EDUARDO MARTÍNEZ DE LA FE
Si algo quedó de manifiesto en el Global ImasT, que se desarrolló hoy simultáneamente en varias sedes de Madrid y Comunidad Valenciana, así como en Santander, con la participación de más de 80 expertos, es que la universidad española debe todavía evolucionar para integrarse adecuadamente en los circuitos de la innovación y la transferencia de tecnología.
En España se innova y mucho, pero las dificultades administrativas que enfrentan los académicos para desarrollar un proyecto y llevarlo al mercado muchas veces son disuasorias. Algunos investigadores persisten en el empeño y crean su propia empresa de base tecnológica, pero se enfrentan por lo general al aislamiento en el entorno académico.
Algunos incluso abandonan la academia para emprender un camino empresarial, pero entonces tropiezan con su inexperiencia en la gestión y encuentran dificultades para crecer o financiar su actividad. A pesar de todos los obstáculos, muchos consiguen estabilizar la empresa e incluso crecer y consolidarse.
Pero el problema de fondo subsiste, y tal como señaló en la conferencia inaugural Antonio Garrigues, “si la universidad no recoge ese reto, que tiene la obligación de recogerlo, el mundo de la innovación se alejará de la universidad”.
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