Un estudio reciente, realizado por científicos de la Universidad de Leeds, en Inglaterra, de la Universidad de Milán, en Italia y de la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda, ha revelado que los soldados medievales que llevaban armaduras gastaban más del doble de energía de la que habrían gastado sin ellas. La presente investigación es la primera que presenta evidencias experimentales de las limitaciones que suponían las armaduras medievales para el rendimiento de los soldados. Durante las guerras del siglo XV, los militares llevaban armaduras de láminas de acero, que pesaban normalmente entre 30 y 50 kilos. En aquella época, se creía que las armaduras ayudaban a ganar las batallas. Sin embargo, los investigadores han descubierto que llevar este tipo de carga, repartida por todo el cuerpo, requería de mucha más energía que, por ejemplo, llevar un macuto a la espalda del mismo peso. Esto es debido a que, con la armadura, las extremidades de los soldados quedaban sobrecargadas de peso, lo que les suponía tener que hacer un gran esfuerzo en cada movimiento y a cada paso que daban. Por el contrario, cuando se lleva una mochila, el peso está concentrado sólo en un lugar del cuerpo, y las extremidades pueden moverse sin obstáculos. Para su estudio, los científicos hicieron pruebas con réplicas exactas de cuatro tipos distintos de armaduras europeas. Con ellas, anduvieron e hicieron ejercicios, al tiempo que medían las cantidades de oxígeno que consumieron con un respirómetro, que es un dispositivo usado para medir la frecuencia respiratoria y evaluar la relación entre el intercambio de oxígeno y dióxido de carbono. Estas mediciones permitieron calcular cuánta energía había sido empleada por los participantes en las pruebas con las armaduras. Asimismo, con ellas pudo constatarse que la respiración de los soldados se veía afectada también por las armaduras: cuando las llevaban, en lugar de hacer inspiraciones profundas, como las que se hacen en condiciones normales, los soldados debían hacer un gran número de respiraciones superficiales. Según los investigadores, estar envuelto en una ajustada armadura podía hacer que los soldados se sintieran a salvo, pero tan pronto como uno se mete en una de ellas siente la falta de aire. Este hecho sin duda debió limitar la resistencia de los soldados en la lucha.
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