La comunidad científica no ha alcanzado todavía el consenso en cuanto a las teorías existentes sobre el origen del universo: desde los que proponen una división de fuerzas fundamentales o una explosión de materia que llevaran a la expansión constante; hasta quienes plantean una teoría oscilante, un universo estacionario inmutable, o incluso de manera más sorprendente un universo con forma de rosquilla, como afirmaba Homer Simpson.
Una nueva teoría, propuesta por los físicos Lawrence Mead y Harry Ringermacher, de la Universidad de Mississippi del Sur, se ha unido a las anteriores. O, más bien, una variación en otra teoría, concretamente la del Big Bang: según Mead y Ringermacher, la expansión del universo es creciente, pero no constante, pues este ha atravesado, y seguirá atravesando en el futuro, períodos de oscilación que llevan a fases de crecimiento y a fases de regresión.
Con esta propuesta los investigadores conjugan observaciones que hasta ahora se encontraban en aparente contradicción: el descubrimiento de la radiación de fondo de microondas en 1965, que postulaba un universo en progresivo enfriamiento; la aceleración producida por la materia oscura que se planteó en 1998; y la misma naturaleza de la constante gravitatoria, que tiende a frenar el crecimiento del universo.
Tiempos de transición y resonancias
El modelo que proponen Mead y Rigermarcher parte del llamado “tiempo de transición” ocurrido hace entre 6 y 7 mil millones de años, cuando la ralentización del crecimiento pasó a convertirse en aceleración por la actividad de la materia oscura.
Ese tiempo de transición, al parecer, no es único, sino que se ha venido repitiendo en la evolución del universo. “Ahora sabemos”, afirma Mead, “que el universo se ha ralentizado y acelerado no solo una, sino hasta siete veces, en los últimos 13.800 millones de años”.
Los investigadores han descubierto además que, junto con ese proceso de oscilación, el crecimiento está ligado a una resonancia “que ha ido disminuyendo y ahora es muy pequeño, semejante al que resultaría de golpear un cristal y escuchar cómo se va desvaneciendo el sonido”, dice Mead.
Un descubrimiento accidental
El descubrimiento, que, al igual que el de Penzias y Wilson de la radiación de fondo de microondas en 1965, se realizó de manera accidental en el transcurso de otros experimentos –sobre modelado de galaxias con materia oscura-, ha permitido modificar el modelo Lambda-CDM de la constante cosmológica, añadiendo las oscilaciones a la forma de campana habitual.
Aunque en los diagramas se exageran las variaciones, lo importante es la frecuencia de aparición que, según los dos autores, no supone una suerte de onda que se mueva a lo largo del universo sino, más bien, que es “la onda del universo”, comportándose este como tal.
El estudio todavía habrá de ser confirmado con posteriores investigaciones. Para ello, los físicos se centrarán en el estudio de los datos procedentes de las distancias entre las supernovas de tipo 1A, que Ringermacher denomina “las ‘velas estándar’ para medir la expansión del universo”, y que son las que han proporcionado los datos para descubrir estos siete ciclos de aceleración y deceleración del crecimiento del universo.
Referencia bibliográfica:
Harry I. Ringermacher, Lawrence. R. Mead. Observation of Discrete Oscillations in a Model-Independent Plot of Cosmological Scale Factor versus Lookback Time and Scalar Field Model. Astronomical Journal (2015). DOI: 10.1088/0004-6256/149/4/137.
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