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Resuelto el misterio de los primeros recuerdos

Una investigación desarrollada por científicos de las universidades de Maryland (USA) y de Zhejiang (China) explica cómo y por qué conservamos recuerdos de nuestra más tierna infancia. Los resultados se publican en la revista Journal of Neuroscience.

En la primera infancia, las habilidades de memoria determinan la fuerza de las conexiones cerebrales futuras y, a la inversa, la fuerza de las conexiones cerebrales tempranas determina la agudeza de la memoria futura, según los autores de esta investigación.

Para entender el alcance de este resultado hay que tener en cuenta que generalmente no recordamos lo que hemos vivido en los primeros años de nuestra vida.

Los primeros recuerdos a largo plazo de una persona aparecen alrededor de los cuatro años, cuando las redes de la memoria comienzan a solidificarse en el cerebro.

Esos recuerdos de nuestra más tierna infancia podemos evocarlos gracias al hipocampo, una de las estructuras principales del cerebro implicada en la consolidación de la memoria.

¿Qué provoca los cambios?

Lo que nunca ha quedado muy claro es cómo ocurre en el cerebro el proceso que nos permite recordar experiencias tan remotas en el tiempo.

La cuestión es si podemos recordar debido a la madurez que experimenta el cerebro durante la primera infancia, o bien es a la inversa: el recuerdo provoca cambios en el cerebro para poder ser almacenados.

Sabemos que tanto la experiencia de la vida temprana como la maduración del hipocampo contribuyen al desarrollo de la memoria, pero se desconoce la relación exacta entre ambos factores: es lo que ha aclarado la nueva investigación.

Ha dejado claro que los primeros cambios en nuestra capacidad para recordar eventos pasados impactan en el cerebro, y que el cerebro a su vez influye en el desarrollo de la memoria.

Evolución de la memoria

Para llegar a esta conclusión, las investigadoras Fengji Geng, Morgan Botdorf y Tracy Riggins, midieron las habilidades de memoria y la actividad cerebral en reposo de 200 niños, de entre cuatro y seis años de edad, a lo largo de tres años.

Particularmente se fijaron en la evolución de la memoria asociada a cuándo y dónde ocurrió algo, preguntando a todos los niños cómo había sido la experiencia, una capacidad que está relacionada con el desarrollo del hipocampo.

Los resultados obtenidos pusieron de manifiesto que existen unas intrincadas relaciones recíprocas entre el cerebro y el comportamiento de la memoria a lo largo del desarrollo infantil, destacan los investigadores.

Lo primero que apreciaron es que la memoria sobre cuándo y dónde ocurrió algo (los detalles de una experiencia, conocida como memoria fuente o de origen) y la actividad del hipocampo y otras regiones cerebrales asociadas a la memoria, mejoran con la edad.

Impacto cerebral

También observaron que los primeros cambios en la capacidad de la memoria tienen más impacto en el cerebro que los cambios posteriores, aunque no todas las regiones del cerebro muestran los mismos efectos.

Asimismo, apreciaron que el cerebro es complejo al reaccionar a la memoria: unas regiones neuronales son más permeables a los cambios tempranos en la memoria, mientras que otras regiones cerebrales son capaces de anticipar cambios en la memoria que ocurrirán con los años.

Más concretamente, las mejoras en la memoria de origen durante un año predijeron la conectividad funcional futura, tanto en niños pequeños como en niños mayores, pero en mayor medida en niños más pequeños.

Procesos bidireccionales

Además, el nivel de conectividad funcional a los seis años determina la mejora en la memoria de origen a los ocho años.

En otras palabras, los cambios en la capacidad de memoria determinan los cambios futuros en la función cerebral para optimizar los recuerdos, particularmente en los niños más pequeños, mientras que la función cognitiva asociada a la memoria determina a su vez la capacidad cerebral futura para almacenar recuerdos, si bien únicamente en los niños mayores, concluyen los investigadores.

Estos hallazgos sugieren que la experiencia de la memoria y el desarrollo del cerebro son procesos interactivos y bidireccionales.

Los resultados también sugieren que tanto el momento como la ubicación son importantes, ya que los efectos observados dependen tanto de la edad de los niños como de las regiones específicas del cerebro implicadas en la consolidación de la memoria.

Como conclusión general, este estudio confirma que la primera infancia es una época de rápidos cambios en la capacidad de los niños para recordar los acontecimientos de la vida, y que esta capacidad se complejiza a lo largo de los años mediante una interacción modular con el cerebro.

Referencia

How behavior shapes the brain and the brain shapes behavior: Insights from memory development. Fengji Geng, Morgan Botdorf and Tracy Riggins. Journal of Neuroscience 14 December 2020, JN-RM-2611-19. DOI:https://doi.org/10.1523/JNEUROSCI.2611-19.2020.

 

Foto: piqsels.