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La Tierra engulló a un planeta como Mercurio al principio de su historia

Hace más de 4.500 millones de años, el Sistema Solar era una nebulosa de polvo y gases condensada en una parte de la Vía Láctea. Parte de esta masa se convirtió en el Sol y los planetas que alrededor de él orbitan, entre ellos la Tierra.

Esta es, más o menos, la explicación sobre el origen de nuestro planeta. Pero en ella queda una cuestión colgando: ¿Cuál es la fuente de energía que impulsó la formación del campo magnético terrestre?

La cuestión es importante, pues dicho campo magnético -que se extiende desde el núcleo interno de nuestro planeta hasta el límite en el que se encuentra con la corriente de partículas energéticas que emana de Sol (el viento solar)- es lo que protege a la Tierra de los embates de la radiación que constantemente llega desde el espacio. Por tanto, sin él,  la existencia de la vida, tal y como la conocemos, habría sido imposible.
 
Dos químicos de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, proponen una curiosa respuesta para esta pregunta: la Tierra más joven habría chocado con un planeta similar a Mercurio, que le habría proporcionado los materiales necesarios para la formación de su campo magnético.
 
La indagación
 
La formación de un campo magnético no es tarea sencilla. En el caso de la Tierra, fue necesario que en el núcleo del planeta hubiera varios elementos radiactivos (como el torio o el uranio), que emiten calor por decaimiento radiactivo (cuando sus núcleos atómicos se desintegran).
 
Pero estos elementos reactivos “rehúyen” al hierro (de lo que estaba formado el núcleo terrestre) y además tienden a enlazarse con el oxígeno para formar óxidos que son muy ligeros. Por tanto, al final los materiales radioactivos habrían tendido a “subir” hacia la superficie del planeta y a abandonar el núcleo.  ¿Cómo se mantuvo, entonces, el suficiente material radioactivo en el centro de la Tierra como para impulsar la formación de su campo magnético?
 
Los químicos de Oxford Bernard Wood y Anke Wohlers se dieron cuenta de que, probablemente, fue gracias a una cosa: la presencia de una fuente de sulfuros reducidos -compuestos de azufre sin oxígeno- en el núcleo de hierro terrestre. Estos sulfuros habrían hecho que los elementos radiactivos sí se combinasen con el hierro; para “establecerse” en el corazón de la Tierra.
 
Con el fin de probar esta idea, los químicos reprodujeron las condiciones del núcleo terrestre de entonces en un aparato de alta presión. En él introdujeron dos elementos radiactivos -uranio y torio-, y también algunos sulfuros de “tierras raras”. Constataron así que, efectivamente, bajo esas condiciones, el uranio pudo reaccionar de tal manera que acabó combinándose con el metal imperante.

Composición mercurial, tamaño de Marte
 
Pero, ¿cómo pudo la Tierra, que está llena de óxidos, obtener todos estos sulfuros reducidos en sus primeros tiempos? Según los científicos, probablemente, gracias al impacto con un cuerpo celeste que se parecía mucho a Mercurio, es decir, era rico en azufre y muy pobre en oxígeno.

De hecho, los investigadores creen que, a principios de la historia de nuestro planeta, la Tierra habría “engullido” un cuerpo similar a Mercurio, cuyos sulfuros habrían permitido que el uranio permaneciera en el núcleo. Como consecuencia, nuestro campo magnético ha existido desde hace unos 3.500 millones de años.

Aquel cuerpo, sin embargo, se habría parecido Mercurio solo en su composición; y no en su tamaño. Su masa habría estado, probablemente, más cercana a la masa de Marte. La idea encaja con la teoría de que la dramática colisión de un cuerpo del tamaño de Marte con la Tierra fue lo que dio lugar a la Luna.

Referencia bibliográfica:

Anke Wohlers, Bernard J. Wood. A Mercury-like component of early Earth yields uranium in the core and high mantle 142Nd. Nature (2015). DOI: 10.1038/nature14350.