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Los ordenadores pueden ser casi tan listos como los niños, pero no tienen sentido común

Investigadores especializados en el conocimiento artificial y en el conocimiento natural de la Universidad de Illinois en Chicago, EEUU (UIC) han hecho pruebas de inteligencia a uno de los más avanzados sistemas de inteligencia artificial disponibles, para determinar la capacidad intelectual de la máquina.

Los resultados demostraron que ésta llegaba casi al promedio de los niños de cuatro años. Los resultados se anunciarán hoy en la U.S. Artificial Intelligence Conference que se está celebrando entre el 14 y el 18 de julio en Bellevue, Washington.

El equipo de la UIC sometió a ConceptNet 4, un sistema de inteligencia artificial desarrollado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), a las pruebas verbales del test de inteligencia de la Escala Wechsler para Preescolar y Primaria, que es una evaluación estándar del coeficiente intelectual de niños pequeños.

Así descubrieron que ConceptNet 4 tiene un CI promedio de un niño de esa edad. Pero, a diferencia de lo que suele suceder con los pequeños, los resultados de la máquina fueron muy distintos en diferentes partes de la prueba realizada.

«Si un niño presentase puntuaciones muy variadas en esta prueba, eso podría ser un síntoma de que algo anda mal», señala Robert Sloan, profesor y director de informática de la UIC, y autor principal del estudio.

Sloan explica que ConceptNet 4 lo hizo muy bien en una prueba de vocabulario y en una prueba de capacidad para reconocer similitudes. Sin embargo, “se desempeñó drásticamente peor en comprensión, en las preguntas sobre el ‘por qué’», asegura.

Carencias de la IA, y retos

Uno de los desafíos más complejos en el desarrollo de la inteligencia artificial (IA)‎ es elaborar un programa informático capaz de hacer un juicio prudente y adecuado, a partir de una simple percepción de situaciones o hechos (lo que en el diccionario se define como “sentido común”), continúa Sloan.

El sentido común se les escapa a los ingenieros especializados en IA, ya que requiere tanto una extensa recopilación tanto de hechos corrientes como de lo que Sloan denomina “hechos implícitos”, esto es, cosas tan obvias que ni siquiera sabemos cómo las conocemos: Un ordenador puede tener datos sobre la temperatura a la que el agua se congela, pero sólo nosotros sabemos que el hielo es frío.

«Todos conocemos un gran número de cosas», explica Sloan. «De bebés, gateamos y tiramos de objetos, y así aprendemos que éstos se caen. Halamos de otras cosas y así aprendemos que a los perros y a los gatos no les gusta que les tiren del rabo. La vida es un entorno de aprendizaje muy rico».

«Todavía estamos muy lejos de desarrollar programas que tengan sentido común, inteligencia artificial capaz de responder a preguntas de comprensión con la habilidad de un niño de ocho años», reconoce el investigador; pero él y sus colaboradores esperan que este estudio ayude a centrar la atención en los «puntos difíciles» de la IA.

Los coautores del trabajo han sido el profesor de psicología de la UIC, Stellan Ohlsson; y Gyorgy Turan, profesor de matemáticas, estadística e informática de esta misma Universidad. También participó el estudiante Aaron Urasky.