Paloma González del Miño: Egipto, 2011-2017. Alteraciones en las redes de poder. Madrid: Los Libros de La Catarata, 2017 (176 páginas).
Egipto ocupa una posición central en el mundo árabe. Su peso político, demográfico e histórico ha contribuido a que el país del Nilo haya sido considerado tradicionalmente como el epicentro del subsistema internacional árabe, desde donde se irradian las sucesivas tendencias culturales, políticas e ideológicas al conjunto de la región.
De aquí la importancia que reviste el seguimiento de su evolución política. Con este propósito, Paloma González del Miño aborda el análisis de los hechos y acontecimientos registrados en la sociedad y Estado egipcios desde el impacto de la denominada Primavera Árabe a inicios de 2011 hasta llegar prácticamente a la actualidad, otoño de 2017.
Semejante acotación en el tiempo no desdeña la necesidad de contextualizar la emergencia del Egipto moderno y, en particular, su trayectoria autoritaria. Temas a los que dedica los dos primeros capítulos y que recuerdan, en cierto modo, parte del itinerario seguido también por otros países de la región: desmembración del Imperio otomano, dominación e intervención colonial europea, independencia formal y tutelada, golpes de Estado o, igualmente, revoluciones palaciegas con ascenso de gobiernos nacionalistas, sucesión de gobiernos autoritarios y contestación política.
En el caso de Egipto fue obvia la influencia que, de manera directa e indirecta, ejerció el ascenso de Naser (1954-1970) en una serie de países como Irak, Siria, Libia o Yemen y, en suma, en el conjunto de la región. No menos importante fue el viraje estratégico impuesto por Sadat (1970-1981) y el acomodo a lo largo de tres décadas de supervivencia de Mubarak (1981-2011).
La intensidad del periodo (2011-2017) estudiado por la autora no deja lugar a dudas. Pese a que en el breve plazo de tres años la ciudadanía egipcia ha sido convocada unas siete veces a las urnas, lo cierto es que el país no es más democrático ahora que antes de la destitución de Mubarak en enero de 2011. Por el contrario, según la autora, se ha vuelto “a la misma casilla de salida” después de que su sistema político registrara cierta apertura.
La segunda parte del texto se inicia con una explicación de la rebelión egipcia tras hacerse eco del éxito que alcanzaron las movilizaciones antiautoritarias en Túnez (2010-2011). El efecto de contagio en la región fue indudable, sin negar las peculiaridades de cada país, con sus respectivas trayectorias.
En Egipto se evidenció una “perdida de cohesión del poder hegemónico del régimen”, con una fragmentación de la elite del poder entre la vieja guardia (burócratas, oficiales y servicios secretos) y un grupo económico, de tecnócratas, alineados con Gamal Mubarak, hijo y presunto sucesor del dictador. La calculada ambigüedad que, en un primer momento, mantuvo el Ejército ante las protestas no fue precisamente ajena a esta división.
No menos importante, sostiene la autora, fue en este proceso de movilización la entrada en escena de otros grupos “claves”: los jóvenes, el Movimiento Egipcio por el Cambio (Kefaya), el Movimiento 6 de Abril, la Asociación Nacional para el Cambio (liderada por Mohamed El-Baradei), y los Hermanos Musulmanes. Sin olvidar el impacto que tuvieron las nuevas tecnologías de la comunicación y la información como recursos comunicativos, organizativos y, en definitiva, movilizadores.
A su vez, el breve e intenso proceso de transición, que analiza González del Miño, resulta clave para comprender el déficit que arrastra, por no decir que nació prácticamente muerto. Lejos de abrirse un proceso constituyente e inclusivo, con la participación de todas las fuerzas sociales, políticas y económicas, en aras de establecer un amplio consenso constitucional, asentado en una no menos amplia base de apoyo social, la Constitución adoptada en 2012 suscitó mayor división en la sociedad egipcia; además de complicar el proceso para “alcanzar la estabilidad y el consenso en el país a corto plazo”.
El nuevo texto constitucional (2012) fue fruto de una reforma de la Constitución de 1971, pero también de las prisas del gubernamental Partido Nacional Democrático y de los Hermanos Musulmanes por concurrir de la manera más ventajosa a las elecciones frente a la heterogénea oposición, que reclamaba un proceso constituyente que “partiera de cero” en la elaboración de la nueva Constitución.
El balance que realiza la autora de la presidencia de Morsi (2012-2013) no puede ser más contundente, al calificarlo de “errático”, incapaz de “generar consensos”, tendente a “la islamización del Estado” y “la autocracia presidencialista del poder”, agravado por una arrolladora crisis económica. Ante esta deriva y amparado en las numerosas protestas suscitadas, el Ejército advierte una oportunidad para, bajo la retórica de la “salvación”, hacerse nuevamente con el control del poder, si es que alguna vez dejó de tenerlo.
Todo apunta a que el Ejército ha sido el principal actor que, después de tolerar y tutelar este particular proceso de transición, terminó invirtiéndolo ante el riesgo de que se rebasaran ciertas líneas rojas; y que, paradójicamente, contó con el consentimiento de algunos sectores que se habían manifestado en contra del gobierno de Mubarak.
González del Miño no tiene dudas en calificar la acción del Ejército de golpe de Estado (2013); además de cuestionar, pese a los errores de los islamistas, si no había otras vías menos drásticas o “mejores” de “reconducir la transición política». La respuesta parece obvia a la luz de los acontecimientos ulteriores, con la renovación del autoritarismo y una nueva Constitución (2014) hecha a su medida, sin olvidar el apoyo y consentimiento en el espacio regional (Estados del Golfo, principalmente) e internacional (Estados Unidos y Unión Europea, unido a otros actores como Rusia y China).
Por último, la autora hace un balance no menos contundente de la presidencia de Al-Sisi, con el culto al líder, la “fachada democrática” de las instituciones, las herramientas de “cooptación y coacción”, “la encarcelación de activistas opositores”, la persecución y “eliminación del principal partido opositor” vinculado a los Hermanos Musulmanes; además de una sistemática represión y vulneración de “los derechos y libertades fundamentales”.
En esta línea, una de las claves principales que ofrece la obra de Paloma González del Miño sobre la involución política en Egipto es el análisis del estamento militar. De hecho, considera que “el ejército ha recuperado el papel estelar que gozó durante décadas, optando por pilotar el no cambio mediante una estrategia limitada y controlada desde la propia institución. Esto les permite continuar en el núcleo político y económico, garantizando su sistema de privilegios”.
Profesora titular de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid, la autora ha dirigido diversos proyectos de investigación en esta materia, con un seguimiento sistemático y riguroso del que da cuenta en este recomendable texto.
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