EDUARDO MARTINEZ DE LA FE
El anunciado referéndum británico sobre la posible salida del Reino Unido de la Unión Europea suscita cada vez más inquietudes en el viejo continente. El primer ministro checo, Bohuslav Sobotka, jefe de un gobierno europeísta, ha señalado que si Gran Bretaña abandona la UE, en la república checa se abrirá un debate sobre su retirada de la Unión y que el impacto podría ser terrible. En la actualidad, el 60% de los checos expresan su descontento con la pertenencia de su país a la UE.
El impacto podría extenderse también a otros países ya fracturados por la apertura de fronteras y la masiva llegada de inmigrantes: Hungría, Polonia, Grecia, Alemania, Austria, Dinamarca, Suecia y Finlandia no quedarán indiferentes ante esta eventual retirada británica. Ni Francia escapa a esta presión, advierten desde la euroescéptica UPR.
El diario vienés Der Standard, en un reciente artículo, explicaba el desencanto de los países del Este con el proyecto europeo. La Unión, centrada sobre los objetivos económicos, ha ignorado la historia y la singularidad de los europeos del Este, sus mentalidades y aspiraciones. Añade que la crisis de los refugiados ha hecho estallar las divergencias.
Este análisis no es exclusivo de los países del Este: la política monetaria ha barrido desde sus cimientos la Europa social construida durante los “30 gloriosos años” posteriores a la segunda guerra mundial. Una Unión en la que destacan los intereses de las multinacionales y de los grupos financieros no es el proyecto original de la UE. El olvido de nuestra historia y singularidad fomenta el Eurexit.
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