Guy Delisle: Crónicas de Jerusalén. Bilbao: Astiberri, 2011 (336 páginas).
Con su habitual maestría para describir en viñetas situaciones complejas y conflictivas, Guy Delisle centra su último trabajo en el conflicto israelo-palestino.
A semejanza de sus Crónicas birmanas (Bilbao: Astiberri, 2008), el autor se desplaza a la zona de la mano de su mujer, trabajadora de Médicos Sin Fronteras.
Explicado el motivo de su nuevo desplazamiento y residencia por un año en Jerusalén, Delisle se ve envuelto en los avatares de la vida cotidiana, sin mayor agenda y disciplina que el trasiego de llevar y recoger a sus hijos a la escuela ―con los correspondientes atascos de tráfico―, llevarlos al parque, realizar las compras en el mercado y, en suma, asumir las ingratas tareas de la vida doméstica.
En medio de este ajetreo encuentra algo de tiempo para tomar notas, hacer apuntes y esbozar dibujos al mismo tiempo que descubre su nuevo barrio (Beit Hanina), la ciudad de Jerusalén y otras urbes palestinas e israelíes.
No desaprovechará ninguna oportunidad que se le presente para saciar su curiosidad, desplazándose incluso en visita guiada por israelíes que justifican la ocupación y colonización como por otros que las rechazan y contestan.
De este modo, Delisle se transforma en un observador participante que va relatando sus hallazgos a un ritmo sosegado. Al igual que en obras anteriores, el autor intercala los sucesos más nimios y rutinarios de su vida cotidiana con la narración de lo que advierte sobre el terreno, manejando las pausas y creando un clima de verosimilitud.
Pero, ¿qué advierte Delisle en sus Crónicas de Jerusalén? En realidad, su retrato va mucho más allá de lo escenificado en la denominada Ciudad Santa para adentrase en unas crónicas de la ocupación.
Guy Delisle no busca añadir nada nuevo a lo relatado en libros, informes, ensayos, artículos y documentales acerca de la ocupación militar israelí de los territorios palestinos.
Su gran aportación reside en el formato empleado, el cómic, para relatar los controles israelíes, la fragmentación del territorio palestino, el serpeante muro del apartheid, la discriminación de su población, la transformación de sus menguantes ciudades en guetos ―como las viñetas que dedica a Hebrón― o, entre otros muchos acontecimientos, el abuso de poder y la fuerza empleada contra la Franja de Gaza en el invierno de 2008-2009.
En medio de esa tragedia, el autor no se deja llevar por un relato maniqueo. Por el contrario, su agudeza recoge también las contradicciones en las que incurren ambas sociedades. Sin olvidar, por último, las ―no menos importantes― notas de humor.
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