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Las revoluciones árabes, nueva esperanza para la ciencia en el Islam

El mundo árabe está sufriendo una revolución. Para algunos musulmanes, la esperanza de un cambio político entraña también la esperanza de un avance cultural.

La revista Big Questions Online ha publicado recientemente una entrevista con un científico árabe con esta esperanza, el físico de la Universidad Americana de Sharjah, en Estados Unidos, Nidhal Guessoum, autor de un libro de reciente publicación titulado “Islam’s Quantum Question: Reconciling Muslim Tradition and Modern Science”.

En dicha entrevista, Guessoum explica que, durante décadas, todos los sectores de actividad de las sociedades árabes han padecido normas autocráticas, desde la política y la cultura, hasta la ciencia y los derechos humanos. Este hecho ha ocasionado el estancamiento y la mediocridad en el rendimiento académico y científico del mundo árabe.

Sin embargo, el físico espera que se produzcan importantes cambios en este sentido, derivados del avance actual de los estados árabes hacia la democracia. Una de estas transformaciones podría ser la reducción de la censura que el sector científico árabe ha padecido hasta ahora.

Otra de ellas sería el hecho de que las decisiones arbitrarias y caprichosas a menudo tomadas en dicho sector sean sustituidas por decisiones constructivas y objetivas, que permitan evaluar las investigaciones con procedimientos transparentes, y determinar su financiación y promoción.

Guessoum explica que, actualmente, la principal tendencia en el terreno cultural del mundo musulmán es la del apoyo económico, por parte de instituciones, a científicos y académicos que se dedican a relacionar la ciencia con el Corán, mezclando “temas científicos con referencias a las escrituras”.

Según estos estudiosos, los versos coránicos contendrían, por ejemplo, predicciones sobre el láser o la abundancia de hierro en la Tierra, así como sobre diversos factores de la geología y de la física, entre una larga lista de temas.

Factores condicionantes del pasado

En la historia han existido importantes ejemplos de las contribuciones de la cultura musulmana a la ciencia, a pesar de que hoy día estas contribuciones sean poco conocidas. Por ejemplo, pregunta Guessoum, ¿cuánta gente sabe que el álgebra fue inventada por Al-Juarismi, a principios del siglo IX? O ¿cuántas personas recuerdan que el matemático y físico chií Alhacén fue el padre de la óptica?

A pesar de estos ejemplos, la edad de oro de la ciencia islámica no continuó adelante. Las causas de esta detención podrían haber sido diversas.

Algunos especialistas achacan este estancamiento al declive del pensamiento racional islámico consecuencia de factores religiosos internos. Otros señalan que la invasión del imperio Mongol en el siglo XIII acabó con el imperio islámico y las investigaciones que se hacían dentro de su marco.

Otro factor apuntado es el de la ineficiencia del sistema educacional del mundo árabe, que ha dado lugar a universidades que no han permitido la transmisión del conocimiento y el pensamiento racional.

Hacer ciencia, conservar la identidad

En cuanto a la relación entre ciencia y religión, Guessoum opina que la ciencia como empresa intelectual de valor neutro es un mito.

Dentro de la cultura islámica, los científicos mantienen diversas posturas al respecto, en el espectro de los extremos representados por el filósofo iraní S. H. Nasr (que habla de una “Ciencia Sagrada”) y por el físico pakistaní Abdus Salam, ganador de un premio Nobel en 1979 y miembro del Consejo Editorial de nuestra revista hasta su muerte en 1996, que señala que la ciencia es universal y completamente objetiva.

Guessoum se sitúa en un término medio entre ambos extremos. Según él, los científicos son seres humanos, con sus propias creencias y convicciones que les influyen, consciente e inconscientemente, en las interpretaciones de sus propios descubrimientos y en las elaboraciones de sus cosmovisiones, a partir de los resultados que se obtienen en la ciencia.

Asimismo, aunque los métodos de investigación sean universales y sus resultados deban ser verificados y validados por la comunidad científica mundial, las decisiones sobre qué aspectos o temas investigar también son a menudo subjetivas.

A pesar de esto, Guessoum señala que el mundo árabe debe estudiar la ciencia correctamente, su contenido, su historia, su filosofía, sin temor a que este estudio condicione el futuro de la fe.

Según el autor, se puede hacer ciencia preservando al mismo tiempo las tradiciones y la identidad. La ciencia nos obliga a ampliar la mente y a evolucionar, y esto supone siempre un beneficio, no una pérdida.

Diálogo entre occidente y el mundo islámico, desde la ciencia

En el mundo occidental, diversos estudios han demostrado que los científicos tienden a ser menos religiosos que el público general, aunque una parte de ellos sí crean en Dios o practiquen alguna religión.

Según Guessoum, en el mundo musulmán la situación es muy distinta. Los académicos no religiosos o seculares constituyen una pequeña minoría. Por esa razón, en la cultura musulmana existe un profundo deseo de encontrar una relación adecuada entre razón y fe, entre religión y ciencia.

El científico señala que esta búsqueda podría ser una importante plataforma para el diálogo de civilizaciones entre el Islam y Occidente por dos razones. La primera, porque existe una sofisticada línea de investigación en desarrollo en occidente, dentro del campo de la “Ciencia y la Religión”, de la que los musulmanes podrían beneficiarse.

La segunda, porque la cultura islámica nunca ha visto un conflicto serio entre ciencia y religión, por lo que no siente que haya que mantener escondida la religiosidad en el terreno académico, una perspectiva de la que podría beneficiarse occidente.

El diálogo entre ambos mundos podría desarrollarse a través de encuentros, seminarios, programas de intercambio y apariciones en medios de comunicación, propone Guessoum.