EDUARDO MARTÍNEZ DE LA FE
La OMM ha anunciado que lo peor del fenómeno meteorológico conocido como El Niño ya ha pasado. Ha superado su intensidad máxima, si bien seguirá influyendo en las características climáticas a escala mundial. Se prevé que se debilitará en los próximos meses y que se disipará durante el segundo trimestre de 2016.
A El Niño se le asocia con las emisiones de efecto invernadero y su último episodio, iniciado en 2014, ha sido en parte responsable de que 2015 haya sido el año más cálido desde 1880 y que enero también haya sido el más caluroso desde que se tienen registros. No sólo Europa, que ha disfrutado de un invierno suave, sino África, América y Asia, han sufrido asimismo los efectos de El Niño, bien por sequías o por inundaciones. El mercado global de alimentos también queda amenazado, advierte la BBC.
Según la NOAA, hay un 50 por ciento de posibilidades de que al fenómeno de El Niño le siga el conocido como La Niña después del verano (en el hemisferio norte). La probabilidad se eleva al 80% para finales de año. La Niña es la fase de enfriamiento que sigue el calentamiento aportado por El Niño y provoca intensas lluvias que afectan especialmente a la zona intertropical y ecuatorial.
Ya en 2011 un estudio atribuyó a El Niño numerosos conflictos bélicos ocurridos después de la segunda guerra mundial, como consecuencia de la influencia del calor y de las grandes sequías en la estabilidad política de las regiones afectadas. La NASA ha establecido asimismo que El Niño afecta a múltiples sistemas interconectados del planeta. Hipotéticamente, los riesgos de conflicto se extienden por ello más allá de las regiones tropicales donde incide en primer término El Niño.
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