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Los tsunamis enseñan a proteger las costas

“Hacer de la necesidad virtud”, reza un viejo refrán castellano. Si lo tradujésemos al lenguaje actual y lo pasáramos por el filtro de la economía podría traducirse en otro aserto moderno: “Todo momento de crisis puede convertirse en una oportunidad”.

Eso es lo que ocurre en el campo de las catástrofes naturales. Los últimos desastres en forma de tsunamis que asolaron las costas indonesias (2004), chilenas (2010) o japonesas (2011) han contribuido de manera eficaz en el avance y conocimiento de las dinámicas costeras.

Así, al menos, se ha puesto de manifiesto en la reunión de la Conferencia Internacional sobre la Dinámica de las Costas, celebrada en la localidad de Arcachon (Francia) hace unos días, y que ha reunido a los principales oceanógrafos, físicos, sedimentólogos, ingenieros o geólogos expertos en esta materia.

Afirmaciones como que la primera ola de un tsumani es la más devastadora, por ejemplo, han quedado en entredicho después de los análisis realizados tras las experiencias vividas recientemente. Del mismo modo, los expertos reunidos coinciden en que falta todavía mucho que aprender sobre las fuentes de los tsunamis y sus modelos de inundación y sumersión.

El oceanógrafo norteamericano Stephan Grilli, considerado como uno de los expertos mundiales de estos fenómenos, en declaraciones a APF, asegura que la investigación se orienta precisamente ahora al estudio sobre las fuentes complementarias, que permitirían «identificar zonas de riesgo creciente en caso de tsunami, por ejemplo analizando en el suelo los hundimientos pasados».

Los estudios realizados sobre el terreno tras estos fenómenos han permitido la obtención de una gran cantidad de información acerca del comportamiento de estas masas de agua, la forma en que sumergen edificios, un estuario o un puerto, por ejemplo, lo que permite estar más y mejor preparado para afrontar estos desastres en el futuro.

Erosión de las playas

Otro de los fenómenos que están haciendo cambiar el parecer de los expertos es la erosión de las playas. El 70% de las playas de arena del mundo lo padecen y hasta ahora las medidas de protección se centraban en protegerlas con diques, espigones o paredes de cemento. Los avances en ingeniería apuntan hacia otra solución.

Ahora, la idea, según se manifiestó en la Conferencia es “ayudar a la playa a comportarse de la forma más natural posible”.

En opinión de Marcel Stive, asesor del Estado de Vietnam sobre el futuro desarrollo del delta del río Mekong, el futuro pasa por fortalecer las playas con sedimentos de arena con el objetivo de crear una “excrecencia arenosa” que permita posteriormente a la naturaleza realizar su trabajo de manera natural.

Estos investigadores presentaron el “sand engine” (“motor de arena”) un dispositivo creado por Stive y aplicado en 2011 en unos de 20 km del litoral holandés al sur de La Haya. Según sus promotores, el funcionamiento del motor ha permitido el depósito de veintiún millones de metros cúbicos de sedimento, lo que va a garantizar su permanencia en el litoral 20 años, el tiempo necesario para que la erosión natural lo disperse.