Las 14 razas de perro que hasta ahora eran consideradas como únicos restos de sus ancestros caninos debido a sus diferencias genéticas con las razas modernas poseen estas características a causa de su aislamiento geográfico. Estas conclusiones han sido alcanzadas por una investigación internacional en la que ha participado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y que aparece publicada hoy en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
El trabajo ha analizado los genomas de 1.375 perros (Canis lupus familiaris) de 35 razas y de 19 lobos (Canis lupus), y ha comparado la información obtenida con la distribución espacial y temporal de los fósiles caninos más antiguos descubiertos en todo el mundo.
Los resultados indican que ninguna de las denominadas razas antiguas procede de los asentamientos donde se hallaron los primeros ejemplares de perro. La investigación sugiere que la diferencia genética entre las razas antiguas y las modernas se debe a su mayor aislamiento geográfico. La gran mayoría de las razas actuales tuvo su origen en Europa durante el siglo XIX, mientras que las antiguas pertenecían a otras regiones, como el Shar Pei chino, el Lebrel afgano y el Akita de Japón, lejos de donde se encuentran los restos de perros más antiguos.
El investigador de la Estación Biológica de Doñana Carles Vilà explica: “Estas razas no están genéticamente más cerca de los primeros perros domésticos que el resto, ya que existe una desconexión genética entre los verdaderos ancestros caninos y las razas actuales”. De hecho, la investigación ha encontrado las mismas mutaciones genéticas entre distintas razas alejadas geográficamente. Según el trabajo, “es muy improbable que dichas mutaciones hayan surgido en repetidas ocasiones de forma independiente, lo que sugiere que tienen un origen común”.
Los primeros indicios fósiles de perros domésticos tienen entre 15.000 y 12.000 años de antigüedad y se localizan en Europa, Iraq, China y la península de Kamchatka. No obstante, su llegada al sur de África no tuvo lugar hasta hace unos 1.400 años y a América del Sur, hace unos 1.000 años.
El trabajo asegura que cada vez que una raza que ha evolucionado de forma aislada, entra en contacto con otros perros, da lugar a una descendencia mezclada que diluye la firma genética. Vilà considera que, “de forma irónica, la ubiquidad de los perros combinada con su profunda historia ha oscurecido sus orígenes y dificulta la posibilidad de descubrir cómo se convirtieron en el mejor amigo del hombre”.
Para el investigador del CSIC, “todos los perros han experimentado una cantidad tan grande de cruces que ya no somos capaces de encontrar el camino de vuelta hacia sus orígenes y, probablemente, tanto su comportamiento como su aspecto actual resultaría extraño para los antepasados humanos que vivieron hace sólo unos pocos siglos”.
El trabajo ha sido liderado por investigadores de la Universidad de Durham (Reino Unido) y ha contado con la colaboración de centros de investigación de otros 12 países.
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