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Los débiles tienen también su oportunidad en la evolución de las especies

Un nuevo experimento realizado con lagartos ha venido a cuestionar otro de los principios sacrosantos de la teoría de la evolución de las especies: la supervivencia únicamente de los más fuertes. Investigadores del laboratorio Fonctionnement et Evolution des Systèmes Ecologiques, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) de Francia, han comprobado experimentalmente que el principio de supervivencia es una visión muy simplista de la evolución.

Para comprobar este axioma, los investigadores organizaron una insólita competición entre lagartos de la especie Lacerta vivípara. Recién nacidos, estos reptiles debían realizar una carrera hasta el agotamiento en un circuito. A lo largo del experimento se comprobó que unos individuos manifestaban una resistencia mayor que los demás.

Una quincena de ellos duraron apenas 50 segundos, la mayoría corrió 350 segundos y sólo unos pocos llegaron a aguantar corriendo 500 segundos. Las diferencias entre individuos quedaron, una vez más, patentes. Ahora bien, tal como explican los artífices de este experimento en la revista Nature, según la teoría darviniana de la evolución, las capacidades físicas de los animales son las que determinan sus probabilidades de supervivencia.

Lejos del enunciado evolucionista

En consecuencia, aquellos lagartos que mejor resistieron la prueba realizada inmediatamente después de nacer, en teoría debían ser los más aptos para la vida, mientras que los que manifestaron menos resistencia e incluso los que se agotaron enseguida, debían a su vez encontrar mayores dificultades para la supervivencia. La realidad constatada con estos lagartos se aleja bastante del enunciado evolucionista.

Ciertamente, los que se agotaron enseguida murieron poco después, pero respecto a los otros dos grupos de lagartos, los que aguantaron 500 segundos y 350 segundos, la teoría de la evolución no se cumplió. Lo que verificaron estos investigadores es que, independientemente de la resistencia física manifestada al nacer, todos los lagartos muestran las mismas posibilidades de supervivencia si el medio no es demasiado hostil y si el alimento es suficiente.

La teoría evolucionista sólo se cumple, por tanto, si las condiciones son extremas, ya que en ese supuesto correr mucho durante mucho tiempo para atrapar insectos o escapar de los depredadores, es una ventaja para la supervivencia. La conclusión de estos investigadores es que la selección natural no se aplica siempre a la evolución de la misma forma y que en realidad depende más de las condiciones ambientales que de la genética.

Para los artífices de este experimento, su objetivo ha sido comprobar experimentalmente que la forma física de un individuo en sentido psicológico (individuo por individuo) y en sentido evolucionista (capacidad de un fenotipo de propagar sus genes en generaciones sucesivas), estaban realmente relacionadas entre sí, tal como establece la teoría de la selección natural.

Cuestionada la teoría de la evolución

Si esta relación existiera realmente, la selección natural debería favorecer a los individuos que posean una mayor fuerza física, al mismo tiempo que las variaciones físicas de una población se reducirían en función de esa opción de la naturaleza a favor de los mejor dotados, que hacen innecesarios cambios físicos evolutivos.

Según estos investigadores, su experimento demuestra que esa relación entre la forma física de un individuo y de una especie en realidad no existe, ya que en la evolución predominan las condiciones alimenticias iniciales sobre la predisposición genética a desarrollar capacidades físicas.

Por ello, este experimento cuestiona la teoría de la evolución tal como se ha concebido hasta hoy, ya que sometido incluso a presiones de selección constantes en el transcurso de diversas generaciones, un carácter genético flexible puede expresarse de forma diferente durante la vida de un individuo, convirtiendo la trayectoria evolutiva de este carácter genético, de generación en generación, en algo difícil de anticipar.

Según Darwin, la capacidad de supervivencia de una especie depende no sólo de la cantidad de descendientes que un organismo pueda llegar a tener a lo largo de su vida, sino de lo aptos que sus descendientes puedan llegar a ser. Existe, por tanto, según Darwin, una relación directa entre la forma física de cada individuo y la forma física de una especie, que es lo que el experimento con los lagartos viene ahora a cuestionar.

Fases de la selección natural

La selección natural aportada por la teoría de la evolución es la primera explicación razonable acerca de cual es principio que rige la evolución de la vida. La selección natural, según esta teoría, consiste en la supervivencia de los más aptos o mejor adaptados a su medio.

La selección natural se manifiesta en dos fases: la primera es la generación de modificaciones espontáneas en los individuos en función de las circunstancias del entorno y la segunda, la selección a través de la supervivencia en la lucha por la vida: los individuos mejor dotados van a tener más posibilidades de sobrevivir, de reproducirse y de dejar descendencia con estas ventajas.

Sin embargo, cuando Darwin escribió su teoría, aún desconocía la genética y las leyes de transmisión de caracteres que regulan los genes, por lo que al no comprender estos principios se limitó a observaciones sobre variaciones hereditarias de las especies.

Teoría que también evoluciona

En la actualidad, el consenso en torno a la teoría de la evolución está debilitado. Ciertamente, es una teoría que se presenta sólida, aunque con importantes dificultades. Una dificultad radica en la pervivencia de especies que no han cambiado a pesar de que otros individuos de la misma especie han incorporado nuevas características físicas. Otra la evidencia de que en ocasiones la evolución manifiesta saltos súbitos y no graduales.

Finalmente, está la cuestión de por qué, en el seno de una misma especie, existen diferencias tan acusadas entre individuos, cuando según el principio de la selección natural, los menos aptos debían haber desaparecido. La realidad es que en el seno de una misma especie existe una amplia variedad de capacidades físicas y detalles anatómicos, así como de comportamientos, que contradicen de alguna forma el enunciado evolucionista.

Las investigaciones con los lagartos vivíparos añade nuevas incertidumbres a la teoría de la evolución, que se confirma de esta forma como una teoría que se perfecciona a sí misma con los nuevos descubrimientos, más que como un cuerpo teórico acabado y cerrado. La teoría de la evolución también evoluciona, al igual que las especies que pretende explicar.