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Detectan en cuervos pensamiento abstracto y capacidad de predicción

La cuestión de lo que diferencia a los humanos de otros animales sigue abierta. Cada vez hay más investigaciones que señalan que otras especies comparten con nosotros ciertas capacidades cognitivas. Por ejemplo, un nuevo estudio ha detectado en cuervos predicción y generalización a partir de la experiencia. ¿Realmente somos tan distintos? Por Yaiza Martínez.

Detectan en cuervos pensamiento abstracto y capacidad de predicción

La cuestión de lo que diferencia a los humanos de otros animales es uno de los enigmas filosóficos más antiguos. Se suele pensar que solo nuestra especie es capaz de entender lo que otros están pensando.
 
Pero una nueva investigación sugiere que los cuervos comparten, al menos en parte, la capacidad humana de pensar de manera abstracta sobre otras mentes, y de adaptar su comportamiento a las intenciones de otros cuervos.

El estudio descubrió en concreto que los cuervos custodiaban su alimento en respuesta a grabaciones de sonidos de otros cuervos, señales que oyeron a través de una mirilla abierta. Como nunca vieron a los cuervos (porque todo fueron señales auditivas artificiales), su reacción probaría que estos animales generalizan (pensamiento abstracto) a partir de su propia experiencia; para predecir la existencia de potenciales competidores.
 
Por otro lado, cuando la mirilla estaba cerrada, los cuervos no custodiaban la comida, de lo que se deduce que interpretaban que no había peligro de que el otro cuervo al que escuchaban viera el alimento.
 
Comprenden las intenciones ajenas
 
Los hallazgos arrojan luz sobre la Teoría de la mente, que es la capacidad de atribuir estados mentales (pensamientos o intenciones) a otros. Hasta ahora, esta Teoría se había investigado con animales como los chimpancés, y otras especies estrechamente vinculadas a los humanos.
 
En estos estudios, se había constatado que estos animales pueden entender lo que otros están viendo. A pesar de esta constatación, algunos escépticos han argumentado que las respuestas de los animales podrían no ser el fruto de una verdadera comprensión de lo que están viendo otros, sino solo una reacción instintiva a las señales visuales vinculadas al comportamiento que de ellos les llegan.
 
Los autores del presente trabajo (Cameron Buckner, de la Universidad de Houston; y  Thomas Bugnyar y Stephan A. Reber, de la Universidad de Viena) quisieron despejar esta duda, y por eso usaron en su experimento únicamente mirillas abiertas y sonidos, para indicar a los cuervos la presencia de un posible competidor. Si los cuervos no podían ver a otro cuervo, y aún así respondían a las intenciones ajenas, es que sí que podían entender estas últimas.
 
En el experimento se usaron dos habitaciones conectadas por ventanas y mirillas, que podían estar abiertas o cerradas. Los cuervos fueron entrenados para mirar a través de estas mirillas a un experimentador humano que, en la habitación contigua, preparaba paquetes de alimento.
 
Durante la fase final de la prueba, las ventanas estaban cubiertas, pero una mirilla permaneció abierta. Un altavoz oculto emitió los sonidos de un cuervo competidor. Los cuervos de la prueba actuaron como si el paquete de alimentos estuviera en peligro, siguiendo un comportamiento clásico en la especie: cuando están siendo observados por otros cuervos, estos animales esconden los alimentos más rápidamente que si no son observados, y tienen menos probabilidades de volver a donde han escondido la comida, para no revelar su ubicación a potenciales ladronzuelos. 

¿Por qué los cuervos?
 
Buckner y su equipo eligieron a los cuervos para este estudio porque, a pesar de su divergencia evolutiva con los seres humanos, la vida social de los individuos de esta especie pasa por varias fases distintas, de manera similar a las personas.
 
En particular, los cuervos son monógamos, tienen una gran flexibilidad social (el ‘amigo’ se puede convertir rápidamente en ‘enemigo’, cuando el alimento está presente), cooperan bien, compiten bien. Todo esto hace de ellos una especie interesante para el estudio de la cognición social, explican los científicos.
 
Otros tipos de inteligencia en estos animales ya los había convertido previamente en objeto de estudio. Dos ejemplos: se ha constatado que los cuervos tienen cognición matemática (utilizan el mismo método para contar que los primates), y que los cuervos de Nueva Caledonia pueden intuir ‘causas ocultas’, es decir, reaccionar de forma diferente según se mueva un objeto a simple vista o a escondidas.

La incógnita de la conciencia en el reino animal
 
Buckner, especialista en cognición animal, cree que su descubrimiento sobre los cuervos ofrece nuevas evidencias sobre las capacidades de la Teoría de la mente y del pensamiento abstracto.  «Podría cambiar nuestra percepción de la singularidad humana, dado que compartimos algunas de esas capacidades no solo con los chimpancés y otras especies estrechamente relacionadas con nosotros, sino también con una especie muy diferente”, dice.
 
El debate está abierto, y seguramente seguirá estándolo, pues cada día las capacidades cognitivas de los animales (primates y no primates) nos sorprenden más (un ejemplo reciente: se ha demostrado que los perros tienen conciencia de sí mismos).
 
Especialistas como el psicólogo de la Universidad de Búfalo en Nueva York, David Smith, señalan a este respecto que cada vez hay más evidencias de que los animales comparten con los humanos más semejanzas funcionales en el conocimiento y el autoconocimiento de lo que se creía. Joëlle Proust, investigadora del pensamiento animal, defendía ya hace más de una década en un libro que los animales son capaces de engendrar conceptos y de formar sus representaciones mentales, y memorizarlas.
 
Más allá del interés científico que todos estos estudios indudablemente tienen, invitan a la reflexión sobre los derechos de los animales. Si estos son tan conscientes como se está probando, ¿no debería nuestra relación con ellos ser mucho más cuidadosa?

Referencia bibliográfica:

Cameron Buckner, et al. Ravens Attribute Visual Access to Unseen Competitors . Nature Communications (2016). DOI: 10.1038/ncomms10506.
 

RedacciónT21

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