El 10 de abril de 2015 fallecía en Nueva York de forma súbita Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955). Había nacido en 1881 y pasó una parte importante de su vida trabajando como geólogo y paleontólogo en China. Científico innovador, filósofo heterodoxo, místico jesuita y poeta deslumbrante sigue siendo un hombre discutido.
El llamado Teilhard Project, con ocasión de los 60 años de su fallecimiento, ha unificado muchos esfuerzos humanos para recuperar su legado para el nuevo milenio. En este ensayo sintetizamos algunos rasgos de la espiritualidad de este personaje histórico y recogemos materiales procedentes de un Master en espiritualidad ignaciana, que con el título “La espiritualidad de Teilhard de Chardin. Una espiritualidad desde la visión científica del mundo”, fue estudiado por los asistentes al mismo durante 2014.
Una cosmovisión evolutiva
Como sacerdote y como jesuita, la mayor preocupación de Teilhard fue siempre cómo integrar el pensamiento cristiano dentro de la nueva cosmovisión presentada por las ciencias de un mundo en evolución. Esta preocupación está ya presente en sus primeros escritos de juventud, continuará hasta las últimas páginas escritas unos días antes de su muerte y se apoya en las dos columnas que soportan toda su vida, su trabajo científico y su experiencia mística.
Pierre Teilhard de Chardin, después de su entrada en la Compañía de Jesús, mantuvo este interés por la ciencia y la espiritualidad; y entre 1905 y 1908 fue profesor de ciencias en el colegio de los jesuitas en el Cairo, donde empezó a realizar trabajos de campo de geología. Terminada su licenciatura en ciencias naturales en París en 1919 empieza su docencia de geología en el Institut Catholique que tendrá que interrumpir pronto.
En 1923 Teilhard realiza su primer viaje a China, donde trabaja en la geología del norte de China y Mongolia. A partir de este primer viaje su vida queda vinculada al trabajo geológico y paleontológico en China. A partir de 1939, Teilhard es ya una figura reconocida en los círculos científicos, realiza viajes a Francia y Estados Unidos, y lleva a cabo en colaboración con otros científicos, trabajos de campo, además de en China, en Cachemira, Java, Birmania y África del Sur, vinculando su trabajo cada vez a los estudios sobre los orígenes del hombre.
Fuentes ignacianas
Teilhard separó claramente su trabajo científico de su reflexión religiosa, y de esta forma en sus más de 200 artículos científicos no se menciona para nada el problema religioso. Como científico fue un verdadero científico, reconocido por sus trabajos de geología y paleontología. Sin embargo, para él el trabajo científico constituía ya en sí mismo una forma de adoración y afirma que ciencia y religión forman dos caras de un mismo movimiento de conocimiento de la realidad. El encontraba en el trabajo científico una forma de alimento espiritual. Es al mismo tiempo que su trabajo científico que Teilhard realiza una continua producción de su pensamiento filosófico y religioso, detrás del cual se encuentra una verdadera experiencia mística.
Las notas de sus Ejercicios Espirituales, nos permiten constatar cómo estas ideas, son también las constantes que año tras año forman el núcleo de su oración y meditación. En estas notas encontramos que su visión de Cristo y del mundo no es solo un pensamiento teórico para presentarlo a los demás, sino el motor y centro de toda su vida espiritual. Año tras año sus Ejercicios se centran en las mismas ideas. El Cristo-Omega aparece ya en sus notas de 1922 y se repite en todos los demás años.
En 1940 aparece el término “omegalizar” para expresar la unión del universo con el Cristo total, y al año siguiente presenta las dos perspectivas, que a partir de esa fecha se convierten en el resumen de su actividad: “universalizar a Cristo y Cristificar el universo”.
Toda su vida la concibe Teilhard como una fidelidad al Cristo-Omega. Finalmente en 1950 expresa que en su vida no debe entrar nada que no sea “Cristificable” y muestra su preocupación por “acabar bien, es decir, en plena confesión y en plena fe al Cosmos y al Cristo-Omega. Terminar bien, es decir, haber tenido tiempo y ocasión de formular mi mensaje esencial, la esencia de mi mensaje”. En el último día de sus últimos ejercicios en 1954 resume toda su visión con una sola palabra “Pan-Cristismo ”.
Textos clave para entender la espiritualidad de Teilhard
El desarrollo de la espiritualidad de Teilhard puede seguirse a través de los textos claves que van desde el primer escrito durante la guerra al último unos meses antes de su muerte.
Las líneas fundamentales están ya presentes en el primer escrito, pero no se desarrollarán con toda claridad hasta el último y definitivo. Estos libros son: La Vie Cosmique (1916) (La Vida Cósmica), Mon Universe (1918) (Mi Universo), La Messe sur le Monde (1923) (La Misa sobre el Mundo), Le Milieu Divin (1927) (El Medio Divino); Comment je crois (1934) (Como yo Creo), Le Phenoméne Humain (1947) (El fenómeno Humano); Le coeur de la matiere (1950) (El Corazón de la Materia) y Le Christique (1955) (Lo Crístico).
Estos textos claves nos servirán para establecer las líneas generales de la espiritualidad de Teilhard y el papel que en ellas juega la visión científica del mundo. En definitiva, una vida en búsqueda de Dios.
Hijo de la Tierra e hijo del Cielo
Teilhard repite a menudo que se siente al mismo tiempo un “hijo de la Tierra ” (la Tierra aparece siempre en mayúsculas) y un “hijo del Cielo”. Así afirma: “Yo amo apasionadamente al Mundo, pero yo amo con el mismo apasionamiento al Dios que se expresa a sí mismo en Cristo”.
La base de su espiritualidad está, por lo tanto, en la síntesis de estos dos amores que se realiza en el Cristo-Universal en donde se unen los dos y cuyo sentido veremos más adelante. Estos dos polos están siempre presentes en su vida y los intenta sintetizar.
Los dos procesos para realizar esta síntesis son Cristificar el Universo y Universalizar a Cristo . Por un lado el universo necesita de Cristo para llegar a su última perfección. Sin Cristo el universo está sin cabeza, le falta la pieza clave que culmine y aguante todo el edificio. Por otro lado Cristo solo puede entenderse del todo como, precisamente, el Alfa y Omega de este Universo.
Es decir, Cristo está como creador y a través de su Encarnación como fin último o Punto Omega al que tiende el universo y hacia el que el universo es atraído para su culminación. Cristo encarnado no puede entenderse separado del universo material en el que se ha hecho presente.
El papel de la ciencia
Teilhard es consciente del papel que tiene en el mundo moderno la ciencia y la tecnología como las dos grandes fuerzas que mueven hoy el progreso humano. Teilhard habla poco de la tecnología ya que la considera incluida en la ciencia que el considera en un sentido amplio.
Por eso cuando Teilhard habla de la ciencia se ha de incluir también la tecnología. En el mundo moderno la ciencia es, según él, el Grande Affaire du Monde, y constituye “una función humana tan vital como la nutrición y la reproducción”. Esto hay que entenderlo dentro de su visión evolutiva del mundo. Para el la evolución cómica que se prolonga en la biológica sobre la tierra tiene su continuación en la evolución humana. Al nivel humano, es decir, de la “Noosfera ”, o capa consciente y pensante de la Tierra el trabajo científico ocupa la punta de la evolución.
Es a través de la ciencia que hoy progresa la evolución humana. Vista la ciencia desde esta perspectiva y teniendo en cuenta que la evolución va hacia el Punto Omega que Teilhard ha identificado con el Cristo de la fe, él puede afirmar: “No hay un alimento natural más poderoso para la vida religiosa que el contacto con las verdades científicas bien comprendidas”. Es decir, la ciencia misma es un factor importante en la vida religiosa. Nos muestra el camino de búsqueda de los hombres que en realidad, aunque inconscientemente va en la dirección de su convergencia en Cristo.
En un paso más adelante Teilhard afirma: “La investigación científica es una forma de adoración en ella se esconde y opera alrededor nuestro el poder creador de Dios”. Este carácter de adoración de la ciencia nace de ver como la ciencia nos va descubriendo la naturaleza del universo y la dinámica de su evolución que tiene como fin último su perfección última por su unión en el divino Punto Omega que es el Cristo Cósmico.
Desde el punto de la ciencia como trabajo de los hombres Teilhard la ve como el esfuerzo común de la humanidad que consciente o inconscientemente la va llevando hacia su fin último. De esta manera puede decir: En la ciencia se elabora “la sola mística humano-cristiana que puede hacer en el futuro una unanimidad humana”. El esfuerzo común de la ciencia va llevando a la humanidad hacia su unificación, a través del proceso que Teilhard llama de socialización. Así para él el trabajo científico en sí mismo tiene un valor religioso.
Líneas maestras de una propuesta de espiritualidad
En su ensayo Comment je crois (1934) en el que Teilhard trata de formular las líneas generales de su espiritualidad pone al principio como síntesis las siguientes líneas:
Je crois que l’Univers est une Évolution
Je crois que l’Évolution va vers l’Esprit
Je crois que l’Esprit s’achève en du Personnel
Je crois que le Personnel suprême est le Christ-Universel [Yo creo que el Universo es una Evolución/ Yo creo que la Evolución se dirige hacia el Espíritu/Yo creo que el Espíritu se apoya en lo Personal/ Yo creo que lo Personal supremo es el Cristo Universal].
En estas cuatro líneas está resumido todo su pensamiento. Comienza con la visión evolutiva del universo que la ciencia ha descubierto, desde el big-bang a la vida inteligente sobre la tierra. Evolución que continúa hoy a nivel de la noosfera. La evolución descubre la dirección de la materia al espíritu. El espíritu tiene su culminación en lo personal, por eso el Punto Omega hacia el que la evolución progresa debe tener una dimensión personal. Ese personal supremo culmen de toda la evolución es el Cristo-Universal. Por ello, todo ser humano se siente inclinado a adorar y confiar.
Materia y Espíritu
Teilhard rechaza todo dualismo materia-espíritu y presenta un concepto unificado de materia que incluye en sí misma la dimensión espiritual. Esta dimensión está relacionada con la “complejidad”. A mayor complejidad mayor dimensión espiritual.
El materialismo busca entender al hombre solo desde la materia. Teilhard sigue el camino contrario busca entender la materia desde el hecho de la presencia de la consciencia en el ser material que es el hombre. Si el hombre es un ser material autoconsciente, esta cualidad de la consciencia tiene que estar de alguna manera también presente en toda la materia.
Esto le lleva a proponer la idea de que en la materia hay un “interior” además de un “exterior”. El interior de la materia está ligado a la complejidad, de forma que al aumentar ésta, aumenta también su grado de interioridad. La complejidad, a su vez, está relacionada con la consciencia y la dimensión espiritual.
El incremento en complejidad en la evolución se identifica con una mayor dimensión espiritual. A este doble carácter de la materia (interior y exterior) corresponden también dos tipos de energía: una energía “tangencial”, que corresponde a la energía física con la que las cosas interaccionan unas con otras a su mismo nivel y otra energía “radial” o “espiritual”, que es responsable de la convergencia de la evolución de la materia en la línea de una mayor complejidad y una mayor consciencia, es decir, en la dirección del espíritu.
Para Teilhard estos dos tipos de energía son en realidad los dos componentes de una sola energía fundamental que incluye ambas. El camino de la evolución es el de lo múltiple a la unidad. La evolución progresa hacia el espíritu. Esta dimensión puede seguirse en su famoso “Himno a la Materia”.
El Cristo Cósmico
Las ciencias han demostrado que el universo está sujeto a una evolución en la línea del incremento de complejidad desde las partículas elementales a la vida y la conciencia en el hombre.
Según Teilhard esta evolución debe converger en un Punto Omega, que debe ser transcendente y personal. Por otro lado, la fe nos dice que ese Punto Omega es Cristo por su encarnación y resurrección. Cristo es así el centro cósmico de la creación.
El Dios transcendente que se ha formulado tradicionalmente como “el Dios en lo Alto” es también “el Dios en Adelante”, es decir, el centro hacia el que tiende toda la evolución.
Si el universo es convergente y Cristo ocupa la función de Centro-Omega la cosmogénesis se convierte en una Cristogénesis. Toda la evolución es, por lo tanto, un proceso por el cual se va construyendo el cuerpo de Cristo. No se puede pensar en el universo sin su centro en Cristo, ni en Cristo sin formar el centro del universo. Su acción cósmica es la que hace converger todo hacia sí mismo.
El Cristo universal
Otra formulación de Teilhard es la del “Cristo-Universal ”. En su ensayo Note sur le Christ universel (1920) lo define de la siguiente forma:
“Yo entiendo por Cristo-Universal, el Cristo centro orgánico del universo entero- Centro orgánico, es decir, del que dependen físicamente todos los desarrollos del universo entero… no solo de la tierra y la humanidad, mas de Sirio y Adromeda y todas las realidades de las que dependemos físicamente; … no solo los esfuerzos morales y religiosos, sino todo crecimiento del cuerpo y el espíritu. Este Cristo-Universal es el que nos presentan los evangelios, en especial S. Pablo y S. Juan. Aquel del que han vivido los grandes místicos”.
La divinización de las actividades
Desde su visión Cristocéntrica del universo y el hombre Teilhard reformula la ascética cristiana como un proceso de divinización de las actividades y las pasividades. En esta formulación hay que superar el esquema tradicional de la buena intención en la que los fines terrestres en sí no valen nada, sino solo como ocasión de medios a un fin sobrenatural.
El esfuerzo hay que considerarlo ahora como cooperación a la realización del Mundo en Cristo. Por lo tanto, las obras mismas tienen un valor en sí como parte de la evolución del mundo hacia su culminación en Cristo. En virtud de la Encarnación por la que Dios entra en la evolución del universo y ocupa el lugar del centro hacia el que todo tiende, nada es profano. Todas las acciones son partes de la construcción del Cuerpo de Cristo. Pero la acción implica también el desprendimiento de lo que nos estorba o impide ese proceso. (Le milieu Divin, 1927, pág. 31-65). Esta presentación, inspirada en un texto de Teilhard, expresa esta aspiración:
La divinización de las pasividades
Las pasividades, es decir todo lo negativo que nos sucede, forman la mitad de la existencia humana. Las pasividades de disminución que nos afectan pueden ser externas e internas. Ellas forman parte también del proceso de la evolución hacia la formación del Cuerpo de Cristo. Lo que parece vacío y pluralidad es en realidad instrumento de plenitud y unidad. En la vida hay un tiempo de crecer y un tiempo de disminuir. Los dos colaboran a la construcción del Cristo Total. Hay una comunión por la acción y otra por la disminución. En la segunda en lugar de actuar nosotros, es Dios el que actúa en nosotros.(Le Milieu Divin, 1927, 71-101)
El Medio Divino. La diafanía de Dios
El Medio Divino es un Centro en el que se unen y tocan todos los elementos del Universo. En un mundo animado por la Encarnación, el Medio Divino se nos descubre como una modificación del ser profundo de las cosas. El mundo aparece bañado por una luz interna que le intensifica el relieve, la estructura y las profundidades.
Por la síntesis en Jesús de todos los elementos del mundo por su Encarnación, se produce la Diafanía de Dios en el Universo. El Medio Divino se nos manifiesta como una incandescencia de las capas interiores del ser. Todo queda penetrado de la presencia de Cristo.
Así, la presencia del Medio Divino está por todas partes en torno nuestro, solo hace falta que le veamos (Domine, fac ut videam). El camino dentro del Medio Divino se lleva a cabo por la pureza, fe y fidelidad. El objetivo es la comunión en la caridad en la que todos formamos un solo cuerpo. (Le Milieu Divin, 1927, 133-191) Esta presentación incide en esta espiritualidad.
La Misa sobre el Mundo
En esta oración de Pierre Teilhard de Chardin, inspirada en su texto El Sacerdote (1918) y reelaborada en 1923 encontramos el aspecto eucarístico de la espiritualidad de Teilhard. Está en el Desierto de Ordos, en Mongolia. Parece que era el día de la Transfiguración del Señor. No tiene pan ni vino para la Eucaristía. Y ofrece en la patena del Universo todo lo que supone wel esfuerzo humano.
El Mundo es ahora la Hostia total que se transforma en cada celebración Eucarística en el Cuerpo y Sangre de Cristo. Esta oración puede considerarse como resumen de toda su espiritualidad.
Ofrenda : Recibe, Señor, esta Hostia total que la Creación transformada por vuestra atracción te ofrece en la nueva aurora. Este pan, nuestro esfuerzo. Este vino nuestro dolor.
Consagración : El Fuego, una vez más ha penetrado la Tierra. El Universo, hostia inmensa se ha convertido en Carne. Toda la materia está desde ahora encarnada, Dios mío, por vuestra encarnación.
Comunión : Yo extenderé la mano hacia el pan ardiente que me presentas. Señor Jesús, yo acepto ser poseído por ti. Cómo rehusaré este cáliz, Señor, cuando por el pan ha entrado en mi la pasión por unirme a ti más lejos de la vida, a través de la muerte.
Oración : Maestro, por fin, a través de todos los poderes de la Tierra te reconozco como mi soberano y me entrego a ti. Cristo glorioso, influencia difusa en el seno de la Materia y Centro deslumbrador donde se unen la fibras sin número de lo Multiple .. Es a ti a quien mi ser llama con un deseo tan grande como el Universo.
Lo Crístico
El último ensayo escrito antes de su muerte Le Cristique (1955) representa una última versión de su visión sobre el Mundo y Cristo. Es una síntesis entre la convergencia cósmica y la emergencia crística.
Por un lado la ciencia ha descubierto la evolución cósmica en la dirección de Complejidad-Conciencia de dimensiones planetarias que continúa a nivel humano y debe ser convergente. La fe cristiana descubre la inserción de Cristo en el proceso de la evolución por la encarnación que se expande por su resurrección para integrar en un solo cuerpo toda la humanidad. El universo y Cristo se completan y conjugan en un universo cristificado.
Se realiza así la consumación del Universo por Cristo y la de Cristo por el Universo. Con un Universo cristificado o un Cristo universalizado aparece un super-medio evolutivo, el Medio Divino. Lo Crístico es la unión y síntesis de las exigencias cósmicas de un Verbo encarnado y las potencialidades de un Universo convergente.
Conclusión: Teilhard místico
La espiritualidad de Teilhard no era solo el resultado de una reflexión teológica, sino sobre todo el fruto de una experiencia mística, en la que la presencia y acción de Cristo llenan el universo evolutivo. Para él ni Cristo puede concebirse separado del universo, ni el universo separado de Cristo. Teilhard vivió con pasión esta presencia y acción de Cristo en el mundo y se esforzó por comunicarla desde su trabajo científico, de todas las formas posibles, a pesar de todos los obstáculos e incomprensiones que encontró.
Bibliografía:
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Teilhard de Chardin, P. Notes de retraites, 1919-1954. Paris : Éditions du Seuil
Agustín Udías Vallina, Catedrático de Geofísica en la Universidad Complutense de Madrid, es colaborador de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión y de Tendencias21 de las Religiones.
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