El acuerdo de Kigali para poner fin progresivamente al uso de los hidrofluorocarbonos (HFC), los gases de efecto invernadero más dañinos, constituye la mayor contribución del mundo a los acuerdos de la cumbre climática de París (COP21), según el director del Pnuma, Erik Solheim, para quien la transformación verde es ya irreversible e imparable.
La reciente ratificación por parte de la Unión Europea (UE) y de siete de sus Estados miembros del Acuerdo de París contra el calentamiento global supone que se ha conseguido el número suficiente de países y de emisiones de CO2 para que entre en vigor este acuerdo histórico el próximo 4 de noviembre.
El acuerdo de Kigali se añade a este progreso histórico y emite también una señal positiva a menos de un mes de la próxima gran conferencia anual sobre el clima (COP 22) en Marrakech (Marruecos), continuación de la cumbre de París y llamada a ser la conferencia de la acción.
Según un estudio del Institute for Governance and Sustainable Development, la eliminación de los HFC podría reducir un 0,5 por ciento el calentamiento climático del planeta de aquí al año 2100. De esta forma se conseguiría una cuarta parte del objetivo de París de reducir en 2ºC la temperatura global.
El acuerdo de Kigali prevé que los países desarrollados reduzcan un 10 por ciento la utilización de HFC de aquí a 2019. China y numerosos países latinoamericanos deben estabilizar su uso antes de 2024. Para Pakistán, Irán, Irak y los países del Golfo, el plazo es hasta 2028.
Si los objetivos de Kigali se cumplen, la emisión del equivalente a 70 mil millones de toneladas de CO2 podría evitarse antes de 2050. Aunque el pesimismo sobre la efectividad de estos acuerdos perdura, puede que por fin empiece a invertirse la espiral de inconsciencia política que ha caracterizado hasta ahora la reacción de la comunidad internacional al calentamiento global.
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