Investigadores argentinos han hallado una nueva especie de en la Antártida, bautizada como , que vivió hace aproximadamente 70 millones de años y alcanzó los 6,7 metros de longitud. Sus restos se encontraron en la Isla Vega y, tras arduas tareas de rescate, se obtuvo su esqueleto casi completo. El paleontólogo José Patricio O'Gorman, autor principal del estudio, comenta que si bien los plesiosaurios abundaban en los ambientes marinos en la época de los dinosaurios, el es la primera especie identificada en la Antártida cuyo esqueleto está casi completo y en muy buen estado de conservación. Lo único que faltó encontrar fue su cráneo. Este ejemplar nos permitió establecer las relaciones de parentesco entre el y otros plesiosaurios que habitaron en Antártida, Patagonia y Nueva Zelanda hacia fines del Cretácico, destacó el investigador del Museo de La Plata y el Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas argentino). Se recuperaron costillas, más de 100 vértebras, la cintura escapular, la cintura pélvica, sus miembros y el cuello completo. En total, estimamos que el ejemplar alcanzó los 6,7 metros, pero la vértebra cervical que estaba en contacto con la cabeza no era mucho más grande que la de un humano, de apenas 2 o 3 centímetros de largo, por lo cual, su cráneo era de pequeño tamaño y no podía ingerir animales muy grandes, más allá de que posiblemente era un predador activo, cuenta O´Gorman. La extracción representó una gran dificultad -se requirió un helicóptero- e implicó décadas de trabajo. El nombre , alude a la isla en que fue hallado, pero también al hombre que puso más empeño para rescatarlo. Así lo cuenta Reguero: Juan José Moly puso muchísima dedicación para extraer este animal y, desde 1993, arrastra una tendinitis crónica, porque tenía el brazo lesionado y siguió trabajando; es como que llegó a tener una obsesión. Hoy, la Antártida alcanza temperaturas muy bajas, de -15 C° en las noches de verano, pero, a fines del Cretácico, poco antes de la extinción de los dinosaurios, el clima era muy diferente: en la península había bosques, un clima templado y se estima que este plesiosaurio quedó cubierto rápidamente en un ambiente marino, lo cual ayudó a su preservación y a que los animales carroñeros no llegaran a desmembrar su cuerpo. No obstante, antes de que el cadáver fuera sepultado por sedimentos, hubo animales que comenzaron a depredarlo y, quizás, alguno de ellos arrastró su cabeza. Entre sus vértebras, se encontró una docena de nautiloides, que son moluscos carnívoros, y también un diente de tiburón clavado en una de sus vértebras, precisa Reguero. También es posible imaginar que la mordida de tiburón fuera mientras el vivía, señala.
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