La ola que desde el Mundial de Fútbol de México en 1986 se practica en los estadios de fútbol sigue un modelo que se aplica al funcionamiento de las células cardiacas y a la propagación de los incendios forestales, según una investigación realizada por Tamàs Vicsek, profesor de la Universidad de Budapest (Hungría), donde dirige un equipo de investigación en física biológica.
Analizando el desarrollo de 14 olas de estadios de más de 50.000 espectadores, esta investigación ha podido determinar que la onda humana se desplaza generalmente en el sentido de las agujas del reloj a una velocidad de 12 metros por segundo, equivalentes a unos veinte asientos por segundo. La longitud de onda es de 6 a 12 metros, equivalentes a 15 asientos, y para que se desencadene basta con que treinta espectadores la inicien.
Partiendo de estos datos, los físicos húngaros elaboraron un modelo que reproduce las principales características de las olas de los estadios y han comprobado que este modelo es similar al utilizado para simular los movimientos del músculo cardiaco o la propagación de los incendios forestales.
Si se establece una analogía, cada espectador del estadio actúa como lo hace una célula cardiaca o un árbol, considerados como una entidad excitable que pasa de un estado activo (cuando eleva los brazos) a otro pasivo (a la espera de que la ola termine su paseo por las butacas).
Igual que en biología
Al igual que en la biología, el estado de espectador del fútbol depende del de sus vecinos, ya que cuando los espectadores activos superan un umbral, el espectador de referencia se activa espontáneamente y se levanta para mantener el curso de la ola.
Este modelo distingue tres estados diferentes, el activo (levantar los brazos), el refractario (esperar a que la onda pase) y el excitable (disposición a jugar a la ola). Al mismo tiempo, el modelo reproduce las variables de los comportamientos de cada individuo según las probabilidades de transición de uno de estos estados al otro, y así sucesivamente.
El modelo ha podido determinar que una ola nace cuando los espectadores alcanzan un estado de ánimo apropiado que se corresponde con el momento emocional del partido y que presupone que los espectadores no están ni sobreexcitados ni fatigados. La ola se desencadena cuando el partido alcanza un momento emocional culminante.
El modelo simula el nacimiento de la ola y reproduce, a partir de parámetros como el tiempo de reacción de un espectador a su entorno y la concentración de vecinos activados en una zona concreta, las olas observadas y grabadas en vídeo, lo que otorga una gran autenticidad al modelo.
La experiencia, que desvela una interesante correspondencia entre algunos comportamientos grupales y los fenómenos biológicos, debe ser útil para el control de multitudes y gestión de masas en acontecimientos deportivos.
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