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Las creencias religiosas pueden ayudar a la paz mundial

Un nuevo libro de la que fuera secretaria de Estado de Estados Unidos, Madeleine Albright, analiza el papel de la religión en la política exterior de Estados Unidos y aboga por la correcta utilización de las creencias religiosas en las decisiones políticas para favorecer la justicia y la paz en el mundo.

Miembro de la Administración Carter a finales de los años 70 y luego secretaria de Estado con Bill Clinton entre 1997 y 2001, Albright manifiesta en The Mighty and the Almighty su profunda inquietud por la forma en la que el actual presidente de Estados Unidos confunde sus creencias religiosas con sus decisiones políticas. Un resumen del libro ha sido publicado también por ABC News.

En una entrevista concedida a la agencia Reuters para comentar su libro, Albright señala al respecto: Yo he trabajado para dos presidentes, Jimmy Carter y Bill Clinton, que eran hombres de fe, pero que no mezclaron sus convicciones religiosas con la política americana.

Sin embargo, añade, las certezas que manifiesta Bush sobre sus creencias religiosas, y la división que establece entre el bien y el mal, nos conducen a una cosa muy diferente.

La verdad absoluta de la que el presidente Bush se considera depositario es lo que resulta más inquietante, señala Albright. Bush, que se considera parte de los cristianos que han redescubierto su fe, no oculta la importancia que han desempeñado sus creencias religiosas en algunas de sus decisiones presidenciales.

Bush y Dios

Por ejemplo, declaró que había pedido a Dios para que le aconsejara sobre la invasión de Irak en 2003, que Albright considera que puede ser clasificada entre los peores desastres de la política extranjera de la historia de Estados Unidos, ya que se ha atraído la hostilidad del mundo musulmán por usar una retórica cristiana radical en las cuestiones de la política exterior.

El error iraquí, considera Albright, es mucho más grave que el de Vietnam, no por el número de muertos, sino porque el Próximo Oriente es una región mucho más inestable que la del Sudeste Asiático.

En su ensayo, Albright denuncia lo que denomina el absolutismo religioso de Bush, que ha convertido a la política exterior de Estados Unidos más rígida y difícilmente aceptable para el resto del mundo.

Asimismo, recuerda que Bush, cuando era gobernador de Texas, confió a sus próximos que Dios deseaba su elección a la Casa Blanca. Cita también un extracto de su discurso a la convención del Partida Republicano del verano de 2004: estamos siendo llamados más allá de las estrellas para que defendamos la libertad.

Misión de Estados Unidos

Todas estas reflexiones llevan a Albright a preguntarse si Estados Unidos tiene una misión especial, asignada por Dios para aportar la libertad y la democracia en el mundo. También se interroga sobre la influencia de la derecha cristiana en la política extranjera de Estados Unidos y se pregunta cómo Estados Unidos debería responder a los desafíos islamistas.

La respuesta que ofrece en su libro es producto de una profunda reflexión basada en sus creencias religiosas y en su experiencia política. Ofrece una panorámica sorprendente del papel que en su opinión debería desempeñar la religión en la política exterior de Estados Unidos.

Al respecto, sugiere a los diplomáticos que comprendan la potencia cultural y el impacto social que representan las creencias religiosas, y sugiere no sólo que la religión y la política son inseparables, sino también que su asociación, si es utilizada correctamente, puede ser una fuerza poderosa a favor de la justicia y de la paz.

Madeleine Albright, que en el pasado ha criticado la laicidad absoluta preconizada por algunos países europeos al considerar que perjudica los derechos religiosos y constituye un obstáculo para la libertad de culto, recupera en su libro un discurso muy presente en la historia de Estados Unidos.

Vieja historia

La creencia en una superioridad moral norteamericana estuvo detrás de la anexión de Texas, según señaló el periodista J. O’Sullivan en 1845. Senadores como Albert Beveridge (1898), han dejado constancia asimismo de la creencia en que Dios ha asignado a Estados Unidos un papel relevante en la historia del mundo.

Para el padre del actual presidente, Estados Unidos es el segundo “pueblo elegido” y su hijo no ha hecho sino continuar esta tradición con una personalidad propia, añadiendo la consideración de que es la persona elegida para la realización de esa misión divina de su país.

La misma Madeleine Albright comparte con los Bush la creencia en la responsabilidad global de Estados Unidos, como ha manifestado en otras ocasiones, pero en su último libro va más lejos e incorpora la argumentación religiosa como instrumento capaz de potenciar la diplomacia a favor de la libertad y la paz.

Lo que viene a decir es que la Administración Bush está haciendo un uso indebido de lo que debe ser la alianza entre religión y política y reivindica una nueva visión de la diplomacia que use en positivo la fuerza de las creencias religiosas para resolver los grandes problemas del mundo.