El curioso efecto placebo consiste en una mejora física en personas que, por ejemplo, estén padeciendo un dolor, tras tomar una sustancia placebo, esto es, un medicamento falso.
¿Por qué funciona dicha sustancia entonces? Pues por la creencia de los pacientes en que es un medicamento de verdad. Digamos, por tanto, que ese “engaño” es lo que desencadena una respuesta positiva en el organismo.
La ciencia ha intentado desentrañar el secreto del placebo en diversas ocasiones. Por ejemplo, en 2007, una investigación desarrollada por neurólogos de la Universidad de Michigan reveló un posible mecanismo neuronal que explicaría este efecto.
Según los científicos de la UM, cuando una persona cree que va a tomar una medicina, su cerebro activa una región vinculada a la habilidad de experimentar un beneficio o una recompensa, el núcleo accumbens, y segrega dopamina, provocando el alivio al dolor.
También se ha sugerido que el placebo tiene su origen en la evolución : La puesta en marcha del sistema inmune resulta tan costosa para el organismo que éste espera “señales” (como una pastilla) para activarlo. De este modo, el cuerpo garantiza el ahorro de sus propios recursos energéticos.
Difícil prueba
Ahora, un estudio reciente realizado por investigadores de la de la Universidad McGill (Canadá) y publicado en la revista Pain ha revelado un aspecto nuevo e intrigante del placebo: que este efecto está aumentando en los ensayos clínicos que se realizan, en especial en Estados Unidos.
Según la investigación, en la que se analizaron los resultados de 84 ensayos clínicos de medicamentos para el dolor llevados a cabo en todo el mundo entre 1990 y 2013, la inhibición del dolor experimentado por pacientes sometidos a sustancias placebo aumentó en ese periodo de manera constante, alcanzando una disminución promedio en los niveles de dolor del 30% en 2013.
Los científicos de la Universidad McGill creen, y así lo informan en la web de dicha Universidad, que este incremento podría deberse a que los ensayos clínicos cada vez duran más en EEUU, país en que han pasado de tener un promedio de cuatro semanas de duración en 1990 a 12 semanas como promedio en 2013.
Por otra parte, señalan los investigadores, estos ensayos con placebos también han aumentado de “tamaño”, pues en 1990 la media de pacientes que participaban en ellos era de unos 50, mientras que en 2013 fue de más de 700 pacientes.
Mejorar los ensayos clínicos
El hecho de que el placebo se incremente, advierten los autores del estudio, puede implicar el fracaso de los ensayos clínicos con ciertas sustancias, pues cada vez resultará más difícil para las compañías farmacéuticas probar que el fármaco con el que se hacen dichos ensayos resulta más eficaz que el tratamiento con un placebo.
Hay otro factor relacionado con el placebo que podría asimismo condicionar el resultado de los ensayos clínicos, según constató un estudio del pasado mes de abril sobre el tema: el hecho que los efectos de los placebos dependen de la genética de cada persona, en concreto de los genes que dirigen las vías de neurotransmisión cerebral, que también están involucradas en la respuesta a los fármacos.
Esto implicaría que, para evaluar correctamente el efecto de un fármaco, habría que dividir a los participantes de cada ensayo clínico en tres grupos: unos que tomen el fármaco, otros que tomen el placebo, y otros que no tomen nada, señalaron los autores de este otro estudio, que son investigadores del Centro Médico Beth Israel Deaconess (Boston, EE.UU.) y del Departamento de Medicina del Hospital Brigham and Women.
Referencia bibliográfica:
Tuttle, Alexander H.; Tohyama, Sarasa; Ramsay, Tim; Kimmelman, Jonathan; Schweinhardt, Petra; Bennett, Gary J.; Mogil, Jeffrey S. Increasing placebo responses over time in U.S. clinical trials of neuropathic pain. Pain (2015). DOI: 10.1097/j.pain.0000000000000333.
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