El Acuerdo de París de diciembre de 2015 (COP21) para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero fue el resultado de la combinación de dos factores, señala un informe del IFRI: por un lado, los compromisos, por otro lado, la flexibilidad.
Los gobiernos de 191 países establecieron una serie de medidas concretas para frenar el calentamiento global, pero se reservaron dos opciones para aplicarlo realmente: que al menos fuera ratificado por 55 países y que estos países representaran al menos el 55 por ciento de las emisiones globales.
En menos de un año, ambos requisitos ya se han cumplido, después de que Europa consumase esta semana su adhesión: el Acuerdo de París ya ha sido ratificado por 90 países que representan el 64 por ciento de las emisiones globales de CO2.
Ya no hay marcha atrás y se allana el camino de la diplomacia para la siguiente etapa: la COP22, que tiene lugar a principios de noviembre en Marrakech, considerada como la cumbre de la acción, frente a la cumbre de los compromisos que fue la reunión de París.
Para el IFRI, el verdadero desafío de la COP22 será convencer de que la COP21, si bien no ha conseguido alumbrar otro modelo económico compatible con los desafíos climáticos, ha desencadenado importantes transformaciones.
Marrakech deberá reforzar las políticas climáticas y favorecer una coherencia global en sus aplicaciones para que el objetivo de invertir el calentamiento global sea efectivo a partir de 2020, que es cuando entrará en vigor el Acuerdo de París. Suponiendo que no sea ya demasiado tarde.
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