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Utilizan el GPS para estudiar la capacidad de orientación de los niños

Una investigación llevada a cabo por la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, ha utilizado por vez primera el GPS (sistema de posicionamiento global) para analizar la manera en que niños de entre tres y siete años se orientan espacialmente en exteriores.

El GPS o Sistema de Posicionamiento Global es un Sistema Global de Navegación por Satélite (GNSS que permite determinar en todo el mundo la posición de cualquier objeto, persona o vehículo que lleve un receptor, con una precisión hasta de centímetros.

Fiijarnos en las cosas que nos rodean para recuperar nuestra orientación se conoce como reorientación, y es una acción que ha sido estudiada en múltiples ocasiones en especies animales. Investigaciones más recientes acerca de esta capacidad en niños han sugerido que los humanos no usamos señales visuales para orientarnos hasta que no tenemos alrededor de seis años de edad.

Sin embargo, estas investigaciones han sido siempre llevadas a cabo en entornos artificiales y experimentales, que podrían haber provocado una infravaloración de las capacidades de los niños.

Desorientación previa

Según publica la revista especializada Cognition, el científico Alastair Smith, del Departamento de Psicología Experimental y sus colegas del Departamento de Ciencia Computacional de la Universidad de Bristol, analizaron hasta qué punto pueden reorientarse los niños pequeños utilizando señales, en este caso en el parque Durdham Downs de Bristol.

En el experimento participaron un total de 36 niños que fueron divididos en tres grupos: niños de tres años, de cinco años y de siete años. Cada uno de estos grupos estaba formado por 12 niños, la mitad de ellos niñas y la otra mitad varones. Se hicieron un total de 16 pruebas de búsqueda, y durante ellas los niños llevaron un pequeño receptor de GPS colocado con un cinturón alrededor de sus cinturas. Los datos fueron recogidos con un software móvil.

Las pruebas consistieron en que los niños recordasen dónde había sido escondido un objeto. Los participantes observaban la colocación de una etiqueta adhesiva debajo de uno de los cuatro cubos que fueron colocados dentro de un cuadrado. En algunas pruebas estos cubos eran del mismo color, y en otras de colores distintos. Después de que la etiqueta fuera escondida, se desorientó a los niños poniéndoles una venda en los ojos y haciéndolos girar sobre sí mismos hasta que no sabían hacia donde habían estado mirando inicialmente.

Después se les quitaba la venda, y los niños iban hacia el cubo en el que creían que estaba escondida la etiqueta. El experimento demostró que los niños podían acertar en su búsqueda sólo si utilizaban señales de su entorno, como árboles o edificios, para reorientarse.

Rastreo por satélite

Sus actuaciones fueron medidas por los receptors de GPS que llevaban los niños incorporados, y que permitieron a los científicos rastrear con exactitud sus movimientos, informa la Universidad de Bristol en un comunicado.

Todos los grupos de distintas edades acertaron más que si hubiesen buscado simplemente al azar, lo que demuestra que todos usaron señales de su entorno para guiar sus búsquedas. El nivel de precisión en éstas estuvo estrechamente relacionado con las características del entorno en que se desarrollaron. En particular, cuanto mayor era la superficie de búsqueda, más fácilmente se reorientaban los niños utilizando señales visuales.

Asimismo, la diferencia de colores en los cubos también ayudaba a encontrar las etiquetas escondidas. Ambos resultados sugieren que incluso los niños de tres años se reorientan usando señales visuales.

Alistair Smith declaró que el presente estudio demuestra la importancia de probar las habilidades cognitivas del ser humano en diversos ambientes, en lugar de hacerlo en estudios confinados a laboratorios psicológicos. Los niños demostraron tener una mayor capacidad de reorientación de lo que podía creerse con anterioridad. El uso del GPS para analizar estas habilidades es novedoso y podría llegar a convertirse en una poderosa herramienta para explorar la interacción entre nosotros y el mundo que nos rodea, según Smith.