Hace casi dos mil años, un hombre llamado Saulo de Tarso tuvo una experiencia que cambió su vida, y, posiblemente, la nuestra también. Según Hechos de los Apóstoles, quinto libro del Nuevo Testamento, yendo camino a Damasco, a Saulo le pasó esto:
Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» El respondió: «¿Quién eres, Señor?» Y él: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer». Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto; oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Le llevaron de la mano y le hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin ver, sin comer y sin beber. Hechos de los Apóstoles, 9:1-9
La interpretación religiosa de este relato ya es conocida (a raíz de su visión, Saulo se transforma en Pablo de Tarso e impulsa la expansión del cristianismo convirtiéndose, junto con Jesús de Nazaret, en la figura más relevante de los orígenes de esta religión). Pero, recientemente, ha surgido otra interpretación alternativa. Y, por extraño que parezca, es científica.
Su responsable es William Hartmann, un planetólogo co-fundador del Instituto de Ciencia Planetaria en Tucson, Arizona (EEUU), que ha encontrado una fuerte similitud entre esta historia bíblica y testimonios sobre avistamientos de “bolas de fuego” más recientes, especialmente, el de Chelyabinsk, Rusia, en 2013.
El 15 de febrero de ese año, un asteroide penetró en la atmósfera, a una velocidad de 64.000 km/h. Se ha calculado que el bólido tenía 17 metros de diámetro y una masa de entre 7.000 y 10.000 toneladas, y que liberó una energía unas 30 veces mayor que la de la bomba atómica de Hiroshima. Fue visto y grabado en vídeo por cientos de personas.
Roca espacial y conversión de Pablo
En la revista Meteoritics & Planetary Science, Hartmann explica que la visión de Pablo de Tarso tuvo lugar alrededor del año 35 d.C. La primera descripción de esta, en tercera persona, pudo ser obra de uno de los discípulos de Jesús, Lucas. Además, hay otras dos versiones que, se supone, fueron escuchadas de boca del propio Pablo.
Todas las versiones, afirma Hartmann, reflejan exactamente la secuencia de entrada en la atmósfera de un meteoro. Por eso, el científico cree que la conversión de Pablo de Tarso pudo ser producto de la visión de una roca espacial.
Hartmann ha podido desarrollar este argumento gracias a la calidad de las observaciones del incidente de Chelyabinsk, informa la revista NewScientist : el meteoro de 2013 es el ejemplo mejor documentado de estos grandes impactos que solo ocurren, de media, una vez cada 100 años.
Las similitudes
Las similitudes que destaca Hartmann son, en primer lugar, la luz brillante en el cielo. Tanto el relato de Hechos como el vídeo de Chelyabinsk muestran que una brillantísima luz atraviesa la atmósfera.
Otra similitud es que, en el relato, tras ser testigos de esa luz, Pablo y sus compañeros caen al suelo. Hartmann dice que esto pudo deberse a que, cuando el meteorito explotó en el cielo, generó una onda expansiva que tumbó a todos los testigos. En Chelyabinsk, tras la caída del meteoro, una onda del mismo tipo destruyó miles de ventanas y tiró a la gente al suelo.
En el relato bíblico, a continuación Pablo oye la voz de Jesús. Pero en esto, las tres versiones existentes difieren. Algunas de ellas señalan que sus compañeros no escucharon esta voz, sino un ruido sin sentido. El sonido escuchado cuando cayó el asteroide de Chelyabinsk fue atronador y explosivo.
Por último, el relato explica que Pablo quedó cegado por el brillo de la luz y que, unos días después, una especie de escamas cayeron de sus ojos y volvió a ver. Según Hartmann, esta frase podría entenderse como que Pablo sufrió de fotoqueratitis, una ceguera temporal que causa la exposición de los ojos a radiación ultravioleta intensa (como la de la luz del sol al rebotar contra la nieve o la de un meteorito atravesando la atmósfera, por ejemplo).
Aunque interesante, la teoría de Hartmann ha sido descrita por otros especialistas solo como “especulación informada”. Podría pasar a hecho constatado únicamente si se encontrasen, en la zona en que Pablo tuvo su visión, restos de meteorito cuya datación coincidiesen con la del relato.
Fenómenos bíblicos celestes e historia
El especialista en Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero, ha descrito en su blog de Tendencias21, Cristianismo e historia, numerosos casos de “fenómenos aéreos paranormales” que aparecen en la Biblia: nubes que guían, columnas de fuego que alumbran por la noche o azufre y fuego cayendo sobre los hombres (en Sodoma y Gomorra) son algunos de ellos.
Según Piñero, aunque “una persona culta de hoy vea en la Biblia solo un amasijo de relatos literarios”, el historiador, en cambio, puede encontrar en estas leyendas un buen número de datos históricos. Si, además, estos datos se combinan con otros conocimientos, como los de Hartmann, quizá la Biblia pueda convertirse en una interesante fuente de información científica; del mismo modo que se han aprovechado manuscritos árabes antiguos, escritos por eruditos, para reconstruir el clima del pasado, por ejemplo.
Mientras eso llega, lo cierto es que, como se infiere de los artículos de Piñero, las interpretaciones de los fenómenos celestes recogidos en la Biblia tienden más, sin base alguna, a la especulación ufológica.
Referencia bibliográfica:
William K. Hartmann. Chelyabinsk, Zond IV, and a possible first-century fireball of historical importance. Meteoritics & Planetary Science (2015). DOI: 10.1111/maps.12428.
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