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El sueño garantiza nuestro acceso a los recuerdos

Ya se conocía el impacto beneficioso del sueño sobre la memoria, y que el acto de dormir ayuda a recordar cosas que hemos hecho o escuchado en días previos (una investigación de 2006 reveló que pueden ser recuerdos de hasta una semana de antigüedad).

Es decir, que dormir nos permite fijar ciertos recuerdos en la memoria, aunque curiosamente, no cualquier recuerdo, sino precisamente aquellos que sabemos de antemano que nos resultarán útiles en el futuro.

Esto es posible porque nuestra corteza prefrontal cerebral “etiqueta” los recuerdos potencialmente relevantes y, durante la noche, el hipocampo los consolida en la memoria, constató en 2011 un estudio de la Universidad de Lübeck, en Alemania.

Conocimiento ampliado

Ahora, el conocimiento de la relación entre sueños y memoria se ha ampliado gracias a una nueva investigación, realizada en el Reino Unido y España (Universidad de Exeter y Centro Vasco sobre Cognición, Cerebro y Lenguaje o BCBL, del que ya hemos hablado en otras ocasiones, respectivamente).

En esta, el enfoque del análisis se centró, no en cómo el sueño ayuda a consolidar la memoria, sino en cómo el sueño favorece que podamos acceder a nuestros recuerdos.

En el estudio, una serie de participantes tuvieron que aprender varias palabras inventadas antes de una noche de sueño o de un periodo equivalente de vigilia. A todos se les pidió que recordaran las palabras justo después de aprenderlas,  y otra vez después de dormir o de mantenerse 12 horas más despiertos.

Resultados obtenidos

Se constató así que dormir no sólo evita que nuestras memorias caigan en el olvido, sino que además las vuelve más accesibles: después del sueño, los voluntarios fueron más propensos a recordar palabras que, cuando estaban aún despiertos, no fueron capaces de recordar.
 
Uno de los autores del estudio, Nicolas Dumay, de la Universidad de Exeter y del BCBL, explica en un comunicado de dicha Universidad que: «El sueño casi duplica las posibilidades de recordar material previamente no recordado. Este impulso a la accesibilidad a los recuerdos tras el sueño podría indicar que algunos recuerdos se agudizan durante la noche, lo que a su vez respalda la idea de que, durante el sueño, ensayamos activamente aquella información marcada como importante”.
 
Dormir menos provoca el olvido
 
Curiosamente, a mediados de este mismo mes, científicos de la Universidad de Upsala (Suecia), hacían públicos los resultados de otro estudio que también ha constatado que el sueño asegura la accesibilidad a los recuerdos, en este caso, en una situación muy específica: el estrés cognitivo.
 
En esta otra investigación participaron 15 personas que aprendieron localizaciones de tarjetas en una pantalla y luego se fueron a dormir. Unas durmieron cuatro horas y otras ocho horas.
 
A la mañana siguiente, se le pidió a todas ellas que recordaran las ubicaciones aprendidas. Se constató así que ambos periodos de sueño resultaron efectivos para formar el recuerdo de dichas ubicaciones.
 
Sin embargo, después de sufrir una sesión de estrés cognitivo provocado, de 30 minutos de duración, solo aquellos participantes que habían dormido ocho horas siguieron teniendo una buena accesibilidad a la información aprendida el día anterior, publica la Universidad de Upsala en un comunicado.
 
Freud bautizó a los recuerdos que se nos quedan prendidos en la memoria durante el día como “residuos diurnos”. Ahora, se sabe que nuestro cerebro se las arregla tanto para mantenerlos como para seguir teniendo acceso a ellos gracias al descanso.    

Referencias bibliográficas:
 
Dumay, N., Sleep not just protects memories against forgetting, it also makes them more accessible. Cortex (en prensa).
 
Cedernaes et al. Short sleep makes declarative memories vulnerable to stress in humans. Sleep (2015).