Se denomina “colapso de colonias” (Colony Collapse Disorder o CCD, por sus siglas en inglés) a la desaparición masiva de abejas obreras de las colmenas.
Este fenómeno alcanzó su auge en Norteamérica a partir de 2000 y, desde 2007, también lo ha hecho en diversos países europeos, como Bélgica, Francia, Holanda, Grecia, Italia, Portugal o España.
La causa o causas de este problema no se comprenden bien. Diversos especialistas lo han atribuido desde a factores bióticos, como los ácaros Varroa, a las enfermedades propias de las abejas, al estrés por cambios ambientales o a los pesticidas.
Las consecuencias de la pérdida de abejas pueden ser catastróficas. «Si las abejas desaparecieran, el hombre lo haría en cuatro años», dice una frase apócrifa atribuida a Einstein. Esto es porque las abejas, al igual que otros insectos polinizadores, son básicas en la polinización de las flores y, por extensión, de cultivos vitales para la alimentación humana.
Abejas precoces
En los últimos años, diversos estudios han intentado en los últimos años encontrar la causa de la pérdida masiva de abejas. El último ha sido realizado por científicos de la Universidad Queen Mary de Londres (QMUL), de la Universidad Macquarie de Sydney, de la Universidad de Sydney (Australia) y de la Universidad de Washington en St. Louis (EEUU). En él, se ha descubierto que el estrés que sufren las abejas jóvenes podría subyacer al colapso de las colonias.
En general, las abejas obreras (abejas hembras infértiles) de las colmenas suelen comenzar a recolectar polen y néctar de la flora apícola cuando tienen entre dos y tres semanas de edad (esta actividad recibe el nombre de pecoreo o forrajeo).
Esto cambia, sin embargo, cuando las colonias sufren algún tipo de presión, como enfermedades, falta de alimentos u otros factores que acaban con las abejas de más edad. Entonces, las abejas obreras jóvenes comienzan su pecoreo precozmente, a una edad más temprana.
Una reacción en cadena
El equipo de investigadores analizó este cambio en la actividad de las abejas rastreando a miles de ellas y haciendo un seguimiento de sus movimientos, a lo largo de sus vidas.
Descubrieron, por un lado, que las abejas que habían comenzado a recolectar polen y néctar demasiado pronto para su edad completaban menos vuelos de forrajeo que otras y presentaban una probabilidad mayor de morir en sus primeros vuelos.
Por otra parte, se constató que cualquier factor estresante que condujera a la muerte crónica de abejas mayores provocaba que estas fueran sustituidas en su labor recolectora por abejas más jóvenes, lo que hacía que las jóvenes también muriesen rápida y masivamente.
Clint Perry, biólogo de la QMUL y coautor de la presente investigación, afirma en un comunicado de dicha universidad que: «Probablemente, la salida precoz de abejas jóvenes de la colmena (para forrajear) es un comportamiento de adaptación a la reducción del número de abejas obreras mayores”.
Sin embargo, esa adaptación puede resultar contraproducente pues “si el aumento de la tasa de mortalidad continúa por mucho tiempo o la colmena no es lo suficientemente grande como para soportar las pérdidas ni siquiera a corto plazo, esa respuesta natural altera el equilibrio social de la colonia y tener consecuencias catastróficas”, concluye Perry.
Referencia bibliográfica:
Clint J. Perry, Eirik Søvik, Mary R. Myerscough, Andrew B. Barron. Rapid behavioral maturation accelerates failure of stressed honey bee colonies. PNAS (2015). DOI: 10.1073/pnas.1422089112.
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