Algunos hábitos, como lavarnos las manos o recorrer el camino a casa, nos resultan muy necesarios, pero nuestra capacidad de crearlos también puede salir cara, pues está en la base de comportamientos negativos como la adicción. Por eso resulta importante comprender lo que sucede en el cerebro cuando se crea un hábito que puede incluso llegar a controlar nuestra voluntad y nuestro comportamiento.
En 2005, un interesante estudio del MIT arrojó algo de luz sobre este proceso. Reveló que existe una región específica del cerebro que cambia cuando adquirimos un hábito determinado; que vuelve a cambiar cuando este hábito se abandona, pero que rápidamente se reactiva cuando algún elemento nos recuerda la vieja costumbre abandonada (por eso, los exfumadores no pueden volver a fumar ni un solo cigarrillo, si no quieren volver a “caer”).
La región en cuestión son los ganglios basales, cuyas funciones son esenciales en la adquisición de hábitos, adicciones, y en los procesos de aprendizaje.
‘Batalla’ por el control
Ahora, científicos de la Universidad de California en San Diego (EEUU), dirigidos por la psicóloga Christina Gremel, han descubierto nuevos aspectos de la relación entre hábitos y cerebro.
En un estudio realizado con ratones han encontrado que, en ocasiones, los hábitos y las acciones dirigidas hacia un objetivo compiten en el interior de nuestro cerebro. Y que esa “batalla” se produce entre la corteza orbitofrontal, un área de toma de decisiones del cerebro, y unos neuroquímicos llamados endocannabinoides.
Los endocannabinoides son sustancias que el organismo genera de manera natural y que están implicadas en diversos procesos fisiológicos, como el apetito, la sensación de dolor, el estado de ánimo y la memoria.
Además, como ha demostrado el presente trabajo, también permiten que los hábitos tomen el control de nuestro comportamiento, pues actúan como una especie de freno del circuito cerebral dirigido a un objetivo.
Antecedentes
En un trabajo anterior, Gremel y su equipo ya habían demostrado (igualmente con ratones) que, al aumentar con optogenética la producción de neuronas en la corteza orbitofrontal (OFC), las acciones dirigidas a un objetivo se incrementaban.
También que, por el contrario, al disminuir con químicos la actividad neuronal en esa misma área, se interrumpían las acciones dirigidas a objetivos, y el comportamiento habitual se imponía. «El hábito domina cuando la OFC se calma», explica Gremel.
En el estudio actual, los investigadores plantearon la hipótesis de que los endocannabinoides también podrían reducir la actividad de la OFC y, con ello, la capacidad de abandonar un hábito para pasar a una acción dirigida a objetivos.
En este caso, los científicos centraron su análisis en las neuronas que conectan la corteza orbitofrontal con el cuerpo estriado dorsomedial, que es un área que recibe información de la corteza cerebral (en este punto, este estudio entraría en conexión con el de 2005, pues el cuerpo estriado es la principal vía de entrada de información hacia los ganglios basales).
Pasos seguidos
Para empezar su investigación, los científicos entrenaron a ratones para que realizaran siempre la misma acción (presionar una palanca) para obtener la misma recompensa (comida), aunque en dos ambientes diferentes, en los que los animales debían elegir entre seguir el hábito o desarrollar nuevas acciones de estrategia para poder comer.
Al igual que los seres humanos (por ejemplo, cuando vamos camino a casa y cambiamos de ruta a última hora porque nos hemos acordado de que tenemos que comprar algo), los ratones cambiaron fácilmente su comportamiento, en función del contexto.
Una vez comprobado que los animales tenían esta capacidad, los investigadores borraron de la vía de comunicación entre la corteza orbitofrontal y el cuerpo estriado del cerebro de los ratones un receptor cannabinoide endógeno particular, el receptor cannabinoide de tipo 1 o CB1 (es decir, los volvieron «insensibles» a los endocannabinoides).
La consecuencia de este “borrado” en el cerebro de los ratones fue el siguiente: los animales no volvieron a formar hábitos. Esto, explican los científicos, demuestra el papel crítico de estas sustancias neuroquímicas, así como de la vía de comunicación entre la corteza orbitofrontal y el cuerpo estriado, en la formación de hábitos.
Curiosamente, en 2014, un estudio realizado por investigadores del Centro BrainHealth de la Universidad de Texas (EE.UU.) reveló que los consumidores habituales de marihuana (planta que es fuente de cannabinoides) tienen menor volumen cerebral en la corteza orbitofrontal (COF).
Implicaciones
Gremel y su equipo creen que los resultados obtenidos pueden sugerir una nueva diana terapéutica para personas que sufren TOC (trastorno obsesivo-compulsivo) o adicciones.
Por ejemplo, si se quisiera detener la excesiva dependencia de un hábito y restaurar la capacidad de cambiar de hábito a la acción dirigida a objetivos, podría resultar útil tratar el sistema endocannabinoide del cerebro, con el fin de reducir su control sobre el comportamiento habitual. Pero los científicos señalan que aún será necesaria más investigación para determinar este punto.
Referencia bibliográfica:
Christina M. Gremel et al. Endocannabinoid Modulation of Orbitostriatal Circuits Gates Habit Formation. Neuron (2016). DOI: 10.1016/j.neuron.2016.04.043.
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