Cuando admiramos las obras de un gran pintor, o las piezas musicales de un importante compositor, los poemas de un poeta o un gran descubrimiento científico, lo hacemos porque estamos convencidos de que detrás de cada una de estas obras hay una persona creadora.
En realidad no deberíamos utilizar la palabra ‘creadora’, cuya primera acepción en el diccionario de la lengua es ‘producir algo de la nada’, ya que de la nada difícilmente puede salir algo. Como decía Parménides: típota den proérjete apo típota. En latín Ex nihilo nihil fit, es decir, de la nada, nada sale).
Sólo en las artes utilizamos ese término para designar lo que en el diccionario de la lengua se aplica a la palabra ‘crear’ como segunda acepción, a saber: ‘establecer, fundar, introducir por vez primera algo nuevo’. Curiosamente, en ciencia no solemos hablar de ‘creación’, sino de ‘descubrimiento’, y descubrir es ‘destapar lo que está tapado o cubierto’.
Estamos hablando de un mismo proceso: el proceso creativo y, sin embargo, en un caso decimos que algo surge de la nada, y en el otro que estamos destapando, descubriendo algo que ya estaba ahí: ¿Cuál de las dos interpretaciones es la verdadera?
Combinación creadora
A mi juicio, está claro. Como he dicho antes, de la nada no puede surgir algo que tenga existencia, de forma que para mí el proceso creativo no es otra cosa que una combinación nueva de pensamientos, sonidos, palabras, formas o colores, ya existentes, por supuesto, en nuestro cerebro de forma potencial.
Ahora bien, la combinación nueva de pensamientos es común a muchas personas que, sin embargo, no son creativas. ¿Cuáles serían entonces las características que distinguen a las personas creativas de las que no lo son?
La creatividad es sin duda una de las capacidades más complejas que posee el ser humano y, aunque estemos aún lejos de entender sus bases neurobiológicas, seguro que todos estaríamos de acuerdo si afirmamos que si encontramos no sólo esas bases orgánicas, sino también cómo desarrollarlas, habríamos recorrido un camino extraordinario en la mejora del rendimiento de nuestra especie. No obstante, la creatividad sigue siendo uno de los términos más vagos, ambiguos y confusos en psicología.
En condiciones normales, las personas no son creativas, lo que implica que el acto de creación es algo insólito y poco frecuente. Y cuando una nueva idea o concepto se produce solemos hablar de inspiración.
El escritor húngaro Arthur Koestler, en su libro El acto de la creación, dice que hay dos formas de escapar a nuestras rutinas de pensamiento y conducta: la primera, zambullirse en el ensueño o estados similares, donde los códigos del pensamiento racional quedan suspendidos. Y la otra manera de escapar es en dirección opuesta, o sea la caracterizada por el momento espontáneo de la intuición que conlleva la creatividad.
Sueño y ensueño
He llamado “ensueño” a lo que normalmente llamamos “sueño”. En español no solemos distinguir entre ambos conceptos que no son idénticos. En inglés se diferencia entre “sleep” y “dream”; en francés entre “sommeil” y “rêve”; en alemán entre “Schlaf” y “Traum”. Por eso hago la diferencia entre sueño y ensueño.
Decía que hay dos vías de escape a las rutinas de pensamiento y conducta: la primera significaría una regresión a niveles mentales más antiguos, más primitivos, de creación, mientras que la segunda, que es la que aquí nos interesaría, supone un ascenso a un nivel nuevo, más complejo de evolución mental.
En la obra citada de Koestler, el acto creativo del humorista, por ejemplo, se caracterizaría porque crea una momentánea fusión de dos matrices, dos niveles de pensamiento que habitualmente son incompatibles. De forma similar, podría describirse también el descubrimiento científico o la creación artística.
Uno de los ejemplos que Koestler utiliza para confirmar sus aseveraciones es, en el terreno humorístico, la siguiente anécdota atribuida al académico francés del siglo XVIII Chamfort:
“Un marqués de la corte de Luis XIV, al entrar en el boudoir de su esposa, la encuentra en brazos de un obispo y, sin decir palabra, se dirige a uno de los ventanales del palacio, lo abre y comienza a impartir bendiciones al pueblo en la calle.
La sorprendida y angustiada esposa le grita: “Pero, ¿qué estás haciendo?” A lo que el marqués tranquilamente le responde: “Monseñor está usurpando mis funciones, así que yo realizo las suyas”.
Esta historia se mueve en dos planos o matrices de pensamiento. La una es una historia de adulterio, que es, de pronto, sustituida por una reacción totalmente inesperada del marqués, lo que hace que la tensión se relaje y surja la risa. Es lo que Koestler llama ‘bisociación’. Dos historias, antes incompatibles, aparecen juntas creando hilaridad.
Esta bisociación o conjunción de dos planos de pensamiento incompatibles, opuestos, no es nada nuevo; ocurre constantemente durante el ensueño, en donde no reina la lógica ni el pensamiento dualista característico de la vigilia consciente.
La yuxtaposición de términos normalmente antitéticos, la falta de consciencia de que existe un conflicto o una incongruencia, son características del ensueño. La lógica del ensueño no es una lógica aristotélica, es indiferente a las leyes de la identidad y de la contradicción, su forma de razonar está ligada a la emoción y su simbolismo es pre-verbal y arcaico.
Pensamiento onírico
El psicólogo austríaco, Sigmund Freud, a este tipo de pensamiento onírico le llamó proceso primario para distinguirlo de un proceso secundario que sería el pensamiento lógico-analítico, que es el que solemos utilizar durante la vigilia consciente.
El pensamiento en el proceso primario significa una superación del dualismo que nos recuerda otra experiencia humana parecida, al menos en esta característica: la experiencia mística o espiritual, en la que la persona se une con la divinidad, la naturaleza o los animales, identificándose con ellos, perdiendo la consciencia del yo como algo separado del mundo.
Así que llegamos a considerar que la persona creadora supera también contradicciones, asemejándose tanto al místico como a la persona que tiene ensueños. Pero que sepamos, ni el místico se ha caracterizado por ser una persona creadora, ni la mayoría de los ensueños ha conducido a una intuición creadora.
Digo la mayoría, porque sabemos de algunos ejemplos en los que sí condujeron a algún descubrimiento importante. Como el del químico alemán August Kekulé von Stradonitz, que durante un ensueño diurno vio lo que el psicólogo suizo Carl Gustav Jung llamaba arquetipos, a saber una serpiente que se muerde la cola, el llamado uroboro, descubriendo así la estructura del anillo de benceno.
Creatividad y cerebro
Quisiera referirme a algunos casos interesantes en relación con este tema de la creatividad. El primero se trata de lo encontrado en algunos enfermos que sufren de demencia fronto-temporal porque se encuentran dañados tanto el lóbulo frontal como el lóbulo temporal del cerebro, sobre todo en el hemisferio izquierdo. Estos pacientes pierden inhibiciones en sus comportamientos sociales, pero también muestran poderes creativos que antes no tenían. Al parecer, lesiones en el hemisferio izquierdo son capaces de desinhibir funciones más características del hemisferio derecho.
El otro ejemplo lo tenemos en los llamados músicos sabios, niños que son muy deficientes en sus capacidades lingüísticas, pero que tienen una musicalidad a veces excelente. Estos músicos sabios poseen habilidades con las que cualquier persona puede soñar: un oído absoluto, una percepción finísima, una capacidad enorme de representación acústica, y una memoria musical excepcional. Pues bien, estos músicos sabios suelen tener lesiones en el hemisferio izquierdo, por lo que se supone que se desinhiben funciones del hemisferio derecho.
Lo mismo puede decirse de las facultades extraordinarias de algunos autistas o de los que se han llamado idiots savants o idiotas sabios, que destacan por algunas cualidades extraordinarias. Ha habido sujetos que luego de escuchar por vez primera una sonata de Beethoven pudieron sentarse al piano y tocarla nota por nota con un ritmo perfecto, pero que, sin embargo, no eran capaces de atarse los cordones de sus zapatos.
Se ha planteado la cuestión de dónde vienen estas cualidades excepcionales en estos pacientes. Y la teoría que mejor explica el fenómeno es la que plantea precisamente que existe un deterioro de funciones del hemisferio izquierdo con una compensación, es decir un aumento o desinhibición de las funciones del hemisferio derecho.
Inteligencia y creatividad
Estos que se han llamado también genios idiotas por tener en muchos casos un cociente intelectual muy bajo – entre 50 y 75 y a veces inferior – lo que muestran es que la inteligencia y la creatividad son cosas diferentes. En el otro extremo, entre los superdotados, con un cociente intelectual de 130 o 135 raramente se observa creatividad.
Es conocido también que muchos talentos creadores han sido malos estudiantes. Se suele citar el caso de Albert Einstein, que tardó más de lo corriente en aprender a hablar y que lo suspendieron en el examen de ingreso en el Politécnico de Zürich.
O el caso de Charles Darwin del que decía su desesperado padre: “No te gusta más que la caza, los perros y coger ratas, y vas a ser una desgracia para ti y para toda la familia”.
O también Pablo Picasso, que odiaba la escuela, y tuvo dificultades en aprender a leer y a escribir y más todavía a dominar los números.
Thomas Edison, el inventor de la lámpara incandescente, del telégrafo y del fonógrafo, estudió durante tres meses con una profesora que lo expulsó diciendo que era oligofrénico y que no tenía inteligencia para estudiar.
En resumen: que las mentes creadoras no suelen adaptarse bien a los criterios de inteligencia manejados por los sistemas educativos.
Imagen especular del ensueño
Uno de los autores que más han estudiado la creatividad desde el punto de vista psicológico ha sido el psiquiatra norteamericano Albert Rothenberg, que fue profesor en Harvard. Este autor considera que el proceso creativo es la imagen especular del ensueño, imagen que tiene que ser similar al objeto que refleja, pero que tanto biológica como psicológica y socialmente es el reverso del ensueño.
¿Por qué dice esto Rothenberg? Pues porque la persona creativa utiliza conscientemente los mecanismos y procesos característicos del pensamiento onírico para abstraer, conceptuar y concretar, pero así también para revertir los efectos de la censura consciente.
El sujeto creador emplea la lógica característica de la vigilia consciente, los procesos de su pensamiento son similares a lo que hemos visto que Freud llamó ‘proceso secundario’, pero prestando también atención a los factores que son importantes en el pensamiento inconsciente, alterando las secuencias temporales, desplazando y comprimiendo. El sujeto creador utiliza, pues, dos procesos específicos de pensamiento que son similares, pero inversos, de manera simultánea.
Si el pensamiento onírico produce imágenes y secuencias confusas, caóticas e ilógicas, el proceso creativo produce orden e imágenes y metáforas significativas, así como conceptos claros.
Hemos dicho que una característica del proceso creativo es revertir los efectos de la censura inconsciente, de manera que, por ejemplo, en la creación artística, encontramos mucho material inconsciente y que contribuye a su valor intrínseco.
Pensamiento jánico complejo
Pero la contribución que, a mi entender, es más significativa del análisis que Rothenberg hace del proceso creativo, es haber formulado que la persona creadora se guía por un tipo de pensamiento que él llama ‘jánico’, término basado en las cualidades del dios romano Jano, dios cuyas muchas caras miraban en varias direcciones al mismo tiempo y que, por ello, da el nombre al mes de Enero, January en inglés, por mirar hacia el pasado y el futuro simultáneamente.
Según Rothenberg, el pensamiento jánico se caracteriza por concebir activamente dos o más ideas, imágenes o conceptos opuestos simultáneamente. Los conceptos opuestos o antitéticos se conciben como existentes uno junto al otro, o igualmente operativos y verdaderos. Es un pensamiento complejo, diferente del pensamiento dialéctico, de la ambivalencia y de los pensamientos de los niños o de los esquizofrénicos.
Para poner un ejemplo, me voy a referir a un trabajo que Rothenberg publicó en 1971, en donde acuñó por vez primera el término ‘jánico’ para el pensamiento creativo de Albert Einstein.
En este trabajo, Rothenberg cita un ensayo de Einstein publicado en 1919 con el título: La idea fundamental de la relatividad general en su forma original. En este ensayo Einstein se refería a las teorías contradictorias de Faraday y Maxwell-Lorentz. Decía sobre ello lo siguiente: “El pensamiento de que estemos tratando aquí con dos casos fundamentalmente diferentes fue para mí insoportable. La diferencia entre estos dos casos no podía ser una diferencia real, sino más bien, en mi convicción, sólo podía ser una diferencia en la elección del punto de referencia”.
Así nació, pues, la teoría general de la relatividad: Dos posturas contradictorias que él consideró ambas válidas porque dependían de puntos de vista diferentes. Dos pensamientos contradictorios que Einstein supera aceptando ambos, o, con otras palabras, dando un salto no-dualista en su pensamiento.
El pensamiento jánico tiene lugar en plena consciencia, con plena racionalidad y facultades lógicas plenamente operativas. Por tanto, es un tipo especial de operación de pensamiento secundario, racional. Pero que hace uso de mecanismos del pensamiento onírico o primario, aprovechándose de materiales inconscientes. Es lo que el psiquiatra italiano Silvano Arieti llamó proceso terciario, es decir, la combinación de los procesos primario y secundario.
Visionando el futuro
Los griegos algo de esto sabían cuando crearon el mito de Tiresías. Según este mito, Tiresías era un sacerdote de Zeus y siendo aún un hombre joven, se encontró a dos serpientes copulando; golpeó a la hembra en la cabeza con su bastón y al punto se convirtió él mismo en mujer. Transformado en mujer, se hizo sacerdotisa de la diosa Hera, se casó y tuvo varios hijos. Tras siete años de ser mujer se encontró de nuevo a dos serpientes copulando y esta vez golpeó con su bastón la cabeza del macho, convirtiéndose de inmediato de nuevo en hombre.
Como resultado de sus experiencias en ambos sexos, Zeus y Hera le plantearon la pregunta de quién de los dos sentía más placer en el acto sexual, si el hombre o la mujer. Zeus era de la opinión que era la mujer, pero Hera sostenía que era el hombre. Tiresías se colocó del lado de Zeus diciendo que en una escala del uno al diez la mujer gozaba seis veces más que el hombre. Irritada por la respuesta, Hera lo dejó ciego, pero Zeus le concedió el don de la profecía. Es decir, la unión de los contrarios, lo que el psicólogo Carl Gustav Jung llamaba la coniunctio oppositorum, conlleva nuevas facultades como la visión del futuro.
De nuevo, aquí se intuye que la conjunción de dos contrarios, en este caso el hombre y la mujer, lo masculino y lo femenino, es capaz, cuando se poseen ambos, de conferir facultades extraordinarias como son la clarividencia y la profecía.
Otra característica del proceso creativo es lo que Rothenberg ha llamado pensamiento homoespacial, que consiste en concebir activamente dos o más entidades discretas que ocupan el mismo espacio, una concepción que conduce a la articulación de nuevas identidades.
Dependiendo de dónde se manifiesta este proceso creativo, se trataría de la superposición de sensaciones discretas, patrones de sonidos, palabras escritas, imágenes visuales, etc. Se suele dar este fenómeno mucho más corrientemente en las artes.
Salto teórico creativo
Algo parecido a lo referido sobre Einstein ocurrió con el biólogo Charles Darwin. Veamos aquí su propia descripción de las circunstancias en las que tuvo lugar este salto de pensamiento, el salto teórico creativo.
Tras un largo tiempo de búsqueda de la formulación apropiada (unos cuatro años según su propia biografía), Darwin constató lo siguiente:
“Tuve la ocasión de leer por pura diversión a Malthus, su libro sobre poblaciones”, y tras algunas frases dice: “y de pronto se me ocurrió”. En ese momento nació la teoría de la evolución de las especies.
El hecho de que Darwin estuviese leyendo a Malthus cuando descubre su idea de la selección natural se ha interpretado como algo extraño y paradójico, dado que el elemento principal de la tesis de Malthus era que un crecimiento sin trabas de la población humana en un entorno fijo llevaría a la exterminación de la especie gracias a la lucha por la existencia. Sin embargo, vemos a Darwin postular lo contrario, es decir, que esa lucha por la existencia resultaba en el aumento y la perfección de las especies respecto a su entorno.
Probablemente Darwin aceptó y entendió la idea de Malthus de que la lucha por la existencia podía llevar a la destrucción de la especie, pero pensó también lo contrario, que podría conducir a la selección adaptativa. De acuerdo con Rothenberg, estaríamos pues de nuevo ante una manifestación del pensamiento jánico que es capaz de pensar un concepto y el contrario sin problemas.
Superando antinomias
Llama la atención que en ciencia a veces las contradicciones se resuelven superando las antinomias. Yo pongo siempre el ejemplo de Cajal y Gerlach. El primero planteando que las neuronas constituían una unidad anatómica y funcional independiente, lo que se conoce como la doctrina de la neurona; y el profesor de anatomía de la Universidad de Erlangen, Joseph von Gerlach sostenía que las neuronas formaban un retículo y no un sistema compuesto de células discretas como sostenía Cajal.
Cajal tenía razón. Sin embargo, hoy se sabe que las sinapsis eléctricas se establecen entre muchas células que actúan como un sincitio, por lo que se puede concluir que ambos tenían razón. Este tipo de sinapsis se encuentra en numerosas regiones del cerebro adulto, como son el tálamo dorsal, el estriado, el cerebelo, la corteza cerebral o el hipocampo.
Otro ejemplo puede ser el de Darwin y Lamarck. Este último sostenía que los caracteres adquiridos se heredaban. Darwin decía que en el proceso de selección natural las variaciones ventajosas se incrementan por herencia. Darwin tenía razón, y, sin embargo, la epigenética, y el llamado “Efecto Baldwin” ha hecho revivir la idea de Lamarck, aunque modificada, gracias al hecho de que los factores ambientales pueden conducir a cambios en la expresión de determinados genes.
Es lo que ocurre, por ejemplo, con las personas que se han trasladado a una gran altitud para vivir en ella de modo permanente. La selección natural favorecerá las mutaciones genéticas que incrementen la producción de glóbulos rojos, como es el caso de las poblaciones indígenas de Suramérica que viven en los altos Andes.
También en la mecánica cuántica
Curiosamente, en la mecánica cuántica ocurre un fenómeno similar, porque se produce una ruptura en la dualidad entre onda y partícula. Dependiendo de cómo se realiza la medición, un electrón puede aparecer actuando como onda o como partícula, de forma que onda y partícula no son dos cosas diferentes, sino dos modos de observar la misma cosa. Es algo parecido a la diferencia que establecemos entre cerebro y mente. En realidad, todo indica que son dos maneras, una objetiva y la otra subjetiva, de observar un mismo fenómeno.
Todo esto lo que muestra asimismo es que el pensamiento dualista o binario es el resultado de una predisposición genética o categoría de la mente, como diría Kant, que nos hace ver el mundo en términos antitéticos.
En otro orden de cosas se ha afirmado que en los estados místicos ocurre algo parecido, en el sentido de que los opuestos se difuminan, como la división entre el yo y el mundo, la naturaleza o Dios. El éxtasis suele producirse por una hiperactividad del sistema simpático y parasimpático conjuntamente.
Y sin embargo, como dije antes, no se conocen actos creativos en los místicos de las diferentes religiones. Esto se puede deber al hecho de que estos estados místicos representen una regresión al pensamiento mítico, mágico, edénico, como hipoteticé en mi último libro El pensamiento dualista.
Siempre se ha postulado que, como algunas personas creativas han estado gravemente enfermas con enfermedades mentales o psíquicas, el genio y la locura deberían ser estrechos aliados.
Rasgos creativos
Sin embargo, recientemente Eduardo Monteverde, médico patólogo, novelista y periodista científico, en su libro Los fantasmas de la mente, rompe ese mito de que hay que ser enfermo mental para poder crear. Y plantea que las personas creativas poseen los siguientes rasgos:
Son gente fuera de lo convencional, lo que significa que no se conforman con los estándares de la sociedad; nadan contra corriente y tienen ideas originales que colocan el mundo al revés.
Son también personas individualistas, que suelen estar ‘fuera de época’, por lo que la mayoría de sus trabajos son reconocidos una vez muertos.
Son personas altamente inteligentes, que suelen tener dificultades interpersonales.
Asimismo, son personas proactivas, que no pueden estar sin hacer nada, que sienten un fuego interior que les lleva a crear belleza o mejorar el mundo.
Y son personas visionarias, con una visión que guía su conducta y que les hace incluso a veces entregar sus vidas por ella.
Por último, son personas intuitivas, que están mucho más en relación con sus sensaciones internas que el resto de las personas.
En cualquier caso, no pensemos que la persona creativa es alguien que no necesita ocuparse del tema en cuestión para recibir la chispa de la inspiración que le lleve a la creación de algo nuevo. Thomas Edison decía que la invención era en un diez por ciento inspiración y en un noventa por ciento perspiración.
De todos modos, el neurólogo inglés John Hughlings Jackson detectó una conexión entre la “epilepsia psíquica”, como llamaba a la epilepsia del lóbulo temporal, y la creatividad. Es el caso, por ejemplo, de Vincent van Gogh que sufría de ese tipo de epilepsia y que decía él mismo que había desarrollado una sensibilidad excesiva para el mundo visual que nunca antes había conocido.
Hemos visto que el pensamiento del proceso secundario de Freud es el pensamiento lógico-analítico, dualista, secuencial y temporal, que caracteriza las funciones del hemisferio izquierdo del cerebro. Con ese pensamiento la humanidad ha alcanzado grandes conquistas. El poeta William Blake, en su obra con un título que reúne conceptos opuestos, como es su libro Matrimonio del Cielo y del Infierno, afirma inequívocamente: “Sin contrarios no hay progresión”.
¿Creatividad innata?
Es muy posible que el pensamiento dualista sea necesario para analizar el mundo que nos rodea. En mi opinión corresponde probablemente, como antes dije, a una categoría que se le escapó al filósofo alemán Immanuel Kant y que es muy posible que sea innata.
Es lo que el psiquiatra norteamericano Eugene D’Aquili llamaba el ‘operador binario’, localizado, según él, en el lóbulo parietal izquierdo y cuya lesión, como mostró el neuropsicólogo ruso Alexander Luria, hace que el paciente no distinga los términos opuestos, como arriba/abajo, delante/detrás, antes/después, etc.
Por lo que hemos dicho, este operador binario tiene que ser inhibido para poder acceder al pensamiento jánico que, según Rothenberg es necesario para, superando las contradicciones, acceder al pensamiento creativo.
¿Cuestión de hemisferios?
Se ha planteado que el hemisferio derecho del cerebro opera con procesos primarios de pensamiento, mientras que el izquierdo lo hace con procesos secundarios. Independientemente de que eso es probablemente una simplificación, algunos autores han planteado que el equilibrio inter-hemisférico es crucial para la creatividad.
En situaciones normales el hemisferio izquierdo suele estar más activo que el derecho. Por tanto, tareas que activen el hemisferio derecho pueden producir ese equilibrio entre los dos hemisferios.
También se sabe que el hemisferio derecho está más implicado en la producción de imágenes mentales, así como en la percepción y producción musicales, lo que hace sospechar que es este hemisferio el que mejor está conectado con o dotado para la creatividad. Por otro lado, sus conexiones con las estructuras del cerebro emocional también son más numerosas que las del otro hemisferio.
Estado mental
Resumiendo podemos decir que la inspiración creativa es un estado mental en el que el pensamiento es de proceso primario y secundario simultáneamente, un pensamiento jánico, asociativo, que es capaz de activar un gran número de representaciones mentales al mismo tiempo. Este estado puede presentarse por dos maneras: por una desinhibición debida a bajos niveles de actividad cortical sobre todo del lóbulo frontal y por una mayor activación del hemisferio derecho en comparación con el izquierdo.
En mi último libro El pensamiento dualista: Ideologías, Creencias, Fanatismo planteé la hipótesis de que el pensamiento dualista o binario es un pensamiento racional primitivo, que divide el mundo en términos antitéticos y que es seguido del pensamiento racional múltiple o complejo.
Una posible interpretación de un pasaje bíblico del Génesis, capítulo 3 podría ser la siguiente: Yahvé había prohibido a Adán y Eva a comer del fruto del árbol del bien y del mal o árbol del conocimiento porque morirían; la serpiente les incita a comer los frutos de ese árbol diciendo que si lo hacen no sólo no morirán, sino que se les abrirán los ojos y conocerían el bien y el mal.
Aquí, en mi opinión, se está relatando el paso del pensamiento mítico, mágico, edénico, o proceso primario de Freud, al pensamiento dualista, racional, o proceso secundario y este paso implicó que Adán y Eva tuviesen que abandonar el paraíso y no pudieran volver al pensamiento original mágico o mítico, dificultad representada en el Génesis por ángeles con espadas flamígeras que impedían la vuelta al Jardín del Edén.
La interpretación ortodoxa de ese pasaje identifica a la serpiente con el demonio, como hace, por ejemplo, el poeta inglés John Milton en su Paraíso perdido, pero una secta gnóstica conocida como los ofitas (“ophis” en griego es serpiente) veía en la serpiente una figura positiva, heroica, mientras que identificaba a Yahvé como una figura negativa, un demiurgo malvado. La serpiente como benefactor de la humanidad es común no sólo a los ofitas, sino que también era la opinión de los alemanes el filósofo Immanuel Kant y el poeta Friedrich Schiller.
A partir del siglo IV, todos los escritos ofitas fueron destruidos por los cristianos ortodoxos, pero conocemos esta secta gracias a sus enemigos, como Ireneo de Lyón, Hipólito de Roma, Epifanio de Salamis y Orígenes; y también gracias a algunos escritos que se han recuperado en descubrimientos arqueológicos recientes, como la amplia colección de códices gnósticos antiguos encontrados por un campesino árabe en una cueva cerca de Nag Hammadi, pueblo situado en la ribera del Nilo en el que tuvo lugar ese hallazgo en diciembre de 1945.
Otro pasaje del capítulo 1 del Génesis es revelador. Al final de la creación Dios dice: “Ahora hagamos al hombre. Será semejante a nosotros”, y un poco más adelante se dice: “Cuando Dios creó al hombre, lo creó semejante a Dios mismo; hombre y mujer los creó”.
Este pasaje ha sido interpretado como revelador de la androginia tanto del Ser Supremo como del hombre. Es en el siguiente capítulo, el capítulo 2, cuando el andrógino es separado por Dios que saca una costilla del hombre para crear la mujer. De nuevo esto puede interpretarse como el paso del pensamiento mítico, mágico, edénico o proceso primario, al pensamiento dualista, racional primitivo o proceso secundario.
Pensamiento primario y secundario juntos
El pensamiento onírico de nuestros ensueños es un proceso primario en el que las contradicciones no son tales; en el pensamiento dualista o binario dominan las antítesis; y, curiosamente, en el pensamiento creativo se dan tanto el pensamiento inconsciente o primario como el pensamiento dualista o secundario.
Es como si el filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel tuviese razón con su dialéctica y lo explicara diciendo que el pensamiento onírico, paradisíaco, mítico o mágico fuese la tesis; el pensamiento racional la antítesis y, finalmente, el pensamiento creativo sería la síntesis de ambos.
No deja de ser interesante el hecho de que en la literatura mística encontremos frases en las que los contrarios aparecen unidos, como las que cita el psicólogo estadounidense William James en su libro Las variedades de la experiencia religiosa (Diapositiva 17): allí los términos contrarios son “oscuridad deslumbrante”, “silencio rumoroso”, “desierto fecundo”.
San Juan de la Cruz, por poner otro ejemplo, tiene también expresiones que son auténticos oxímorons como “oscura claridad”, “serena agitación”, “cruel reposo”, “música silenciosa”, etcétera. Y, sin embargo, repito, no conocemos producciones creativas en los místicos.
Esta es la razón por la cual en mi libro El cerebro espiritual he argumentado que la mística supondría una regresión a un estadio anterior al pensamiento racional, es decir, una vuelta al pensamiento mítico o mágico, mientras que la creatividad sería lo contrario: una progresión hacia un pensamiento racional, pero con connotaciones del pensamiento mágico.
Algunos autores han argumentado que en los estados místicos se produce una desconexión de las estructuras límbicas, responsables de los fenómenos que se observan en esos estados, con la corteza prefrontal, lo que afectaría, entre otras cosas de manera negativa, a la creatividad.
Una facultad mental más
Personalmente considero que la creatividad es una facultad mental más, como la inteligencia, la música, el lenguaje, la moralidad o la espiritualidad. Y como todas las facultades mentales necesita un entorno apropiado para desarrollarse. Las facultades mentales tienen todas un período crítico durante el cual se fomenta especialmente su desarrollo. Todos estos períodos críticos suelen localizarse temporalmente en la niñez. Por eso es muy importante fomentar en ella todas las facultades mentales, sin olvidar la creatividad.
Como la inteligencia y muchas otras palabras que utilizamos a diario, la creatividad pertenece a lo que Patricia Churchland llamó “psicología popular” y son conceptos sobre los que no tenemos una idea clara. Es de suponer que estos conceptos cambiarán a medida que avance el conocimiento de sus bases neurobiológicas. Pero ¿quién duda que la creatividad ha sido crucial para el desarrollo de nuestra especie? Lo que nos obliga a pensar que deberíamos dedicar mucha más atención a su estudio.
(*) Francisco J. Rubia es Catedrático emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, y también lo fue de la Universidad Ludwig Maximillian de Munich, así como Consejero Científico de dicha Universidad. Miembro numerario de la Real Academia Nacional de Medicina y Vicepresidente de la Academia Europea de Ciencias. Es el editor del Blog Neurociencias de Tendencias21, donde pueden consultarse sus artículos, conferencias y sus libros.
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