La estadística es aquella disciplina que analiza e interpreta bases representativas de datos. A veces, ha resultado muy útil, como cuando Turing la usó para descifrar el código nazi de la máquina Enigma durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo.
Pero, otras veces, los usos de la estadística arrojan datos tan curiosos que inicialmente pueden parecer absurdos (aunque luego al final no lo sean, que a veces pasa). Es el caso de un estudio estadístico de la Universidad Estatal de Michigan, en EEUU.
La investigación ha revelado que hombres negros fallecidos entre 1802 y 1970 y que tenían nombres históricamente distintivos de varones de color, como Elijah y Moses (en español, Elías y Moisés), vivieron de media un año más que otros hombres de raza negra muertos en ese mismo periodo de tiempo.
Este hallazgo fue realizado tras examinar un total de 3 millones de certificados de defunción de cuatro estados norteamericanos: Alabama, Illinois, Missouri y Carolina del Norte; y tras descartar factores socioeconómicos y ambientales, como los niveles de educación o la ocupación de los fallecidos.
El poder de la palabra
Lisa D. Cook, autora del estudio, afirma en la página web de la MSU que este trabajo es uno de los primeros “en encontrar beneficios derivados del hecho de tener un nombre racial distintivo”.
Estudios sobre los nombres actualmente típicos en norteamericanos de color, como Jamal y Lakisha, habían sugerido que estos propician la discriminación; pero no habían señalado nada con respecto a su efecto en la esperanza de vida de sus portadores.
Así que los nombres más usados en las personas de raza negra hoy supondrían “una carga”, mientras que en el pasado supusieron “una gran ventaja sobre la vida de una persona», según Cook. «Todo un año adicional en la vida, en términos de mortalidad, es notable. Incluso un tercio de año sería ya significativo», añade.
La razón de esta ventaja radicaría en la Biblia: Muchos de esos nombres distintivos antiguos provenían de la Biblia y denotaban ‘empoderamiento’. Existe la teoría de que esto habría ayudado a que esos hombres pudieran alcanzar estatus más altos en actividades académicas y de otro tipo, así como a establecer lazos más profundos, familiares o dentro de sus comunidades religiosas. Estas redes sociales más fuertes les habrían servido para aliviar los eventos negativos de sus vidas, y así habrían aumentado sus probabilidades de durar más.
Investigaciones previas sobre nombres ya habían sugerido que la gente favorece más a aquellas personas con un nombre fácil de pronunciar ; que si tenemos un nombre común aumentan las probabilidades de ser contratados o que los nombres poco comunes están relacionados con la delincuencia juvenil, entre otros curiosos resultados.
Todos ellos, sin lugar a dudas, invitan a tener en consideración la estadística antes de elegir el nombre de cualquier recién nacido. Hoy no hago más que acordarme de mi amiga Angustias.
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