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Humanos y ratones comparten la misma base genética de la violencia

Humanos y ratones comparten la misma base genética de la violencia

Humanos y ratones comparten la misma base genética de la violencia: cuarenta genes comunes les provocan conductas agresivas. También hay base genética compartida entre la agresividad de niños y adultos y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, y entre la agresividad en adultos y la depresión mayor.

Humanos y ratones comparten la misma base genética de la violencia

Humanos y ratones comparten una base genética común para el comportamiento violento, según una investigación que ha identificado cuarenta genes en humanos y ratones que pueden conferir riesgo de conductas agresivas.

Esos genes participan en procesos biológicos relacionados con el desarrollo y la función del sistema nervioso central, la señalización intercelular y el mantenimiento de las funciones celulares.

«Es probable que algunos genes determinados funcionen como nodos importantes de las redes génicas de predisposición al comportamiento violento, y probablemente estarían muy relacionados con otros genes con un papel más secundario», explica una de las investigadoras, Noèlia Fernàndez Castillo, en un comunicado. “Si alguno de estos genes centrales está alterado, podría afectar al resto de genes y dar lugar al fenotipo agresivo”, añade.

La investigación también revela una base genética compartida entre la agresividad de niños y adultos y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), y entre la agresividad en adultos y la depresión mayor (MDD). En cambio, no se ha constatado ninguna correlación genética con otros trastornos psiquiátricos —esquizofrenia, trastorno bipolar, autismo o estrés postraumático—, por lo que todo indica que estas patologías no compartirían factores genéticos de riesgo con la agresividad, según los investigadores.

Diferentes perspectivas

El estudio combina varios análisis que evalúan las bases genéticas de la agresividad desde perspectivas diferentes. En el caso de los humanos, se han analizado diversos estudios de asociación —entre pacientes y voluntarios sanos— a escala genómica (GWAS), para identificar variantes genéticas de riesgo que son frecuentes en la población general, y también datos transcriptómicos que señalan alteraciones de la expresión génica asociadas a determinados fenotipos agresivos.

En los modelos murinos (uso de cepas especiales de ratones para estudiar una enfermedad o afección humana, y la manera de prevenirla y tratarla) se han estudiado genes que se expresan de forma diferencial en animales agresivos y no agresivos de una misma cepa, y también otros genes que, una vez inactivados —en ratones transgénicos—, dan lugar a un fenotipo agresivo, a veces asociado a una sintomatología más amplia.

Esta forma de abordar de forma global las vías funcionales implicadas en la conducta violenta ha permitido conocer con mayor detalle los mecanismos moleculares que operan tras la agresividad.

«La constatación más relevante del estudio es que muchos genes se relacionan con la agresividad de acuerdo con los resultados de metodologías experimentales muy distintas, lo que refuerza la idea de que participan en este perfil de comportamiento», subrayan Cormand y Fernández Castillo, participantes también en la investigación.

Rasgo evolutivo

El origen de la conducta violenta es multifactorial y responde a la interacción de diversos factores —biológicos, culturales, sociales, etc.— que pueden modular la expresión del comportamiento humano.

Bru Cormand, otro de los investigadores, explica que «la agresividad es un rasgo conservado a lo largo de la evolución biológica porque tiene ventajas para la supervivencia de las especies (acceso a recursos, apareamiento, etc.). En esta línea, nuestro estudio se centra en las bases biológicas de la agresividad, es decir, en aquellos factores endógenos que predisponen a manifestar determinados comportamientos antisociales».

«Ahora bien —añade—, la agresividad también tiene un componente ambiental muy significativo, que no ha sido considerado en este trabajo científico. Sería interesante, por tanto, poder combinar datos genéticos y ambientales de los mismos individuos para tener en cuenta las interacciones que pueden producirse entre los distintos factores de riesgo que influyen en este tipo de conducta».

La investigación, dirigida por el experto Stephen V. Faraone, de la Universidad Estatal de Nueva York (Estados Unidos), aporta una visión más profunda e integradora sobre la base genética de la agresividad y las vías funcionales comunes que modulan el circuito cerebral de la conducta violenta en especies distintas.

Referencia

An integrated analysis of genes and functional pathways for aggression in human and rodent models. Yanli Zhang-James, Noèlia Fernàndez-Castillo, Jonathan L Hess, Karim Malki, Stephen J Glatt, Bru Cormand & Stephen V Faraone. Molecular Psyquiatry. DOI:https://doi.org/10.1038/s41380-018-0068-7
 

RedacciónT21

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