.

Por tanto, la religión habría proporcionado a las sociedades humanas primitivas un equivalente a la ley o el gobierno.

Wades describe en su libro cómo la religión influyó en la moralidad y en la confianza de los individuos; cómo gobernó las prácticas reproductivas de las personas y, en consecuencia, también la demografía; cómo la religión motivó a los soldados o a los guerreros para que éstos realizaran su labor defensiva; y cómo unificó a las organizaciones sociales, ya fueran éstas tan pequeñas como una parroquia o tran grandes como una civilización.

Criaturas religiosas

La evolución posterior de la religión fue muy desigual, y muchos de los vestigios más rudimentarios de los inicios del comportamiento religioso humano no terminaron de desaparecer.

Así, las principales celebraciones de las religiones modernas aún están ajustadas al calendario agrícola. Por ejemplo, según Wade, la Pascua judía actual hunde sus raíces en la fiesta de la cebada.

A pesar de la evolución de las religiones, los grandes cambios producidos en nuestra época (la globalización, la mezcla de los pueblos, el desarrollo científico, la seguridad y la comodidad del estado del bienestar) han dejado a muchos individuos indiferentes ante las exigencias de las religiones tradicionales, y escépticos frente a lo sobrenatural.

Sin embargo, afirma Wade, aún somos criaturas religiosas. Al menos, eso es lo que sugieren las encuestas realizadas incluso en aquellos países occidentales más laicos: aún existen en estas poblaciones grados altos de fe en Dios y la vida después de la muerte.

Es probable que la religión sobreviva tanto como nuestra especie, ¿cómo serán, por tanto, las religiones del futuro?

Transformar la religión

En uno de los capítulos de “The Instinct of Faith”, Wade hace un análisis prospectivo del futuro de las religiones, señalando que éstas han perdido mucho frente a la modernidad y la racionalidad imperantes, y que necesitan una revision radical para cumplir con las necesidades religiosas del ser humano moderno.

Wade se pregunta por ello si hay alguna manera de crear nuevas versiones de las religiones que se adapten mejor a nuestra época.

Los diversos intentos de establecer “religiones éticas”, desde el trascendentalismo de Emerson al budismo científico, han resultado ser solo fríos templos para sus seguidores. Una religión transformada, señala Wade, debería tocar todos los sentidos y ayudar a la mente humana a que ésta encuentre verdades, tanto en el terreno de la emoción como en el de la razón.

Esta transformación de la religiosidad, añade el autor, necesitaría ser similar en alcance a la sufrida por la religiosidad cuando la humanidad pasó de ser cazadora-recolectora a formar los primeros asentamientos sociales.