La vida de la japonesa Ayako Oga cambió drásticamente cuando un terremoto y un tsunami dañaron cuatro reactores de la planta nuclear de Fukushima Daiichi hace dos años y medio. Ella y su esposo se vieron obligados a abandonar la cercana aldea de Ookuma Machi. Esta agricultora, hoy de 30 años, se convirtió en una […]
La vida de la japonesa Ayako Oga cambió drásticamente cuando un terremoto y un tsunami dañaron cuatro reactores de la planta nuclear de Fukushima Daiichi hace dos años y medio. Ella y su esposo se vieron obligados a abandonar la cercana aldea de Ookuma Machi.
Esta agricultora, hoy de 30 años, se convirtió en una destacada activista del movimiento antinuclear japonés, y lidera a cientos de personas afectadas por la tragedia del 11 de marzo de 2011 que protestan contra la intención del gobierno de reactivar los reactores de la planta.
El primer ministro, Shinzo Abe, quien impulsa a toda costa una agenda económica conocida popularmente como “Abeconomía”, declaró en conferencia de prensa el mes pasado: “Reactivaremos las plantas de energía nuclear siguiendo los estándares de seguridad más estrictos del mundo”.
Con esto, Oga, hoy alojada con otros cientos de evacuados en la localidad de Aizu Wakamatsu, a 100 kilómetros de la planta, ve sus peores temores hechos realidad.
Pero está determinada a impedir los planes del gobierno. “Tengo que presentar la importante evidencia del lado oscuro de la energía atómica”, dijo a IPS.
La oposición a los reactores nucleares llegó a su momento más alto en Japón tras la tragedia de Fukushima. Una encuesta de opinión realizada en julio de 2012 por el periódico Tokyo Shimbun indicó que 80 por ciento de los 3.000 consultados se manifestaban en contra del desarrollo atómico.
Esto no sorprende, considerando que el desastre desplazó a 85.000 personas, contaminó varias porciones de tierra y afectó los ingresos de agricultores y pescadores.
Sin embargo, Oga y otros activistas podrían perder la batalla frente a la fuerte presión del gobernante Partido Liberal Democrático y las grandes corporaciones, que desean reactivar los reactores argumentando que son necesarios para afrontar la crisis energética y sostener la economía.
Actualmente, los 50 reactores atómicos japoneses, que cubren 30 por ciento de las necesidades energéticas del país, están clausurados por diversas razones, incluyendo las inspecciones de rutina.
Japón, la tercera economía más grande del mundo, con un producto interno bruto de 5,96 billones de dólares, importa casi 90 por ciento de su energía, lo que la deja con un déficit comercial de 10.500 millones de dólares.
Para ganar el apoyo público, el gobierno publicita las estrictas medidas de seguridad que aplicará para reanudar la producción atómica.
Japón creó en septiembre de 2012 la Autoridad de Regulación Nuclear, de carácter independiente, conformada por científicos y expertos en seguridad.
Su presidente, el científico Shunichi Tanaka, natural de Fukushima, dijo en una oportunidad que el gobierno y la Compañía de Electricidad de Tokio (TEPCO), que operaba la planta, estaban “tanteando en la oscuridad”.
Las nuevas disposiciones de la Autoridad entraron en vigor en julio y se basan en el principio de “defensa en profundidad”, que exige un fortalecimiento de los niveles de seguridad tres y cuatro, así como la prevención de una pérdida simultánea de todas las funciones de protección en caso de terremotos, tsunamis y otros impactos externos.
También se les requiere a los operadores que constaten si existen fallas sísmicas antes de construir los reactores, y que instalen murallas de protección antitsunamis más altas y salas de control adicionales.
La población japonesa ahora parece estar aceptando estas promesas de seguridad reforzada. Otra encuesta, esta vez realizada por el diario Asahi Shimbun en julio, reveló una gran caída en el rechazo a la energía nuclear: 40 por ciento de los 1.000 entrevistados dijeron apoyar la reactivación de los reactores, contra el 37 por ciento registrado en febrero.
El científico Mitsuhiko Tanaka, quien ha trabajado por años en el diseño de reactores, comparó la campaña de los activistas con la lucha entre David y Goliat.
“Los activistas se enfrentan a un gobierno poderoso y a corporaciones ricas que procuran justificar la energía nuclear”, dijo a IPS. “Estos tienen la influencia necesaria para incidir en la opinión pública japonesa, donde lo que importa es la ganancia económica”.
El experto criticó la campaña del gobierno para reactivar los reactores.
“Además de la falta de transparencia en el procedimiento, un punto clave es que las autoridades todavía no revelaron científicamente cuál fue la causa real del accidente de Fukushima”, señaló.
Muchos científicos critican la explicación oficial de que el tsunami, con olas de entre 13 y 15 metros de altura, bastó para dañar los reactores, y exigen evidencias más sólidas.
El profesor Hiromitsu Ino, experto en seguridad atómica y ahora presidente de la Comisión Ciudadana sobre Energía Nuclear, es uno de esos críticos.
“No estoy satisfecho con las actuales regulaciones de seguridad oficiales porque no incluyen el interés público ni los aspectos éticos”, dijo a IPS. Este tipo de disposiciones “solo pueden ser establecidas luego de conversaciones estrechas con la población, y esto requiere tiempo”.
Ino también dijo que las medidas no eran lo suficientemente estrictas. Por ejemplo, señaló, les otorgan a los operadores de energía un periodo de gracia indefinido para instalar filtros en los reactores de agua en ebullición, elemento clave para reducir el impacto tóxico de una eventual explosión de hidrógeno.
Se considera al desastre nuclear de Fukushima el peor desde el de Chernóbil, Ucrania, en 1986. El gobierno japonés aún lucha por contener las fugas de agua altamente contaminada, que puede terminar en el océano o en los terrenos aledaños.
El 10 de este mes, TEPCO informó que se detectaron altos niveles de cesio radiactivo en el agua marina cercana a los reactores dañados.
En agosto, la prefectura de Fukushima presentó los resultados de un nuevo estudio sobre casi 200.000 niños y adolescentes de la zona. La investigación, publicada por el diario Asahi Shimbun, concluyó que 44 de estos padecían o podían padecer enfermedades tiroideas.
Estos tenían entre seis y 18 años cuando ocurrió el accidente.
Oga contó que su esposo regresó a su antiguo hogar en Fukushima en agosto pasado, como parte de una visita organizada por el gobierno para que los desplazados pudieran recuperar sus documentos y otras pertenencias.
“No fui con él, aunque quería ver mi antigua casa”, dijo ella a IPS. “Quise evitar la radiación, porque quiero tener un hijo en el futuro. Los jóvenes como nosotros nos damos cuenta de que solo nos tenemos a nosotros mismos para cambiar el mundo”.
Fuente : http://www.ipsnoticias.net/2013/10/fukushima-reini…
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