Colón tenía profundos conocimientos científicos, en relación con otros navegantes de la época. Por ejemplo, en la Carta del Almirante a los Reyes Católicos correspondiente al cuarto viaje, expresa: Lo que yo sé es que el año de noventa y cuatro navegué en veinticuatro grados al Poniente en término de nueve horas, y no pudo haber yerro porque hubo eclipses: el Sol estaba en Libra y la Luna en Ariete. (Colón, Cristóbal: Los cuatro viajes del almirante y su testamento, (Pág.192) Colección Austral. Edición digital basada en la 10ª ed. de Madrid, Espasa-Calpe, 1991. http://www.cervantesvirtual.com/obra/los-cuatro-viajes-del-almirante-y-su-testamento–0/ )
Conocía, pues, la periodicidad de los eclipses, y posiblemente también, su predicción. Julio Rey Pastor añade:
El improvisado almirante puede considerarse, en justicia, como hombre de ciencia, dentro del modesto alcance que entonces podía darse a ese término; pues era un curioso del saber, un observador atento, a veces agudo, que desde el primer día anotó cuanto hecho físico pudo observar y buscó su explicación, no siempre atinada, como aquella su curiosa teoría sobre la diversidad de color de los indios y los negros africanos, basada en la estructura del globo, que suponía piriforme; pero frecuentemente acertada y siempre de carácter científico, en el sentido moderno, es decir, físico y no metafísico.(Rey Pastor, Julio: La ciencia y la técnica en el descubrimiento de América. Editorial Espasa-Calpe 1942, pág. 15.)
Como navegante, conocía el gobierno de un buque con la brújula y el comportamiento de esta. Conocedor del Atlantico, también ya sabía que existía una diferencia entre lo que marcaba la brújula y la estrella Polar.
El máximo acontecimiento científico en el primer viaje fue el descubrimiento de la declinación magnética, hecho que en verdad era ya conocido por algunos europeos, y además la variación de esa declinación magnética con el lugar. Aunque sólo hubiera hecho el Almirante este hallazgo científico, tendría bien ganado el puesto que ocupa en la historia de la Física, a pesar de que su explicación nada nos satisface hoy; pero lo cierto es que después del gigantesco progreso de esta disciplina seguimos sin saber por qué la aguja se orienta y por qué se desvía de su orientación. «El misterio de la aguja magnética» llama recientemente Gamow a este problema, y tal calificativo constituye un timbre de gloria para el tránsfuga inmortal, cuya agudeza no fue igualada por los otros navegantes, que, a pesar de haber llegado a latitudes extremas, no observaron en la aguja el otro fenómeno de la declinación, que seguramente no habría escapado a la sagacidad del gran genovés. (Rey Pastor, Julio: La ciencia y la técnica en el descubrimiento de América. Editorial Espasa-Calpe 1942, pág. 40.)
Globo terráqueo en forma de pera
El historiador Muñoz reitera así lo referido por el propio Colón:
Yo siempre leí que el mundo, tierra e agua, era esférico, e las autoridades y experiencias que Tolomeo y todos los otros escribieron de este sitio daban e amostraban para ello, así por eclipses de la Luna y otras demostraciones que hacen de Oriente fasta Occidente, como de la elevación del polo de Septentrión en Austro. Agora vi tanta disconformidad, como ya dije, y por esto me puse a tener esto del mundo, y fallé que no era redondo en la forma que escriben; salvo que es de la forma de una pera que sea toda muy redonda, salvo allí donde tiene el pezón, que allí tiene más alto, o como quien tiene una pelota muy redonda y en un lugar de ella fuese como una teta de mujer allí puesta, y que esta parte de este pezón sea la más alta e más propinca al cielo y sea debajo la línea equinocial y en esta mar océana en fin del Oriente. (Muñoz, Historia del Nuevo Mundo. Pág. 343. Ed. viuda de Ibarra, 1793 – 364 páginas
https://books.google.es/books)
El historiador Perez de Tudela reitera lo referido por el propio Colón en su carta a los reyes: Llamo yo fin de Oriente adonde acaba toda la tierra e islas, e para esto allego todas las razones sobreescriptas de la raya que pasa al Occidente de las islas de los Azores cien leguas de Septentrión en Austro, que, en pasando de allí al Poniente, ya van los navíos alzándose hacia el cielo suavemente, y entonces se goza de más suave temperancia y se muda el aguja de marear por causa de la suavidad de esa cuarta de viento, y cuanto más va adelante e alzándose más noruestea, y esta altura causa el desvariar del círculo que escribe la estrella del Norte con las guardas, y cuanto más pasare junto con la línea equinocial, más se subirán en alto y más diferencia habrá en las dichas estrellas y en los círculos de ellas. Y Tolomeo y los otros sabios que escribieron de este mundo creyeron que era esférico, creyendo que este hemisferio que fuese redondo como aquel de allá donde ellos estaban, el cual tiene el centro en la isla de Arín, que es debajo la línea equinocial entre el sino Arábico y aquel de Persia, y el círculo pasa sobre el Cabo de San Vicente en Portugal por el Poniente y pasa en Oriente por Cangara y por las Seras, en el cual hemisferio no hago yo que hay ninguna dificultad, salvo que sea esférico redondo como ellos dicen. Mas este otro digo que es como sería la mitad de la pera bien redonda, la cual toviese el pezón alto como yo dije o como una teta de mujer en una pelota redonda; así que de esta media parte non hobo noticia Tolomeo ni los otros que escribieron del mundo, por ser muy ignoto; solamente hicieron raíz sobre el hemisferio adonde ellos estaban, que es redondo esférico, como arriba dije. Y agora que Vuestras Altezas lo han mandado navegar y buscar y descobrir, se muestra evidentísimo, porque, estando yo en este viaje al Septentrión veinte grados de la línea equinocial, allí era en derecho de Hargín e de aquellas tierras: e allí es la gente negra e la tierra muy quemada, y después que fui a las islas de Cabo Verde, allí en aquellas tierras es la gente mucho más negra, y cuanto más bajo se van al Austro tanto más llegan al extremo, en manera que allí en derecho donde yo estaba, que es la Sierra Leona, adonde se me alzaba la estrella del Norte en anocheciendo cinco grados, allí es la gente negra en extrema cantidad, y después que de allí navegué al Occidente tan extremos calores, y, pasada la raya de que yo dije, fallé multiplicar la temperancia, andando en tanta cantidad que cuando yo llegué a la isla de la Trinidad, adonde la estrella del Norte en anocheciendo también se me alzaba cinco grados, allí y en la tierra de Gracia hallé temperancia suavísima y las tierras y árboles muy verdes y tan hermosos como en abril en las huertas de Valencia; y la gente de allí de muy linda estatura y blancos más que otros que haya visto en las Indias, e los cabellos muy largos e llanos, e gente más estuta e de mayor ingenio e no cobardes.
Entonces era el sol en Virgen, encima de nuestras cabezas e suyas, ansí que todo esto procede por la suavísima temperancia que allí es, la cual procede por estar más alto en el mundo más cerca del aire que cuento; y así me afirmo que el mundo no es esférico, salvo que tiene esta diferencia que ya dije la cual es en este hemisferio adonde caen las Indias e la mar océana, y el extremo de ello es debajo la línea equinocial, y ayuda mucho a esto que sea ansí, porque el Sol, cuando Nuestro Señor lo hizo, fue en el primer punto de Oriente o la primera luz que fue aquí en Oriente, allí donde es el extremo de la altura de este mundo. Y bien que el parecer de Aristótel fuese que el polo Antártico o la tierra que debajo de él sea la más alta parte en el mundo y más propincua al cielo, otros sabios le impugnan diciendo que es esta que es debajo del Ártico, por las cuales razones parece que entendían que una parte de este mundo debía de ser más propincua y noble al cielo que otra, y no cayeron en esto que sea debajo del equinocial por la forma que yo dije, y no es maravilla, porque de este hemisferio non se hobiese noticia cierta, salvo muy liviana y por argumento, porque nadie nunca lo ha andado mi enviado a buscar hasta agora que Vuestras Altezas le mandaron explorar e descubrir la mar y la tierra.
Fallo que de allí de estas dos bocas, las cuales, como yo dije, están frontero por línea de Septentrión en Austro, que haya de la una a la otra veintiséis leguas, y no pudo haber en ello yerro, porque se midieron con cuadrante, y de estas dos bocas de Occidente fasta el golfo que yo dije, al cual llamé de las Perlas, que son sesenta e ocho leguas de cuatro millas cada una, como acostumbramos en el mar, y que de allá de este golfo corre de contino el agua muy fuerte hacia el Oriente, y que por esto tienen aquel combate estas dos bocas con la salada. En esta boca de Austro a que yo llamé de la Sierpe, fallé, en anocheciendo, que yo tenía la estrella del Norte alta cuasi cinco grados, y en aquella otra del Septentrión a que yo llamé del Drago, eran cuasi siete, y fallo que el dicho golfo de las Perlas está occidental al Occidente de el […] de Tolomeo cuasi tres mil e novecientas millas, que son cuasi setenta grados equinociales, contando por cada uno cincuenta y seis millas e dos tercios. (Pérez de Tudela, J. Colección Documental del Descubrimiento, p. 1111. Real Academia de la Historia, CSIC y Fundación Mapfre América, 1994, y en Colón, Cristóbal: Los cuatro viajes del almirante y su testamento. Carta del Almirante a los Reyes Católicos. Textos originales trascritos a español moderno. Editor: Anzoátegui, Ignacio B., Pág.181. Colección Austral. Edición digital basada en la 10ª ed. de Madrid, Espasa-Calpe, 1991. http://www.cervantesvirtual.com/obra/los-cuatro-viajes-del-almirante-y-su-testamento–0/ )
Esas apreciaciones de Colón sobre las distinta configuración de cada hemisferio terrestre, supuestamente deducidas de sus observaciones y de su derrota, eran claramente equivocadas, pero en cualquier caso, destaca su análisis y su raciocinio ante posibles anomalías en su trayectoria.
OTROS DESCUBRIMIENTOS CIENTIFICOS DE COLÓN
Hemos comentado anteriormente los principales descubrimientos científicos de Cristóbal Colón, además de los geográficos ya conocidos. Es evidente que su personalidad era ilustrada y excepcional para aquella época. En este texto comentaremos alguno de sus errores científicos, fruto de una mala interpretación se sus observaciones náuticas.
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