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El tratamiento justo activa el circuito de recompensa cerebral

El cerebro humano reacciona de igual forma cuando nos tratan con justicia que cuando ganamos dinero o comemos chocolate, señala una investigación realizada por los científicos Matthew D. Lieberman y Golnaz Tabibnia, del Semel Insitute For Neuroscience and Human Behavior de la Universidad de California (UCLA, en Los Ángeles.

Al parecer, ser tratados con justicia activa en nuestro cerebro el llamado “circuito de recompensa” cerebral, que es el mecanismo por el que los miembros de cualquier especie realizan funciones vitales, -como alimentarse o reproducirse- porque saben que éstas producen una sensación agradable.

En definitiva, el circuito de recompensa garantiza la continuidad de la vida. Según explica Tabibnia en un comunicado publicado por la UCLA: “recibir una oferta justa activa el mismo circuito cerebral que se activa cuando comemos una comida muy apetitosa, ganamos dinero o vemos un rostro atractivo”.

Regiones cerebrales implicadas

Los resultados de esta investigación han aparecido publicados en la revista Psychological Science, en la que los científicos explican que la justicia es valorada de una manera hedónica o placentera, y que la tolerancia hacia el tratamiento injusto requiere de un patrón de represión.

Entre las regiones del cerebro que se activan cuando se produce esta respuesta ante actitudes justas hacia nosotros estarían el llamado cuerpo estriado y la corteza prefrontal ventromedial.

El cerebro de humanos, ratas, ratones y monos posee cuerpo estriado. La justicia activa en el ser humano la misma parte del cerebro que responde a la comida, en el caso de las ratas.

Por eso, los investigadores creen que el cerebro responde ante un acto de justicia de la misma forma que cuando se satisface una necesidad básica, como el comer.

En la investigación de Lieberman y Tabibnia, se le pidió a un grupo de 12 voluntarios (estudiantes de la UCLA, nueve de ellos mujeres y de una edad media de 21 años) que aceptaran o rechazaran la oferta que les hacía una tercera persona para repartir con ellos una cantidad de dinero.

Ofertas justas e injustas

Si la rechazaban, ni ellos ni la persona que hacía la oferta recibirían nada. Algunas de estas ofertas eran justas (como recibir cinco dólares de un total de 10 ó 12 dólares), pero otras eran claramente injustas (como recibir cinco dólares de una cantidad total de 23 dólares).

Casi la mitad de las veces, los participantes aceptaron ofertas “injustas”, de entre un 20 y un 30% de la cantidad total de dinero, pero cuando lo hacían sus cerebros no ponían en marcha el circuito de recompensa.

Éste sólo se activó cuando las ofertas realizadas fueron justas. Menos de un 2% de los participantes aceptaron además ofertas de un 10% del dinero total.

Para medir la actividad cerebral durante este proceso, los cerebros de los voluntarios fueron escaneados mientras se les ofrecía el dinero y ellos decidían qué hacer en el Ahmanson–Lovelace Brain Mapping Center, de la UCLA.

Tragarse el orgullo

Las regiones del cerebro relacionadas con la recompensa se activaron más cuando se les ofreció a los participantes cinco dólares de una cantidad total de 10 que cuando se les ofreció cinco dólares de una cantidad total de 23 dólares. Por tanto, la oferta justa produjo una sensación placentera en los voluntarios.

Por el contrario, una región del cerebro llamada ínsula, situada en la superficie lateral del cerebro y relacionada con el disgusto, estuvo más activa cuando los voluntarios recibían ofertas injustas.

Al aceptar estas ofertas, los voluntarios tendieron a “poner en marcha” otra región de la corteza prefrontal asociada con la regulación de emociones. De esta forma, conseguían que la ínsula se mantuviera menos activa.

Para los científicos, esta regulación explica el proceso cerebral que se produce cuando una persona “se traga su orgullo”: la región del cerebro más relacionada con el auto-control se activa, mientras que el área vinculada con el disgusto reduce su respuesta.

Complejo circuito de recompensa

El circuito de recompensa cerebral es un complejo y misterioso sistema que, en investigaciones anteriores con roedores o humanos, ha revelado, por ejemplo, que en el caso de la alimentación, no sólo se activa por el sabor de lo que comemos, sino también por las funciones metabólicas o la detección de señales gastrointestinales.

Por otro lado, el circuito de recompensa cerebral parece que también estaría relacionado con el efecto placebo ya que se ha demostrado que tomar una medicina activa la región cerebral asociada a la recompensa.