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Un sistema convierte el cuerpo en un instrumento musical

La evolución de la informática permitió convertir el ordenador en un instrumento más, capaz de crear todo tipo de sonidos o programar piezas para utilizar como acompañamiento. Sin embargo, eso ha propiciado sesiones aburridas para el público, en las que los artistas se limitan a mirar sus portátiles, con gran dependencia de las pistas de acompañamiento.

Ahora, estudiantes de la universidad canadiense British Columbia (UBC) pretenden dar un giro a la música electrónica en vivo, dando mayor protagonismo al movimiento corporal. Si hasta ahora uno de los objetivos de la música era generar movimiento a través del baile, la UBC apuesta por invertir el orden y bailar para crear música.

En una colaboración poco convencional, 17 estudiantes de cuarto año de Ingeniería y Música de la UBC han creado la Laptop Orchestra, en la que actúan como músicos, bailarines, compositores, programadores y especialistas en hardware. El resultado es una arriesgada experiencia electroacústica que combina instrumentos programados y acústicos, incluidos un arpa, piano, clarinete y violín.

A pesar de su nombre, los portátiles apenas se tocan en el escenario. «Esa es una de nuestras reglas», afirma Bob Pritchard, profesor de Música en la UBC, en un comunicado de la Universidad. Por contra recurren a otras tecnologías como cámaras digitales y sensores de movimiento para transformar el cuerpo humano en un instrumento más.

Un dúo musical único

«Añadir el movimiento a nuestro proceso creativo ha sido impresionante», reconoce Kiran Bhumber, estudiante de Música de cuarto año y clarinetista. A través de unos sensores de movimiento en el cuerpo y en los instrumentos, registrados con cámaras de vídeo de Kinect de Xbox, el equipo genera algoritmos capaces de activar tanto las pistas sintéticas programadas como modificar el sonido de los instrumentos reales al momento.

Además de crear su propia música, los estudiantes han inventado una serie de interfaces y dispositivos musicales. La primera es la aplicación sensorUDP, que transforma los teléfonos inteligentes de los músicos en sensores de movimiento. Compatible con Android y iPhone, permite hasta ocho sonidos programables que se modifican moviendo el teléfono.

La estudiante de Música Pieteke MacMahon modificó la aplicación para crear un iPhone Piano que toca desde su muñeca, gracias a un soporte creado por los compañeros de Ingeniería. Si eleva las manos, las notas del piano suben de tono, y si las baja también lo hace el sonido. «Al público le encanta lo intuitivo que es», asegura MacMahon, quien añade que, de esta forma, «los espectadores conectan y queda muy bien sobre el escenario».

Paralelamente, la Laptop Orchestra está pensada para preparar mejor a los estudiantes de cara a puestos de trabajo que combinan profesionales técnicos y creativos. «Ha sido una fantástica colaboración técnica y artística», destaca Pritchard, señalando que gigantes del videojuego como Electronic Arts y otras empresas multimedia han contratado a varios graduados en Música.

«Cada parte del equipo tiene sus propias fortalezas, y se beneficia de las habilidades y perspectivas de la otra. Queremos sentar las bases para colaboraciones exitosas», explica.

Preservar tradiciones

A principios de este año, el equipo viajó a Europa para participar en un proyecto sobre sensores de movimiento en colaboración con la Universidad de Mons, en Bélgica. La bailarina del grupo, Diana Brownie, usó un traje cubierto de pies a cabeza con sensores de movimiento, lo que les valió para registrar y, con ello, preservar, las danzas folklóricas culturales.

La estudiante afirma que esta tecnología ayuda a que los colaboradores que no son músicos se sientan más parte del espectáculo. «Como bailarina, normalmente la música dicta tus pasos, pero en esta caso es el baile el que ayuda a crear los sonidos, por lo que ha sido una gran experiencia», admite Brownie.

En esa línea, Bhumber cree que el programa ayudará a jóvenes como ella, artística y económicamente, cuando emprendan una carrera musical al concluir los estudios. En el lado artístico porque supone una nueva forma de creación, que puede atraer al público, y en cuanto a lo económico porque permite trabajar en solitario o en grupos muy pequeños, reduciendo gastos. «Basta con meter en la maleta el portátil, el clarinete y algunos sensores, y echarse a la carretera», concluye.