Esta dinámica puede generar desasosiego y preocupación, pero no es comparable a la situación económica de la España de los años cincuenta. En aquel momento, comparativamente, no salíamos de una crisis, si no que estábamos inmersos y sumidos en un estado de subdesarrollo y pobreza.
Para los nuevos ingenieros que habían terminado su formación en los años sesenta del pasado siglo, las opciones de introducirse en un mundo industrial, en el que podrían participar y desarrollar su futuro, generaba anhelos e ilusiones de juventud.
Pensábamos en aquel momento en que tendríamos oportunidades de acción, en puestos de trabajo en los que nuestra responsabilidad se pudiera manifestar, con la capacidad de administrar y gestionar recursos, de producir y de vender esos productos, en un mercado competitivo, de un país todavía entonces, marcadamente agrícola y en desarrollo económico.
Actualmente, la incidencia de la crisis en los diferentes sectores productivos ha sido muy variable. Pero en la etapa anterior de bonanza, la construcción y las obras públicas, con la industria de sus productos afines, y los servicios, especialmente ligados al turismo o al ocio, habían venido desplazando a la industria convencional, que para mantener su posición competitiva, requería de un continuo proceso de mejora, formación, promoción comercial, investigación y desarrollo.
Por lo que, tras la crisis económica de 2008 a 2014, la incidencia de la industria en el PIB apenas llega al 15%, y son muchas las voces que proclaman como, de nuevo, es necesaria la puesta en marcha de medidas para una urgente reindustrialización del país.
El preámbulo de la referida Ley de 20 de julio de 1957, a la que nos hemos referido en textos anteriores, sobre ordenación de las enseñanzas técnicas expresaba: Un amplio programa de industrializacıón, y una adecuada ordenación económica y social, sitúan a nuestro país en una excepcional coyuntura de evolución y progreso y exigen, para su realización, el concurso de aquel número de técnicos dotados de la sólida formación profesional que el ejercicio de la moderna tecnología requiere.
Existía una clara convicción, en los años cincuenta del pasado siglo, de la necesidad de modernizar España por la vía de su industrialización, para lo que eran necesarios más ingenieros, y por tanto, un nuevo método de selección y formación de estos nuevos ingenieros.
Si el rol del ingeniero estaba valorizado en la sociedad española, esta nueva Ley inducia a pensar que esta profesión tendría muchas oportunidades laborales, y también, sociales.
OPORTUNIDADES DE TRABAJO
Nos proponemos realizar una descripción de las actividades individuales realizadas por los ingenieros de aquellas promociones del Plan 57, en los últimos cincuenta años. No vamos a seguir una metodología concreta, ni métodos definidos, sino una simple narrativa de experiencias.
Aunque la antropología es una ciencia que estudia al hombre en la sociedad, con un determinado entorno cultural, recordando a Ortega, es él y su circunstancia, por lo que no puede evitar ser el resultado de ambas. No intentaremos aquí un desarrollo científico de los distintos modos de adaptación y comportamiento social del ingeniero ante el mercado laboral, pero si recordar las oportunidades existentes en aquellos años.
La Praxeología es la unidad mínima de análisis del estudio de la estructura lógica de la actividad humana (praxis), mediante métodos como el individualismo metodológico y principios, como por ejemplo, suponer que el hombre es un ser de racionalidad perfecta, obteniendo, en consecuencia supuestos razonamientos elementales sobre ese comportamiento, que permiten analizar el proceso de la acción humana.
Por ejemplo, una aplicación de esta teoría, son las apreciaciones y aspiraciones del consumidor, quien actuaría conforme a sus necesidades, desagrados, y a su propia escala de valores. Combinando y entrelazando estas excitaciones, y las escalas de valores de todos los individuos de un mercado concreto, se generaría una pauta para conocer el comportamiento humano de la oferta y la demanda de ese mercado, incluso en el ámbito laboral.
Las instituciones, son las organizaciones sociales estables que enmarcan la actividad humana. En el caso de la ingeniería, han sido los Colegios profesionales y las Asociaciones quienes han representado a estas profesiones. No obstante, el devenir diario de los ingenieros se realiza gracias a otras instituciones que les facilitan los posibles recursos necesarios que ponen a su disposición. Estos recursos, materiales e intelectuales, han sido adquiridos, o se han venido produciendo previamente, a lo largo de los procesos de enfrentamiento a situaciones problemáticas, y en un marco de recursos escasos, hasta permitir afrontarlos y resolverlos con regularidad y eficacia.
Empleado público
La Administración Pública, en cualquiera de sus ámbitos, incluso en la enseñanza, ha sido una garantía de estabilidad para el empleado. En el caso de los ingenieros adscritos a la Administración, lógicamente los puestos son del mejor nivel laboral.
Pero el ser empleado público conlleva una serie de particularidades, que con el tiempo se han ido fortaleciendo, haciendo que estos trabajos se diferencien claramente de los de los empleados de una empresa privada.
Se ha sugerido que la Administración debe parecerse lo más posible a una empresa privada; lo cual es imposible por mucho interés que tenga el legislador, y por muchos intentos que haga el político de turno. En cualquier caso, quien prevalece en el tiempo es el funcionario, el político puede cambiar con cada legislatura o, incluso antes. Por ejemplo, se ha sugerido que:
1. Que los sueldos de los funcionarios estén equiparados a los de la empresa privada. La realidad es que la evolución del mercado laboral no coincide con los niveles de retribución de la Administración Publica, generalmente deficitaria, pero en estos casos el empleado público sabe compensar esa diferencia.
2. Una mejor organización del trabajo administrativo, con cometidos claros y concretos.
3. Una reducción de la burocracia y eliminación de puestos de trabajo no claramente productivos. Pero los puestos de la administración no resultan de una necesidad productiva, normalmente se requieren por mandato legal, que obliga a la referida administración a realizar determinadas funciones que no pueden evaluarse por un valor añadido o una producción concreta
4. El sistema de acceso a la función administrativa es difícil de evaluar. En los últimos siglos se ha llegado al convencimiento de que el concurso-oposición es el sistema menos malo. En este procedimiento selectivo, varias personas concurren para ocupar una misma plaza, y un jurado independiente selecciona y decide, pudiendo evitar el nepotismo. Han sido ensayados otros sistemas, evitando costes adicionales a la administración, sin resultados evidentes.
5. Absentismo. En lo que muy poco se ha adelantado es en un sistema riguroso para impedir el absentismo o la falta de productividad del empleado público. En este asunto, los funcionarios siempre se han comportado como un sindicato celoso de sus derechos.
No deberían existir garantías de que el derecho a un puesto de trabajo sea vitalicio en la administración; incluso protocolos definidos de la perdida de la condición de empleado público, simplemente por no disponer de los niveles suficientes de resultados, por falta de productividad, por no asistencia o por incumplimiento de objetivos. Pero, incluso esta opción, ha sido imposible de aplicar en la práctica,
6. Otra cuestión es la carrera personal del funcionario. En los antiguos cuerpos se definían escalas con derechos diferenciados, y los ascensos se producían automáticamente por antigüedad. En el caso de los Notarios, caso muy específico e interesante, desde hace muchos años, existía una opción alternativa de examen u oposición para acceder a vacantes por la vía de oposiciones restringidas.
Es impracticable un procedimiento que permita el ascenso como premio arbitrario o que pierda su nivel mediante un simple expediente. En la carrera judicial se han regulado estos procedimientos, pero con un carácter extraordinario, y en ciertos casos, han sido aplicados indebidamente por razones políticas.
Es para todos un deseo el conseguir una Administración profesionalizada, pero la función pública española, aunque muchos no lo crean, es merecedora de nuestro agradecimiento, y de un nivel de seriedad y eficacia encomiable, preferentemente gracias a su sentido de la honestidad personal.
Muchas veces, las críticas se deben más a un claro desconocimiento de la función del empleado público, y de las características y peculiaridades de esa función. El hecho es que con la crisis se ha exigido la necesaria reforma de la Administración, pero poco se ha realizado y poco se ha cambiado, a pesar de que estábamos en una clara situación de crisis.
LA INDUSTRIALIZACION
La incorporación de España a la Comunidad Europea, pero especialmente, la reciente crisis económica y financiera, ha tenido un impacto muy negativo en el sector industrial, originando la desaparición de industrias y sectores que, lamentablemente, nunca regresarán a su situación anterior e, incluso en algún caso, podrían llegar a desaparecer.
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