Alfonso Zapico: Café Budapest. Bilbao: Astiberri, 2008 (164 páginas).
Después de la Segunda Guerra Mundial, en 1947, una familia húngara de origen judío, integrada sólo por madre e hijo, emigra a Palestina. Allí les recibe su pariente más próximo, el tío Yosef, que regenta con su mujer un pequeño hotel.
Situado en pleno Jerusalén, el Café Budapest es un espacio en el que concurren clientes de diferentes orígenes étnicos y nacionalidades.
De pronto la convivencia en el Café Budapest se ve interrumpida por la sucesión de acontecimientos y hechos que asolaron Palestina: la partición de su territorio por las Naciones Unidas en noviembre de 1947, la creación del Estado de Israel en mayo de 1948 y, seguidamente, el estallido del conflicto árabe-israelí.
El espacio cosmopolita del Café Budapest se ve ensombrecido. Cada uno de sus miembros es requerido por sus respectivas comunidades, organizaciones políticas afines y Estados para sumarse al esfuerzo bélico.
Sin embargo, la familia del tío Yosef no secundará el conflicto que se apodera de la región. Su opción es la salida, con el regreso a Hungría, donde regentará un nuevo café. El Café Palestina será el nuevo espacio cosmopolita en el que se reencuentran algunos de los viejos amigos que frecuentaban el desaparecido Café Budapest.
De algún modo, el Café Palestina en Hungría recrea las relaciones de convivencia que dejaron atrás, en una Palestina que también ha desaparecido.
El acento de la narración incide en el carácter transnacional de sus personajes por encima de los particularismos nacionales e identitarios. De hecho, de la unión sentimental entre el sobrino de Yosef y una joven palestina nace una niña. Su identidad es objeto de todo tipo de especulación.
Alfonso Zapico, premio nacional de cómic 2012, no indaga tanto en la historia del conflicto israelo-palestino como en su carácter transnacional, de puente de comunicación, entendimiento y convivencia. Más allá de alguna pequeña errata (la partición de Palestina por la ONU fue el 29 de noviembre de 1947 y no el 19), quizás el punto débil de la obra resida en presentar el conflicto como una situación dada.
Al no referenciar su pasado ni contexto histórico corre el riesgo de dar lugar a un equívoco muy común: considerar que se trata de un conflicto étnico, de convivencia entre israelíes y palestinos, antes que un conflicto territorial, de origen colonial. Aunque -visto desde otro angulo- también es una forma de invitar al lector a informarse y documentarse.
Esta fractura colonial se asienta sobre la limpieza étnica y la ocupación militar que, a su vez, excluyeron la original opción binacional o de un solo Estado de la que se vuelve a hablar nuevamente, después de seis décadas de conflicto.
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