El Día Escolar de las Matemáticas se celebra cada 12 de mayo y este año se dedica a la computación, la ciencia del cálculo. Hasta hoy, los humanos hemos recorrido un largo camino de 35.000 años echando cuentas. Esa es la edad del primer objeto matemático conocido, el peroné marcado de un babuino, hallado en la cordillera de Lebombo (cerca de la frontera entre Suazilandia y Sudáfrica). La etnomatemática estadounidense sugirió que, puesto que el hueso contiene 29 marcas, se trata de un calendario lunar. La investigadora se preguntaba: ¿Quién sino una mujer que necesita monitorizar sus ciclos necesitaría un calendario lunar?. Transcurrieron miles de años hasta la primera auténtica: el mecanismo de Anticitera. Esta calculadora astronómica, con unas treinta ruedas dentadas, está datada en 87 a. C., pese a que semejante complejidad no volvió a verse hasta los relojes astronómicos del siglo XIV. Su antigüedad le ha valido el título de OOPArt –Out Of Place Artifact, título que reciben aquellos objetos que parecen estar fuera de su tiempo– entre los amantes del misterio, que lo consideran demasiado perfecto para la época. Fue necesario más de un siglo de estudio para entender los misterios del engranaje descubierto en el lecho del Mediterráneo. Ian Stewart, profesor de Matemáticas de la Universidad de Warwick (Inglaterra) y escritor, opina que probablemente fue Hiparco el autor de esta extraordinaria máquina capaz de predecir los movimientos del Sol, la Luna y algunos planetas. Para desgracia de los fans de lo sobrenatural, debió tratarse de una tecnología común en la época. Ello explica la perfección del hallazgo y los aparatos similares fabricados posteriormente por bizantinos y musulmanes. Otros objetos de cálculo, como el ábaco, se siguen usando en nuestros días, en especial en Japón, donde se conoce como –bandeja de cálculo–. Incluso es posible obtener una licencia oficial con seis niveles de maestría y no es difícil ver cómo algunos dependientes lo utilizan en su trabajo. Según sus defensores, una persona hábil con el ábaco se convierte también en una experta en el cálculo mental. Por su parte, el gallego emigrado a Nueva York Ramón Verea patentó en 1876 la primera máquina capaz de multiplicar de forma directa, en vez de mediante sumas repetidas como el resto de sus ‘hermanas’. Peggy Kidwell, comisaria de matemáticas del Instituto Smithsonian (Washington D.C., EE.UU.), asegura que la única intención de Verea fue demostrar los españoles podían inventar igual que los americanos. No tuvo interés en comercializar el producto, por lo que solamente es conocido entre los historiadores de la computación. El uso de la calculadora de bolsillo plantea el problema de si atrofia las capacidades de cálculo mental de los niños, aunque algunos profesores consideran que eso no tiene por qué ser así, si se les enseña a utilizarlas correctamente. Otros consideran que primero hay que potenciar el cálculo mental, antes de que utilicen estos dispositivos. De esta forma se evita una sin ningún tipo de espíritu crítico.
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