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Los SSD ya están aquí, pero aún necesitan desarrollo

A grandes rasgos, los discos duros, o HDD (Hard Disk Drive), se basan en el uso de un disco de material magnético que gira a altas velocidades. En general, cuanta más velocidad de giro más velocidad de transmisión de datos. Esto requiere el ensamblaje de una serie de piezas mecánicas de precisión. El resultado es un dispositivo relativamente sensible a los golpes, hasta cierto punto ruidoso, y que requiere mucha energía para mantenerse en funcionamiento. Aún así, tras más de una década de evolución, los discos duros hoy en día son bastante fiables, rápidos y silenciosos, y su necesidad de energía se ha reducido mucho.

Los dispositivos de almacenamiento de estado sólido, o SSD (Solid State Drive), utilizan bloques de memoria en chips electrónicos para almacenar los datos. Basándose en esa idea, hay una serie de ventajas teóricas muy claras que se pueden aprovechar. Pero también hay inconvenientes que hay que salvar para convertirlo en una tecnología viable. De momento hay dos estrategias diferentes para llevar esto a cabo. Una se basa en el uso de chips de memoria Flash, ya utilizados en las placas base y en las memorias USB. La otra se basa en el uso de chips de memoria RAM junto a un sistema de respaldo para evitar la pérdida de datos.

Ventajas actuales y ventajas futuras

Lo más inmediato es que desaparece la necesidad de partes mecánicas móviles. Con eso se consigue eliminar el ruido, y en el caso de los SSD Flash, se reduce mucho el consumo de energía. El hecho de que consista en una colección de chips también hace que sea un dispositivo muy ligero. Otra ventaja, aunque todavía teórica en parte, es un drástico aumento de la velocidad. Para los SSD RAM la velocidad de lectura y escritura es varias veces superior. Pero para los SSD Flash la velocidad de escritura puede ser incluso menor que la de los HDD. Esto está siendo compensado por los fabricantes con el desarrollo de nuevas estrategias de funcionamiento, y ya hay varios modelos que prometen alcanzar velocidades muy superiores.

Otro teórico punto fuerte es la fiabilidad, pero esa idea tiene muchas caras. Por una parte, la resistencia al estrés mecánico, como los golpes, vibraciones o incluso cambios de temperatura para los Flash, ya se ha conseguido en los SSD que hay en el mercado. La ausencia de partes móviles y la naturaleza de los chips lo permite. Por otra parte está la pérdida de datos por errores de lectura/escritura, mucho menos probable en los SSD que en los HDD, también se ha logrado.

Pero por otro lado está la fiabilidad en el tiempo, la vida útil. Los chips Flash tienen una vida útil demasiado corta cuando se requiere un alto nivel de operaciones de lectura/escritura, como es el caso de su uso en un ordenador personal. Y también está la vulnerabilidad ante campos magnéticos o descargas de estática, mucho mayor que la que presentan los HDD actuales. Todo esto está en el punto de mira de lo ingenieros, y es cuestión de tiempo que se solvente.

El software a la espera del estándar definitivo

Tampoco hay que olvidarse del software que debe hacer funcionar estos dispositivos. Los sistemas de archivos, la manera de organizar los datos, han experimentado una evolución comparable a la de los propios discos duros. Pero el funcionamiento básico de los SSD es distinto a los HDD para los que fueron diseñados esos sistemas de archivos. Aparece la cuestión de si son adecuados, si pueden adaptarse, o si se deben crear sistemas específicos para SSD. Dejando de lado lo que anuncien las grandes multinacionales para mantener el interés en sus productos, muchos coinciden con Theodore Ts’o, desarrollador del sistema ext4, cuando manifiesta que «parte del problema ahora mismo es que los SSD aún están experimentando cambios muy importantes.» El hecho de que todavía no se haya establecido una tecnología estable, hace que las posibles adaptaciones sean aún impracticables. Cuando la tecnología se estabilice, entonces la plasticidad del software libre permitirá desarrollar las mejoras necesarias en muy poco tiempo. A partir de entonces, las grandes multinacionales esperarán hasta que les resulte rentable, según sus planes de mercado.

La revolución tendrá que esperar un poco más

Estamos acostumbrados al ligero ronroneo de nuestro disco duro, y a tener que batallar con la batería de nuestros portátiles para conseguir un poco más de tiempo. El impacto inicial sobre el usuario de un sistema con SSD, una vez superado el susto del precio, es el absoluto silencio y el automático aumento de la duración de las baterías. El sistema arranca más rápido y es algo más ágil. También se nota que los SSD no producen tanto calor como los discos duros. La reducción del consumo y el moderado aumento de velocidad ya es aprovechable por grandes servidores de datos.

Pero ante una tecnología tan madura y extendida como la de los discos duros, lo que ofrecen los SSD actuales se parece poco a la revolución que algunos esperaban. Sin embargo no hay que precipitarse, la llegada masiva de los SSD no está prevista para el presente, sino para un futuro próximo. Además asistimos a una carrera en la que los grandes fabricantes se pelean cada día por anunciar el mayor avance y eso es señal de que la meta es alcanzable, que el futuro está ahí. Sólo tenemos que esperar.